EL PAíS
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En las mesas chicas
Página/12
en Francia
Por Sergio Moreno
Néstor Kirchner salió del ascensor del Hotel Meurice con cara de dormido, acompañado por el jefe de Gabinete, Alberto Fernández. “Me parece que me estoy engripando”, dijo, al pasar, mientras se dirigía a una mesa chica (por su tamaño, como se estila en Francia), donde estaban sentados, recién desayunados, los otros miembros de la comitiva oficial. El ministro de Economía, Roberto Lavagna, parecía uno más del grupo, pero directamente hacia él fue el Presidente, que lo abrazó, le hizo un chiste (“Parece que te estoy retando”, le dijo, moviendo su dedo índice frente a la nariz del ministro) y todos rieron. Oportunamente, chirrió la cámara del fotógrafo presidencial. La instantánea cruzó el Atlántico, a modo de ameno cierre de la visita de trabajo de los argentinos en París. Minutos después, la comitiva, menos el ministro y el gobernador Felipe Solá (afiebrado, en su cuarto), partieron a la casa-museo de Josefina Bonaparte, en Ruil Malmaison, a 20 kilómetros de la capital. Atrás quedaba un exitoso paso ante el gobierno y los empresarios franceses, un entredicho con Lavagna y la mediación presidencial para garantizar la gobernabilidad de la provincia de Buenos Aires.
Kirchner estaba satisfecho ayer, antes de partir a Ruil Malmaison, por el resultado del viaje. La recepción que obtuvo del empresariado francés con intereses en la Argentina sobrepasó sus expectativas por la respuesta favorable y las promesas de inversión que cosechó. El sustrato que dejó la anuencia de este grupo de halcones que hacen pesar sus intereses ante cada decisión a tomar, entienden en la comitiva, fue que la Argentina se está convirtiendo en un sitio con oportunidades de negocios, y que estos hombres influyentes así lo están viendo.
El patagónico se movió confortablemente entre números, indicadores económicos y sociales, posibles a partir de las medidas políticas que emanaron de su gestión; así lo presentó ante su auditorio empresario. Ante los hombres fuertes del Medef llegó después de marcar una raya en la arena (una más) en el Foro Europa-América latina, donde fustigó duramente al Fondo Monetario Internacional, sus políticas y los resultados de las mismas en los países en vías de desarrollo.
Frente a los empresarios, el año y medio transcurrido desde su última visita a esta ciudad dio a Kirchner una revancha: la desolación en que se sumía la Argentina de por entonces, lejos está del país que dijeron comenzar a vislumbrar los hombres de negocios galos.
El entorno favorable que se generó en el Medef facilitó a Kirchner endurecerse con la empresa concesionaria del servicio de aguas y cloacas de la Capital Federal y del Gran Buenos Aires. Aguas Argentinas, controlada por la francesa Suez, fue la piedra en el zapato. El Presidente Jacques Chirac dijo que hay que sacarla para seguir caminando, según la versión ofrecida por el jefe de Gabinete argentino. Pero la piedra aún está en ese incómodo sitio y fue el tema que introdujo –directa e indirectamente–el ruido en esta visita.
Amén los retos presidenciales al titular de Suez, más allá de la dureza en las negociaciones que se llevan adelante paralelamente (y que continuarán en Buenos Aires y París durante bastante tiempo), la tensión que genera el toma y daca impulsó a Lavagna a opinar, según él amablemente, sobre un costado del problema, aquel que vincula la necesidad de realizar inversiones y la forma en que deben financiarse. El ministro está convencido de que el chisporroteo que se generó alrededor de sus declaraciones a una radio francesa (profusamente reproducidas, con mayor o menor rigor) no fue más que la magnificación de un concepto que ya habíasido escrito en una ley y que se lleva en la práctica en el acuerdo marco conseguido con Edelap (que servirá de leading case en este aún irresuelto asunto).
Ya se ha expuesto en este diario lo que Lavagna piensa del riesgo de ruptura con la empresa francesa de marras. También que el ministro hace una interpretación diferente del resto de la comitiva sobre las palabras pronunciadas por Chirac al respecto, en ocasión de la visita argentina al Elyseo, el jueves pasado. Para Lavagna, el comunicado oficial del gobierno galo es claro y tiene tres palabras irreductibles: “resolver”, “rápido” y “problema” (el fragmento del texto decía que Chirac “subraya que es capital proceder rápidamente a la resolución de los casos difíciles, en particular los referidos a las empresas concesionarias de servicios públicos”). El ministro entiende que es necesario arribar a buen puerto con Suez, e impedir la ruptura y la consiguiente rescisión del contrato. Y, una vez más, conseguir la fuente de financiamiento para realizar las inversiones que son necesarias para mantener, mejorar y extender el servicio a quienes no lo tienen.
