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Una democracia de deseos y miedos
Por José Natanson
No es una crónica histórica en sentido estricto, ni tampoco un ensayo de teoría política sino más bien una cruza de géneros, donde el relato cronológico se mezcla con puntos de vista más analíticos, conformando una “historia política” de los últimos veinte años de democracia. El eje que recorre todo el período, desde 1983 hasta hoy, es la interacción compleja entre los dos imperativos para la consolidación de la democracia: la preservación de las instituciones políticas y la estabilidad de la moneda.
“La experiencia histórica nos indica que la democracia es vulnerable, pues está hecha de deseos y miedos”, sostiene en La Argentina en emergencia permanente (Edhasa) el politólogo Hugo Quiroga, que busca los presupuestos fundamentales del proceso de construcción de la estabilidad democrática y subraya dos pilares: la legitimidad institucional y la legitimidad de la moneda, que el autor define no sólo como un medio de cambio sino como productora de sociabilidad, como un instrumento capaz de conjurar la violencia. El éxito en la consolidación de ambos factores –sostiene– resuelve los dos problemas primordiales de cualquier Estado: “la incertidumbre del desorden político y la incertidumbre del desorden económico, es decir, los inconfundibles conflictos que tienen lugar cuando no se acepta la sucesión pacífica del poder y cuando hay desconfianza en la unidad de cuenta común de la sociedad”.
El relato comienza con el gobierno de Raúl Alfonsín, “que comprendió que los términos de la contradicción principal de los años ‘80 no eran liberación/dependencia sino democracia/dictadura”. Quiroga describe el paso por las diferentes fases del alfonsinismo, desde la inicial y optimista “democracia como ilusión” a la mucho más modesta –y realista– “democracia como procedimiento”, y se detiene en algunos momentos clave de aquellos años: el Consejo para la Consolidación de la Democracia, el discurso de Parque Norte y el Plan Austral.
Si durante la gestión radical la atención se centró en las instituciones, durante la gestión menemista la preocupación se trasladó a la inflación y al mantenimiento de la estabilidad de la moneda. “La democracia argentina ha demostrado la relación entre legitimidad de la moneda y crisis política”, sostiene Quiroga. Su relato, que continúa con los gobiernos de De la Rúa, Duhalde y Kirchner, permite entrever una constante que caracteriza a todas las gestiones desde 1989 hasta ahora: el decisionismo político. “Esa práctica de gobierno no suspende el estado de derecho, lo atenúa, lo opaca, y se instala como una condición de sobrevivencia de la democracia. No se detiene el orden jurídico sino que nace una legislación de ‘excepción’ cuyo fundamento es el estado de necesidad”.
Seriamente documentado y salpicado con citas de teóricos de la ciencia política, la historia y el derecho, La Argentina en emergencia permanente funciona como un recordatorio de lo cerca que se encuentran los sucesos de diciembre del 2001 y de la esencia débil y tambaleante de la democracia argentina. El foco está ubicado en las instituciones: en este sentido, Quiroga destaca la importancia de preservar la legalidad y el estado de derecho, sin perder de vista que se trata de construcciones políticas, producto de largos procesos sociales, y sin caer en un neoinstitucionalismo zonzo, de esos que tiñen buena parte de la teoría política actual. Por eso el último capítulo –“La democracia es como la hacemos”– subraya la idea de que, aunque vivimos en una democracia frágil y amenazada, siempre es posible avanzar en la construcción de mejores instituciones.