EL PAíS
› SE ACERCA EL RECAMBIO Y SE AGRAVA LA PELEA EN LA CGT
No se juntan ni para sacarse la foto
› Por Laura Vales
Si la convivencia en el triunvirato que conduce la CGT era difícil, la cercanía de la fecha en que debe designarse a la sucesión ha puesto las cosas aún más complicadas. Mientras Hugo Moyano y los jefes sindicales aliados especulan con desplazar a Susana Rueda (la quieren lejos, si es posible fuera del país), ella ha empezado a utilizar la palabra ruptura. Por el enfrentamiento, el Consejo Directivo de la central obrera no ha podido reunirse en lo que va del año.
El mandato de Moyano, Rueda y José Luis Lingeri vence en tres meses. Cuando la CGT se reunificó, en julio pasado, se acordó que el trío gobernaría por un año. Los moyanistas aseguran que un punto clave del pacto fue que, cumplido el plazo, Moyano quedaría al frente de la CGT como su único titular.
“Conseguimos la unidad el 14 y el 15 empezaron los problemas por Rueda”, dice uno de los hombres del camionero. “Ese día hicimos la primera reunión del nuevo Consejo Directivo. Ella aparece y desconoce el acuerdo: ‘Yo no estuve en las negociaciones, no sé de qué me hablan’, dice, como si hubiera bajado de un plato volador. Al rato pide la palabra: ‘Yo pertenezco al sindicato de salud y acá no se fuma’. Eramos cuarenta tipos, (Omar) Viviani se levantó como leche hervida. Cayó mal. Aparte, ella se sentó en el lugar medio, Moyano y Lingeri la tuvieron que flanquear.”
La relación no mejoró con el tiempo. Si el año pasado Moyano aceptaba que Rueda ocupara, luego del traspaso, un sitio en la segunda línea, ahora no la quiere ver ni pintada. Las reuniones a dos tandas del Gobierno con la CGT (Moyano y Lingeri primero y luego Rueda, o viceversa) ya son un clásico en el Ministerio de Trabajo y la Rosada. La dirigente también fue excluida de las conversaciones con la Unión Industrial.
De milagro, el triunvirato aparece junto para la foto en algún acto oficial, como el realizado con las asociaciones de defensa del consumidor. En el salón de la CGT estaba todo listo, los medios esperando, cuando Moyano y Lingeri hicieron saber que no bajarían si estaba Rueda. “Está bien”, dicen que les mandó a decir ella. Pero cuando empezó el acto, apareció y subió al escenario. Se quedó parada atrás, en un segundo plano tan ostentoso que de inmediato se convirtió en el centro de la atención. Los otros dos la tuvieron que llamar para que se sumara a la ceremonia. Rueda sabe sacar tajada de esas escenas de vodevil. Era una figura desconocida en el plano nacional al asumir el cargo; cada vez que los jefes sindicales la torean, su figura crece.
El triunvirato expresa a los tres grandes sectores de la CGT. Rueda fue designada en representación de Los Gordos como Armando Cavalieri (Comercio), Carlos West Ocampo (Sanidad) y Oscar Lescano (Luz y Fuerza); Moyano por el MTA y Lingeri por los gremios menemistas y otros que se acomodan a como venga el viento, vinculados a Luis Barrionuevo. Es esa relación de fuerzas la que cambió. El sostén gremial de Rueda disminuyó mientras la alianza entre Lingeri y Moyano se fortalecía. Los buenos oficios de Barrionuevo sirvieron a su vez para acercarle al camionero el respaldo de algunos de los gordos.
¿De dónde saca hoy su fuerza un sindicato?, pregunta Página/12 a uno de los hombres que mejor conocen la vida interna de la CGT. “De su relación con el poder”, es la respuesta. “También pesa la organización gremial en sí misma, su capacidad de movilización. Y la caja.” La apreciación permite entender algunos apoyos a Moyano como jefe único de la central obrera. “Los Gordos, los dirigentes que acompañaron al menemismo, no tienen cómo subsistir sin una relación simbiótica con el poder. Necesitaban a Moyano y su relación con Kirchner. Por eso lo van a sostener al frente de la CGT.”
“La unidad de la CGT es un camino de construcción”, dice por su parte Susana Rueda a Página/12. “Aunque esa unidad no se ha fortalecido, sino deteriorado. Yo no estoy pensando en una ruptura, pero hay un sector que quiere romper porque no se siente representado por Moyano.” Es claro que no está dispuesta a ser desplazada en silencio. Tiene un par de cartas que jugar. En principio, la CGT debe llamar a un congreso para votar la sucesión, lo que le asegura una vidriera. “Si quieren que me vaya, que me echen”, suele decir. En segundo lugar, está la alianza entre Moyano y Barrionuevo, que Rueda quiere hacer visible como una advertencia al Gobierno de que el camionero podría obstruir la gestión presidencial. Cuando Kirchner vea qué gremios se alinean con Duhalde y cómo influye Barrionuevo, dice el razonamiento, no se va a quedar de brazos cruzados mirando la interna desde afuera.