Lun 24.01.2005

EL PAíS  › LA JUSTICIA ESTA INTERESADA EN CONOCER SU PAPEL EN CROMAÑON

Yamil, el hombre de los números

La pesquisa de los investigadores se orienta, entre otras pistas, al papel del hermano de Omar Chabán, Yamil, el encargado que la noche del 30 sobrecargó la atención de la barra pero no dejó a nadie cerca de un matafuegos. Página/12 investigó propiedades anteriores a la era off shore.

› Por Adriana Meyer

Ya no se lo ve en la puerta de su unidad básica de Villa Ballester. Yamil Chabán dejó de frecuentar los lugares donde se lo podía encontrar, tras haber sido denunciado por los empleados de República Cromañón en el expediente que investiga la tragedia de Once. Aunque aún no está imputado en el expediente, los investigadores lo tienen en la mira. Los testimonios coinciden en que era el cerebro económico de los negocios de su hermano, el detenido empresario Omar Chabán, que incluía el pago de los sueldos en negro, la evasión de los controles y el descuido frente a la seguridad.
Página/12 pudo saber que la noche del 30 de diciembre Yamil Chabán estaba en el boliche junto a su mujer (una joven de familia alemana) y a su hijo Francisco. Por si hace falta, los hermanos tienen un buen contacto en la Policía Bonaerense: el subcomisario de la 18ª de Rafael Castillo, Víctor Chabán, más conocido como “el Loco”.
El bazar de Don Ezzedin Chabán fue la cuna de los tres hermanos: Fátima, Yamil y Omar. Quienes los conocen cuentan que Fátima es la que lleva una vida más “normal”. “Los otros dos son de trato amable, sociables y rebeldes, pero también muy delirantes”, describieron ante este diario algunos allegados. Quien más exteriorizaba estas características era Omar, pero Yamil también tenía actitudes “muy histriónicas”, dijo un vecino que pidió resguardar su identidad, y siempre estaba en actividades vinculadas a lo cultural o social.
Don Ezzedin falleció hace tres años. Algunos lo recuerdan como un “turco parlanchín al que le gustaban las chicas, un tipo amable con la gente”. Otros dicen que “tenía sus rayes y sus líos”, y describen sus costumbres nómades: dormía siempre en lugares diferentes.
Chabán padre se jactaba de ser pariente del líder egipcio Gamal Abdel Nasser. Era la cabeza de una tradicional familia de militantes peronistas, hacía sus operaciones políticas desde el bazar, que ahora estaría en manos de su hija Fátima, y quería ser concejal desde la época en que militaba para Italo Luder, presidente interino en 1975 y candidato a presidente del Partido Justicialista en 1983.
“El problema es que no se le entendía nada el castellano que hablaba”, comentaron a Página/12 el abogado de barrabravas de Chacarita, José Novello, y un político de la zona que pidió no ser mencionado.
El dirigente Luis Barrionuevo fue visto un par de veces en la unidad básica de Don Ezzedin, quien, además, decía ser amigo de Carlos Menem desde que lo conoció una vez en una visita a Olivos.
Según cuentan, nunca estuvo envuelto en nada turbio ni tenía enemigos. Incluso en el barrio hay quien lo recuerda con afecto, y sus adversarios políticos le tenían respeto. “Era un turco simpático que no dudaba en meter la mano en el bolsillo para darle unos pesos a alguien”, relató un ex concejal. Los Chabán hicieron una pequeña fortuna que se plasma en la propiedad de varios locales de la Galería comercial San José, en el centro de Villa Ballester. Allí los locadores no quieren ni mencionar el apellido más vapuleado en estos tiempos y dicen que le pagan el alquiler a una abogada (ver recuadro).
Don Ezzedín no pudo ser concejal, aunque llegó a ser asesor de Osvaldo Mércuri en la presidencia de la Cámara de Diputados provincial, además de delegado municipal durante la intendencia de Antonio Libonatti. Pero su hijo Yamil sí se consagró con el voto popular y obtuvo una banca, que ocupó entre 1991 y 1995, en gran medida por el peso político que había acumulado su padre. Siempre militaron en la Liga Federal con Libonatti, aunque en un momento padre e hijo participaron de la llamada Renovación Peronista.

