EL PAíS
“La oposición debe ayudar a reconstruir el país”
Miguel Lifschitz, intendente socialista de Rosario, habla sobre las posibilidades y limitaciones de la formación de un espacio progresista. El posicionamiento de ese sector frente al gobierno nacional.
› Por José Natanson
Desconocido hasta hace poco tiempo, Miguel Lifschitz se impuso en las elecciones del año pasado en Rosario y logró retener la intendencia. Socialista y sucesor de la exitosa gestión de Hermes Binner, Lifschitz se encuentra en un lugar político importante, como intendente de la segunda ciudad más populosa de la Argentina y líder de un territorio esencial para el armado, eternamente postergado, de un espacio de centroizquierda. “Muchas veces los personalismos complican la construcción”, aseguró el intendente en un reportaje con Página/12, donde también habló sobre la relación con el Gobierno y el encuentro de hoy junto a sectores de la CTA y otras fuerzas de izquierda.
–¿Por qué el centroizquierda no logra unificarse?
–Yo creo que nuestro espacio tiene una gran oportunidad, pero todavía con actores que no han logrado encontrar los instrumentos y las herramientas para aprovechar esa oportunidad y ese espacio político, que hoy evidentemente está vacante.
–¿A qué atribuye esta dificultad?
–Probablemente a la historia y a la tradición de la izquierda y el centroizquierda, la fragmentación, la dificultad para conformar coaliciones estables, la mala experiencia del Frepaso. Además, muchas veces los personalismos complican la construcción, porque para la conformación de espacios de estas características resultan negativos. Impiden construir una opción pluralista, democrática, que exprese un arco importante del pensamiento político del país.
–Desde un punto de vista teórico es así, pero al llevar la situación a la práctica la verdad es que suceden cosas absurdas. Por ejemplo, que Aníbal Ibarra, Luis Juez y usted, que tienen visiones parecidas de las cosas y una voluntad de construcción, no puedan juntarse para una reunión pública.
–Es cierto. Yo no creo que el espacio esté desarticulado, pero sí es cierto que hace falta un esfuerzo de construcción para poder avanzar. Hemos seguido teniendo reuniones, en algunos casos bilaterales, con Sabbatella, con Juez, con Ibarra estuvimos hace poco tiempo. Nos mantenemos en contacto permanente, intercambiamos ideas, opiniones, incluso compartimos experiencias de gestión. Pero la realidad política de cada uno de nosotros, su realidad local, provincial, dificulta la posibilidad de encontrar un paraguas a nivel nacional, por lo menos en esta etapa. Yo creo que en el 2007 vamos a poder avanzar en la conformación de un espacio de estas características, pero seguramente requiere bastante esfuerzo de construcción política.
–¿Cuáles son esas realidades diferentes?
–En Santa Fe, el socialismo está en un proceso de desarrollo importante, consolidándose en su tercer período de gestión en Rosario, consolidándose como la principal fuerza de oposición en la provincia, lo cual es una realidad nueva, porque siempre fue el radicalismo. Tenemos concejales, un bloque importante de senadores y diputados provinciales. Esto nos da una inmejorable perspectiva para el año próximo, donde vamos a enfrentar al PJ. La situación en otros distritos es diferente.
–En la Capital, por ejemplo, Ibarra decidió sumarse a la lista del Gobierno, cosa que no ocurre en Santa Fe.
–Claro, a esto me refería cuando quería decir que las realidades de cada lugar dificultan la construcción. En algunos casos son partidos locales, en otros, como el nuestro, son partidos nacionales, por más que sea más importante en Rosario y Santa Fe, pero tiene una tradición y una historia nacional. Compatibilizar todo esto es complejo. Entiendo que el escenario del país va a forzar nuevos realineamientos políticos.
–¿Cuál debería ser la relación de este espacio con el Gobierno? ¿De apoyo? ¿De confrontación?
–Yo no lo pondría en términos de confrontación sino de una oposición que debe ayudar a reconstruir el país y que debe hacer su aporte desde su propia identidad, desde su originalidad, su pensamiento y su visión y perspectiva de la realidad nacional. Pero no en términos de confrontación sino de aporte, de propuestas y de diferencia en algunos temas. Pero con una actitud de construcción.
