Lun 17.01.2005

EL PAíS  › EDUARDO VALDES, EX ASESOR DE CANCILLERIA

“No hay derechos humanos de izquierda y de derecha”

Pasó de ser el jefe de los asesores del canciller Rafael Bielsa a ser estratega jurídico de la familia de cubanos disidentes Quiñones-Molina. Sin embargo, no ve en eso problemas éticos. En esta entrevista a Página/12, Valdés asegura que sigue alineado al Gobierno.

› Por Fernando Cibeira

Eduardo Valdés admite que se fue dolido de su cargo de jefe de asesores del canciller Rafael Bielsa, pero que eso no significa que se haya convertido en el asesor jurídico del médico Roberto Quiñones por despecho o porque desea pasarse a la oposición. Todo lo contrario: no se cansa de aclarar su alineamiento con Néstor Kirchner y de repetir lo bien que estuvo el Presidente en mandar aquella carta a Fidel Castro que luego apuró el conflicto. Valdés asegura que no se arrepiente de nada de lo que hizo salvo, aclara, en agitar en público su interna contra el vicecanciller Jorge Taiana, a quien responsabiliza de haber informado mal a Kirchner y, en consecuencia, de su despido. Pero aquello ya pasó y ahora quiere centrar sus energías en resolver el problema de los disidentes cubanos que desean reencontrarse en la Argentina, un caso que para muchos tiene un tufillo derechoso dado su sesgo anticastrista. “No hay derechos humanos de izquierda y de derecha”, responde Valdés.
–¿Por qué decidió ser asesor de la familia Quiñones-Molina?
–Hubo un shock en la familia después del paso de Hilda Molina y su madre por la embajada argentina en Cuba. Mi salida del Gobierno me permitió estar más cerca de ellos e interpretar algunas cosas. Fundamentalmente que la carta de respuesta que había mandado Fidel Castro era positiva y se podía trabajar en eso. Allí, por primera vez Cuba reconoce el caso de Molina por escrito. Trabajé mucho para convencer a la familia de que era positivo viajar a La Habana cuando estaban deprimidos porque se habían entusiasmado con la idea de pasar juntos la Navidad. Ahí me pidieron que los asesorara jurídicamente.
–¿La asesoría es jurídica o política? Porque hasta ahora no plantearon ninguna instancia judicial.
–Los asesoro jurídica, política y diplomáticamente. Lo último que hay que usar en estos casos es la instancia jurídica. Esto se arregla primero política y diplomáticamente. Por eso es muy importante lo que hizo el Gobierno. El caso Quiñones-Molina existe desde hace 11 años. El primer canciller que recibió a Quiñones fue Bielsa. Y el hecho de que Kirchner firmara una carta a Fidel Castro por este caso es otro hecho auspicioso.
–Hubo quienes opinaron que Kirchner estuvo mal asesorado porque, aparentemente, supuso que su carta iba a tener una respuesta positiva.
–Hubo muchas cosas que se dijeron que no comparto. Se dijo que habíamos generado un conflicto donde no lo había, y la verdad que el conflicto existía desde hacía 11 años. Nosotros decidimos involucrarnos. Con respecto a la carta, no hay ninguna carta humanitaria de un jefe de Estado a otro que tenga por efecto encontrar una respuesta positiva. Al contrario, una carta de un jefe de Estado a otro en un tema humanitario sirve para sentar un precedente y generar una presión.
–¿Y para qué sirvió esta carta de Kirchner?
–Había una versión en Cuba de que este caso era un pedido de Bielsa y de la senadora Cristina Fernández de Kirchner, como que al Presidente no le interesaba. En un momento dado, Cristina de Kirchner plantea viajar a La Habana para la última semana de octubre del 2004. A principios de octubre, Cristina se reúne con el embajador cubano en la Argentina, González Galiano, y le plantea que si viaja a Cuba quería ver a Hilda Molina y reunirse con Blanca Reyes, presidenta de las Damas de Blanco, las mujeres de los detenidos políticos. El embajador cubano después se reúne con el vicecanciller Taiana y le comenta que la respuesta de Cuba a esa propuesta había sido irreproducible. Y le explica que todo lo que representaba Blanca Reyes en Cuba era ilegal, que distinto era el caso de Hilda Molina porque ella era legal. En ese momento vemos que hay una condición superior de Molina respecto de quienes están detenidos. Cuando pasan 20 días de esa reunión y empiezan a salir hacia Europa los detenidos supuestamente ilegales, el canciller supone que van a dejar salir a Molina. Por esoBielsa le propone al Presidente que mande una carta. De esa manera demostraba que su posición era la misma que la del canciller.
–¿Kirchner no se enojó con la Cancillería por la respuesta negativa?
–Hasta donde yo sé, no. Cuando llegó la respuesta negativa, Kirchner llama a Bielsa, que estaba en Washington, y no le reprochó nada. Tampoco lo hizo más tarde cuando Bielsa le comenta que estaban las dos mujeres en la embajada en Cuba. Pero tres horas después el Presidente ya manifiesta su molestia, diciendo que yo lo había hecho deliberadamente para generar el tema del asilo y producir un conflicto diplomático con Cuba.
–Dice que entre un diálogo y el otro con Bielsa, Kirchner se enojó. Usted culpa a Taiana de haber aprovechado ese momento para convencerlo al Presidente de que le estaban armando una operación. ¿Por qué Kirchner le creyó a Taiana y no a usted?