Problemas con la Justicia

El mayor de los Chabán terminó implicado en la causa de corrupción por la cual tendría que ir a juicio el 9 de mayo, junto a otros 35 ex concejales, ante el Tribunal Oral 6 de San Martín. El empresario Américo Gualtieri habría financiado la campaña del ex intendente Libonatti, y en contraprestación le habrían dado obras de bacheo que nunca nadie llegó a ver. Una versión, que la Justicia deberá confirmar, indica que se pagaron 4 millones pero luego hubo una refinanciación que elevó la cifra a 30 millones. Yamil participó de la primera votación que consolidó la deuda.
Según sus ex colegas, Yamil no fue un concejal de primera línea. Levantaba la mano por lo que le pedían y estaba de acuerdo con todos los intendentes. Los que lo frecuentaban en ese momento dicen que su apariencia no cambió entre el principio y el final del mandato. Siguió controlando su unidad básica, aunque de todos modos el peronismo del distrito perdió frente a la lista de Ricardo Ivoskus, del ARI.
Tras la tragedia de Cromañón, una mano de pintura blanca tapó su nombre en el cartel del local, que sigue ostentando solo el “Kirchner-Solá-Bustos, lista 2” de la mayoría de las unidades básicas de la zona. En el barrio cuentan que el escrache al local estuvo protagonizado no sólo por familiares de las víctimas sino también por el personal de Radio Cero, una creación de Yamil y Omar para enfrentar con rock a la música bailantera que funcionaba en el fondo de la unidad básica.
Omar no compartía las actividades políticas, era el “hermano de Capital”, considerado un outsider en Ballester. “Nunca lo vi en un acto partidario ni en el Concejo, sólo una vez en la unidad básica”, comentó uno de los hombres mejor informados de Ballester. “Yamil sí acompañaba en todo a Omar porque tenía habilidad para los negocios”, agregó.
Son varios los están buscando a Yamil Chabán. Los empleados de Cemento y República Cromañón se quejaron ante Página/12 por el trato que recibieron. “Yo quiero encontrar al hermano de Chabán para que me pague las dos semanas de sueldo que me debe”, dijo Juan Carlos Bordón. Según la madre de Griselda Ramírez, cuando Yamil fue a buscar la recaudación de Cemento apenas le tiró diez pesos para que fuera a buscar a su hija entre los cadáveres que había en la vereda. Bordón aseguró que la noche que tocaba Callejeros, Yamil le pidió que fuera a atender la barra porque había mucha gente. “Cuando pasó todo no había quién pusiera a andar las mangueras”, recordó. Damián Albornoz, otro empleado, declaró ante los medios y ante la Justicia que Yamil le pedía que nunca diera datos sobre el local para evitar la visita de las inspecciones. “Yo escraché a Yamil en una firma cuando saqué la libreta sanitaria y puse la dirección de Cromañón”. La sospecha del pago de coimas a inspectores y a la policía ronda a los hermanos, tal como lo demuestra el facsímil de unas anotaciones del boliche publicado por Página/12.
Sus conocidos ratifican que Yamil era el que manejaba los números, la organización y el pago a sus dependientes. “Eran muy negreros con los empleados”, afirman. El grupo de trabajadores de Cromañón declaró que la noche trágica Yamil sacó 58 mil pesos de la caja y huyó. Uno de sus conocidos, aunque no amigo, lo desmiente. “Ayudó a rescatar a varios pibes, e incluso su mujer estuvo mal de salud luego”, indicó. Por la personalidad de Omar, cuentan que sus amigos pensaron que podía suicidarse (una preocupación que no es ajena a la jueza del caso ni tampoco al Servicio Penitenciario). “A Yamil también le gustaba la noche pero en otro sentido”, definió. “Son blanco y negro con el hermano, y Yamil es el más frío y pensante.” Quizás por eso uno está preso y el otro no aparece.

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