–Le pregunto porque se ven dos líneas diferentes en el socialismo. Una, liderada por Hermes Binner, parece más cerca del Gobierno, mientras que la otra, que capitanea Rubén Giustiniani, encara un discurso de oposición nítida.
–Hay diferentes visiones sobre algunos temas. Eso es indudable, y quizá tenga que ver con la experiencia y la práctica de cada uno. Binner viene de dos gestiones importantes en Rosario, ocho años de gobierno que seguramente influyen en la forma de ver la realidad. Pero entiendo que no son diferencias sustanciales sino visiones que deben sintetizarse en el marco de la discusión político-partidaria. Creo que se puede llegar a un lugar en común.
–¿Y eso es posible?
–Sí. No lo veo como posiciones contradictorias sino como visiones distintas en algunos temas, lo cual es normal en cualquier partido que tenga una dinámica democrática, como es el caso del nuestro.
–¿Y usted? ¿De cuál se siente más cerca?
–No sé si de una o de otra, pero tengo una visión que interpreta este momento del país como un momento de muchas expectativas de la sociedad y, por lo tanto, creo que debemos tener la capacidad de aportar positivamente para satisfacer esa demanda de la sociedad. Es una demanda de reconstrucción del país, de las instituciones, de recuperación de la economía, de inclusión social, de recuperación del sistema educativo. Y esto no se puede hacer desde una oposición cerrada y destructiva. Debe hacerse desde una perspectiva de aporte y contribución, sin dejar de marcar cierta distancia en aquellas cuestiones que no compartimos. En otros casos, no es que no compartimos algunas políticas o medidas sino que marcamos prioridades que el Gobierno no tiene y que para nosotros sería importante que estuvieran en la agenda.
–¿Cómo se inscribe en este contexto la reunión de hoy junto a sectores de la CTA y representantes de otras fuerzas de izquierda?
–Yo no participé de las negociaciones o las conversaciones con los dirigentes que van a estar en el encuentro. De hecho, no voy a estar en Rosario porque tenía algunos compromisos afuera de la ciudad pero, de todos modos, por lo que me contaron algunos compañeros, es el primer paso de un esfuerzo por unificar posiciones en algunos temas clave vinculados con la distribución del ingreso y la contención social.
–¿Se siente respaldado por el Gobierno en la gestión?
–Sí. Hemos tenido siempre una muy buena respuesta, pero creo que no somos los únicos. Me parece que por lo que he conversado con otros intendentes de centroizquierda, independientes, radicales, hay una buena disposición en general del gobierno nacional para atender la problemática del interior del país, las provincias y las ciudades. Hemos tenido en ese sentido una buena recepción, no sólo con el Presidente sino también con muchos de sus colaboradores.
–Carrió tiene buena imagen en Rosario y propone algunas cuestiones similares a las que defiende el socialismo. ¿Por qué no se reconstruye esa alianza?
–Desde el punto de vista de la lógica política, evidentemente no hay muchas respuestas para dar. Lo que pasa es que a pesar de nuestros esfuerzos es muy clara la posición de Carrió en el sentido de perfilar su construcción política sin ningún tipo de alianzas electorales, incluso con una actitud soberbia y despectiva respecto de otros proyectos políticos similares, lo cual obviamente hace que sea muy difícil confluir con ella. A veces los personalismos no contribuyen, más allá de las cualidades personales que pueda tener una dirigente, a conformar un espacio que necesariamente tiene que ser plural y democrático.
–¿Y eso es posible sin un liderazgo nacional?
–Es necesario, por supuesto, un liderazgo nacional, pero hay liderazgos autoritarios y liderazgos democráticos. Yo creo en los liderazgos democráticos. Tenemos buenos ejemplos en nuestros vecinos. En Uruguay, por ejemplo, la experiencia del Frente Amplio es una extraordinaria muestra de como, aun con figuras públicas y dirigentes muy fuertes, se puede confluir en un espacio en el que todos tienen una pluralidad de visiones, en donde hay respeto a cada una de las partes. La experiencia de la Concertación chilena es distinta, pero también es interesante en ese aspecto. Eso es lo que lamentablemente no hemos podido concretar en la Argentina.