–No sé. Yo no estaba en Buenos Aires, estaba en Alemania. Lo que sé es que los hechos posteriores demostraron que Molina no quería pedir asilo. Ella desea venir a la Argentina en su carácter de abuela y de madre, no es algo político ni piensa ejercer aquí su profesión.
–Pero si el conflicto fuera sólo una cuestión familiar, ¿no se solucionaría con el viaje de los Quiñones a La Habana?
–La pelea de Hilda Molina es ver a sus nietos y a su hijo. Pero está pidiendo poder entrar y salir a su país, que es un derecho humano básico.
–Quiñones pide una reunión con Kirchner y acceder a la carta que envió Fidel Castro. ¿Es una condición para aceptar viajar a Cuba?
–Ellos creen que una entrevista con el Presidente les permitiría viajar más confiados. Estamos hablando de un matrimonio joven que sufrió cosas muy duras. Quiñones estaba saliendo de Cuba, con autorización, para hacer una beca en Japón y le impiden embarcar cuando su mujer ya estaba en el avión. Se generó un problema, los pasajeros del avión se solidarizaron con él y finalmente lo dejaron salir. Obviamente no volvió. Así que para ellos la posibilidad de ver al Presidente los haría sentir mucho más seguros. Y con respecto a la carta de Fidel Castro, Quiñones quiere ver qué dice sobre él, qué garantías le ofrece, porque para la ley cubana es un infractor.
–¿Usted piensa obtener algún rédito político con este caso?
–Cuando sucedió mi salida del gobierno sentí que era una gran injusticia, porque todo lo que hice lo volvería a hacer. La tentación de seguir en política era continuar en algún otro lugar del Estado, porque ofrecimientos me vinieron. Cuando el matrimonio Quiñones me pidió que los ayudara, tengo un problema de conciencia: si volvía al Estado era como si abandonara el motivo por el cual me cuestionaron. Decidí acompañarlos. Porque dijeron que mí que había manejado irresponsablemente esta situación y resulta que la propia familia me pedía que me quede a su lado, lo que da a entender que defendimos el bien jurídico que se debía tutelar, que era el de los ciudadanos argentinos que estaban en un problema. Yo sé que muchos pueden pensar que esta decisión tenga que ver con convertirme en opositor al gobierno. Cuando uno asume como abogado un caso tiene que saber cuál es el camino más corto para conseguir su objetivo. Y, sin lugar a dudas, el único camino que corresponde en esta situación es que el liderazgo lo lleve el gobierno nacional.
–¿Cómo cree que Kirchner tomó su decisión de asumir la defensa de la familia Quiñones?
–Algún día tendremos oportunidad de charlarlo cara a cara. La vida política es un sube y baja, esto es una película y mi salida del Gobierno es una fotografía. Cuando se vean las conductas preexistentes y las posteriores, seguramente nos encontraremos con Kirchner, porque los dos caminamos hacia el mismo fin de la película. Quiero aclarar una cosa: yo sé quiénes son Néstor Kirchner y Cristina de Kirchner. Me acuerdo del verano del ’95 en Cariló, cuando Gustavo Beliz se fue del PJ. Kirchner,que era de gobernador de Santa Cruz y secretario del Consejo Nacional del PJ, fue el único dirigente nacional que salió a respaldarlo y en todos los medios salió que quien había hecho esa gestión era yo porque estaba vinculado con Kirchner. Conozco mucho a los Kirchner y si hay algo que siempre respeté en ese matrimonio militante fueron sus valores y sus principios.
–¿No le parece que, inevitablemente, al enfrentar al gobierno de Cuba, este caso será apoyado por la derecha y se verá como una causa de derecha?
–Que apoyen esta causa todos las que la quieran apoyar, bienvenido sea. Pero la estrategia de la defensa, de Alicia Oliveira, de Hipólito Solari Yrigoyen, como del propio Quiñones y su madre, es la mejor respuesta que podemos dar. Aparte, no hay derechos humanos de izquierda y de derecha. O debemos bregar para que eso no exista. He visto con dolor que importantes representantes de los derechos humanos, como Adolfo Pérez Esquivel y Nora Cortiñas, dijeron que se debía respetar la autodeterminación de los países. Esa era una respuesta que nos daban en otras épocas los enemigos de los derechos humanos.
–¿Usted cobra por este trabajo?
–No. Ni yo, ni Alicia Oliveira, ni Solari Yrigoyen. Ni se nos ocurrió.
–¿No es un conflicto ético que usted haya trabajado en este caso en la Cancillería y ahora lo haga desde el ámbito privado?
–Si buscara una remuneración, sin lugar a dudas habría un conflicto ético. Pero como no tengo un interés de ese tipo, no hay conflicto.
–Como funcionario, ¿no manejó información reservada sobre este caso que ahora podría servirle estando del otro lado del mostrador?
–No. Toda la información que hubo en este caso fue muy pública.
–¿Cómo está su relación con Bielsa?
–Es la misma en calidad afectiva. Hoy mismo hablé con el canciller, el domingo pasado también había hablado con él para contarle de la propuesta que me habían hecho los Quiñones-Molina y que iba a aceptar.
–¿Y está de acuerdo con su nueva ocupación?
–Nunca me manifestó que estuviera en desacuerdo.

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