EL PAíS
› OPINION
El Gobierno del Cabildo abierto
› Por Sergio Moreno
El golpe palaciego que anteayer le propinaron senadores y gobernadores peronistas al gobierno de Eduardo Duhalde se asemeja más a la fábula del escorpión y la rana que a una maniobra con un fin determinado.
Acostumbrados a morder, a guerrear por guerrear, los senadores del PJ -literalmente sitiados en el Parlamento, acosados por la repulsa pública– se negaron a último momento a votar el plan Bonex, precipitando la salida de Jorge Remes Lenicov. Tanto en la Cámara alta como en la baja, más de uno se esperanzó con un cambio de rumbo en la política económica, anhelo tan efímero como el vuelo de una mariposa. Los gobernadores más importantes del justicialismo iban en camino a Olivos con una idea que expusieron crudamente, al llegar, ante Duhalde: de lo que se haga, nada debe hacerse lejos ni contra el Fondo Monetario.
El soñado cambio de rumbo se hizo trizas contra el poder de los feudos provinciales del mismo modo que la autonomía Presidencial. Duhalde no pudo anteayer nombrar a su ministro de Economía. Alieto Guadagni fue vetado casi con brutalidad, inaugurando un minué que aun no ha concluido.
Los gobernadores peronistas y algunos legisladores se constituyeron en Olivos cuan Cabildo abierto, para debatir sobre la formación del gabinete y una nueva política económica que poco se diferenciará de la de Remes Lenicov. Después de todo, no existen caminos alternativos si lo que se busca es continuar caminando de la mano del FMI, tal como draconianamente lo exigieron los caudillos provinciales.
Duhalde palpó y sufrió su debilidad. Entonces, se abrió a las propuestas y pidió hombres para conformar el “gabinete federal” tantas veces exigido (muchas de ellas con forma de chicanas) por los caudillos provinciales. Pero –oh sorpresa– nadie quiso aportar cuadros a una galería que más de uno imagina cerrada en el corto plazo.
Como el escorpión, que picó a la rana que lo transportaba en medio del río provocando la muerte de ambos, la naturaleza de senadores y gobernadores fue cuestionar, golpear, debilitar por acto reflejo. El fin último de la maniobra careció de la necesaria racionalidad que requiere el momento.
Ahora, legisladores y gobernadores están atrapados en el brete en que se metieron sin un fin demasiado preciso. Salvo aquellos que claman por anticipar las elecciones (Adolfo Rodríguez Saá, Néstor Kirchner), el resto consiguió atomizar el poco poder que tenía el gobierno legal de Duhalde para poner en marcha un plan económico que poco diferirá del de Remes.
Como muestra, valga exponer el corolario de las imposiciones caudillescas, impresa en el papel que ayer firmaron el Presidente y los principales gobernadores. En finísima sintonía con el Fondo, tirios y troyanos acordaron, entre otros puntos:
- Elaborar y enviar en 90 días una nueva ley de coparticipación federal.
- Firmar acuerdos bilaterales provincias-Nación para monitorear la reducción del déficit fiscal.
- Reformular la ley de quiebras aprobada hace apenas un mes.
- Derogar la ley de subversión económica.
Estos cuatro items son los mismos que tantas veces Remes llevó y trajo hacia y desde el FMI. Valga la aclaración, Remes no se alejará de su cargo hasta mañana tras lo cual cambiará su lugar en el Gabinete: será el nuevo jefe de asesores del Presidente.
Duhalde sigue en el poder sólo porque no hay nadie que quiera hacerse cargo de él. Los que lo quieren, pretenden obtenerlo por las urnas. Los que prefieren guardar las urnas por un tiempo, no quieren ahora el poder. Estos últimos son quienes mellaron hasta el límite la capacidad de gobernabilidad de Duhalde, que deberá aceptar –si es que se ponen de acuerdo en el Cabildo de Olivos, si es que los caudillos aportan sus hombres– alguna majada de ministros (de Economía, de la Producción, Jefe de Gabinete, etc.) impuesta por los intereses de los gobernadores.
Un escenario difícil para gobernar. También para pedir café en la Casa Rosada.