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“A los diez años yo ya quería cambiar el mundo”
Milcíades Peña fue tal vez la voz más destacada en la interpelación a Ibarra. Militante social, periodista, vendedor callejero, perdió a su ahijado en la tragedia de Cromañón.
Su intervención en la sesión del viernes en la Legislatura rompió los esquemas: con los ojos irritados por las lágrimas, miró fijo a Aníbal Ibarra, por momentos lo tuteó, le pidió que “bajara a tierra” y tomara conciencia de la magnitud de la tragedia de Cromañón. Luego de sus palabras, muchos de los que seguían la sesión desde sus casas, desde los bares o por la radio comenzaron a preguntarse quién era, a qué partido representaba Milcíades Peña, el joven diputado del bloque Confluencia que había dejado fríos a todos, que había puesto contra las cuerdas a Ibarra y que fue el único ovacionado por los familiares de las víctimas presentes en el recinto. Lo que nadie ignoraba sobre él era que su ahijado de 13 años, Lautaro Blanco, había muerto en la noche del 30 de diciembre, y que su sobrina Maylin terminó internada en terapia intensiva en el Hospital Italiano y se salvó de milagro. Pocos eran los que conocían su temprana ilusión con la política, herencia que recibió de su padre, el historiador de izquierda que le puso su mismo nombre. “A los diez años –contó a Página/12– creía que podía cambiar el mundo con la política.” A pesar de su simpatía ideológica por Ibarra, votó para que fuera interpelado y no se privó de criticarlo con dureza. Desde ese momento quedó en el centro de la escena y lo sabe.
–¿Cuáles fueron las primeras repercusiones de la sesión?
–Llegué a casa a las cinco de la madrugada y un par de horas después me empezaron a llamar de todo el país. Sabía que iba a pasar eso porque había mucha expectativa a partir de lo que había sido mi intervención el 7 de enero, cuando se debatió la interpelación a Ibarra. Después de esa sesión muchos me paraban por la calle para felicitarme y agradecerme por hablar de los sueños y la política.
–¿Cuándo empezó a ver una relación entre la política y los sueños?
–Yo soy del ’63 y vengo de una familia politizada, sobre todo por la herencia de mi padre, a pesar de que yo no estoy en el mismo espacio ideológico que estaba él. Además falleció cuando yo tenía dos años. A los diez ya estaba en una unidad básica, donde escuchaba las discusiones y me iban formando. Jugaba a la pelota, hacía las mismas locuras que todos e iba a las marchas. Fui a Ezeiza, fui a la Plaza de Mayo y me tuve que ir.
–Y su adolescencia llegó con el golpe.
–Sí, y con el golpe llegaron las persecuciones a mi vieja. Pero en el ’79 empezamos a hacer trabajo de barrio en Caballito con un grupo de amigos.
–Siempre detrás del peronismo.
–Estaba vinculado a lo que tenía que ver con la Tendencia, aunque por mi edad apenas logré entrar. Tratamos de reorganizar la juventud peronista.
–¿En ese momento creía que la política podía cambiar el mundo?
–Lo creía y lo sigo creyendo. Aunque tuve momentos de alta y de baja en esa fe, nunca puse en duda la idea de la política como herramienta. Cuando me desencanté con lo partidario seguí con el trabajo barrial. Teníamos un conjunto llamado Canto del Viento y tocábamos música latinoamericana. Era percusionista y cantaba. Ahí empezamos a trabajar con Chacho Alvarez en lo que fue el MRP, una alianza entre el chachismo y ATE capital, de Germán Abdala. Seguí militando en Caballito y trabajamos muy fuerte en la renovación peronista hasta que en el `90 nos fuimos al Grupo de los 8.
–¿Qué esperaban de los ’90?
–Venía un proceso muy duro en el que había que pelearle al menemismo.
–¿Por esos años compartía política con periodismo?
–Desde algunos medios radiales empecé a tener un desarrollo en el periodismo. Fui productor de radio, tuve programas de opinión y arrancamos un programa junto a Pablo (el papá de Lautaro y Maylin), dedicado al fútbol infantil, que ya lleva 14 años.
–¿Pensó que desde el periodismo también podía cambiar el mundo?
–Siempre la consideré como una herramienta muy fuerte y empezamos con Pablo a vincular nuestro trabajo en los medios con trabajo comunitario. Todo al servicio de una estrategia política y social. Después llegó la Alianza y yo me corrí de lo político. Puse todas las fichas en el trabajo barrial y cultural con los chicos en los clubes.
–¿No creyó en la Alianza?
–No, siempre fui muy crítico, desde que sentí que dentro del Frente había que ocultar un pasado a lo mejor peronista. Nadie puede negar su origen. Voté y acompañé, pero nunca adherí. Fueron años en los que llegué a trabajar vendiendo ensaladas de frutas en la calle, o atendiendo el buffet de Radio Rivadavia y no me pasa nada por decirlo.
–¿Qué relación tuvo en esos años con Ibarra?
–En realidad yo tuve relación con él recién en 2004. El no viene de la militancia barrial. Fuimos compañeros en el primer partido que se formó con Chacho, el Movimiento por la Democracia y Justicia Social, pero él llegó por afuera de la militancia. No me registraba y recién en la última parte del año pasado empezamos una relación de diálogo, que la verdad es que venía bastante bien. Yo me identifico más con el proyecto de Kirchner pero siempre me sentí en la misma vereda que Ibarra.
–Usted a los 10 años quería cambiar el mundo con la política. ¿Qué quieren los chicos de esa edad con los que trabaja en los barrios?
–Para esos pibes la política es algo lejano y no santo. Pero son esos los mismos pibes que se jugaron la vida entrando a rescatar a sus amigos a Cromañón. Lo que veo es que todo el fenómeno de las bandas y de las tribus habla de pertenencia, algo que la política no logra para nada.
–¿Cree que esa es una batalla perdida de la política con los jóvenes?
–La única forma de revertir ese divorcio de los jóvenes y de la sociedad es que los políticos vuelvan a ser confiables, y se recupere la vocación de servicio de los funcionarios. Hace falta un cambio muy fuerte.
–¿Eso tiene que ver con el pedido de ir al fondo que hizo a Ibarra?
–Claro, porque no es que fue una cosa aislada: es que existe un sentido de la política como corporación, como secta, donde lo único que importa son las formas de financiamiento de la política. Eso es lo que lo hace a él tomar una posición de tanta distancia y no involucrarse. El viernes me dejó pasmado la distancia que él tomó con todo lo que pasó. ¿Dónde dejó su costado humano? Tiene que dejar aflorar al ser humano, porque si no cruza la raya de lo que era antes. Ibarra tendría que haber ido a los hospitales y no especular políticamente si lo iban a insultar o escupir.
–Desde el Gobierno lo llamaron a Ibarra para felicitarlo. ¿Cómo lo tomó usted, más identificado con el proyecto del kirchnerismo?
–Me faltan elementos que tienen en el más alto nivel del Gobierno, donde evalúan otras circunstancias. Pero el presidente (Néstor) Kir-
chner nos convocó a un país en serio y creo que no hay país en serio sobre la base de la injusticia. Me cansé de que apostar al mal menor: cuál es el mal menor cuando hay 191 muertos.
Informe: Alfredo Ves Losada.
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