Dom 03.04.2005

EL PAíS  › NUNCA SE DETERMINO SI FUE SOLO ALI AGCA O UN COMPLOT

El misterioso atentado de 1981

Por Lola Galán *

Ali Agca abandonó Italia en 2000, donde había permanecido en prisión 19 años, llevándose el secreto de un atentado que nadie ha podido esclarecer por completo. Agca, de 46 años, encarcelado en estos momentos en una prisión turca, donde cumple una doble condena por el asesinato de un periodista, en 1979, y por un atraco a mano armada, espera poder beneficiarse de una amnistía otorgada por las autoridades turcas en 2002 que reducirá sensiblemente su pena.
El terrorista de extrema derecha declaró, apenas llegado a su país, que los verdaderos instigadores del atentado se encuentran dentro de la fortaleza vaticana. Agca, descripto hace poco por Antonio Marini, que fuera fiscal en el juicio de apelación que se celebró en Roma en 1986, como un verdadero precursor de los kamikazes del 11 de septiembre, debe de saber al menos parte de la verdad. Era miércoles, el 13 de mayo de 1981, cuando la figura de Ali Agca, armado de pistola, se destacó de la masa de fieles que vitoreaban al Papa en la plaza San Pedro y le disparó cuatro tiros.
Con el indulto de Ali Agca se cerró en falso uno de los episodios más misteriosos de la reciente historia italiana. El terrorista turco fue condenado por este delito a cadena perpetua en julio de 1981. Durante todo el proceso intentó defender la tesis de que había actuado en solitario dominado por una especie de esquizofrenia paranoica que lo llevó a creerse una especie de redentor del Islam. De hecho, los policías que lo detuvieron encontraron en su bolsillo una carta de despedida, muy similar a la que sería hallada más de 20 años después entre los efectos personales de Mohammed Atta, el kamikaze que dirigió los atentados del 11-S.
El periodista turco Ugur Mumcu fue el primero en hablar de la llamada pista búlgara, y Agca, que militaba con el grupo terrorista ultraderechista Lobos Grises desde su adolescencia, admitió en aquel juicio haber actuado como mero peón de una operación más amplia en la que figuraban varios ciudadanos búlgaros. La pista búlgara presuponía la existencia de un complot para eliminar al Papa polaco, detrás del que apuntaban los servicios secretos soviéticos. La tesis tenía su lógica. Wojtyla había inflamado los ánimos políticos en Polonia, donde había sido acogido como un liberador en su primer viaje como Papa, en 1979. Los dirigentes comunistas europeos y los de la Unión Soviética vieron con horror lo que se les venía encima. ¿Cómo descartar que se hubiera recurrido a un atentado para eliminar semejante peligro? En el mismo proceso se descubrió que Agca no había actuado solo. Otro compatriota suyo, Oral Celik, tenía previsto intervenir en caso de fallar los disparos de su compañero. Pero nadie mostró pruebas convincentes.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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