Su mirada del mundo y su decodificación de las palabras del poder mundial suele orbitar planetas diferentes que los de varios de sus colegas de Gabinete. Acaso sea ésa una respuesta a la tensión que existe entre él y ellos. En el resto de la delegación estaba instalado el convencimiento de que Lavagna no debió hablar, que fue un error hacerlo y que le pegó al corazón de la estrategia de negociación que viene desarrollando el ministro de Planificación, Julio De Vido, con los franceses.
Lavagna cree que se ha magnificado un episodio, interesadamente, en su contra y en contra del interés de la Argentina.
La foto que ayer se tomó el Presidente con su ministro más saliente intentó derramar como un bálsamo sobre lo que ocurrió en estos días. Mañana, Roberto Lavagna se sentará a la mesa con los mandamases de las poderosas empresas automotrices francesas, Peugeot-Citroën y Renault. Kirchner estará nuevamente en su escritorio de la Casa Rosada.
La banlieue
“Al Presidente lo vi preocupado por lo que pasaba en la provincia.” El hombre que esto contó a Página/12 estuvo cerca de Kirchner la mayor parte del tiempo de la visita. Su relato da cuenta de que, entre obligaciones, discursos, pujas y presentaciones, el patagónico trató de desatar un nudo con mucho de gordiano, un problema que se encaminaba a resolverse cruentamente, con consecuencias imprevisibles.
Kirchner intentó amablemente que el gobernador Felipe Solá y el jefe de la bancada de diputados peronistas de la Nación, José María Díaz Bancalari —también presidente del PJ bonaerense–, se sentasen a conversar sobre la pelea política en su distrito. Sólo lo logró una hora antes de que el vuelo presidencial emprendiese el regreso a Buenos Aires. Kirchner los juntó, habló largamente con ellos, dirigiéndose alternativamente a cada uno, y luego los dejó a solas. Solá y Díaz Bancalari siguieron hablando una hora. Qué se dijeron exactamente es algo que se irá sabiendo en los próximos días.
Sobre la interna propiamente dicha, en la cual dice no querer meterse, Kirchner fue pletórico de señales, en rigor de verdad, todas para un mismo lado. Moderadas, pero con una dirección. Primero, la noche en que Solá anunció que vetaría el presupuesto provincial cincelado y aprobado por los legisladores duhaldistas (y radicales) de la provincia, desde la Casa Rosada anunciaron la invitación al gobernador a sumarse a la visita parisina. Una vez en la Cité Lumière, Kirchner caminó con la delegación unas cuadras, desde su hotel, en la Rue de Rivoli, hasta un restaurant. La caravana fue encabezada por él y Solá. Finalmente, en un almuerzoproducido el jueves, le dijo a Díaz Bancalari, en muy buenos términos, que debía aprobarle el presupuesto tal como lo pedía el gobernador, que no debían ponerle palos a la gestión ni poner en juego la gobernabilidad del distrito.
Díaz Bancalari dijo que, aun sin presupuesto, Solá tenía 14 mil millones para volcar a su gestión. “Hay que aprobarle el presupuesto; la institucionalidad es muy importante, hace a la gobernabilidad”, machacó el patagónico, en voz calma y con buenos modos.
Kirchner puso en un brete al diputado nacional: en su condición de presidente del PJ bonaerense, Díaz Bancalari deberá negociar con Eduardo Duhalde, caudillo de la comarca, para que sus mesnadas, aun con las antorchas encendidas en sus manos en alto, accedan a retroceder en lo andado. Difícil lidia. Si lo consigue, será una hazaña destacable. Para no desanimarlo, el Presidente también se tomó una foto, caminando por París, con el jefe del bloque de diputados.
“Duhalde no entiende que si sigue encerrado en un partido anquilosado, se separa cada vez más de la sociedad; los aparatos no resuelven los problemas y te aíslan.” Así reflexionaba ayer, ante este diario, un integrante del grupo oficial, que no guarda inquina con el ex presidente. Duhalde ha recibido los mensajes de Kirchner y, por más que formalmente la tarea de mediación esté en manos de Díaz Bancalari, él tiene la decisión en sus manos. En febrero, Solá volverá a enviar el presupuesto a la Legislatura. Ahí se verá qué opción tomó Duhalde.