EL PAíS
El futuro Museo de la Memoria de la ESMA empieza a tomar forma
Colocaron los primeros carteles de señalización. Ibarra recorrió el lugar junto con sobrevivientes y miembros de organismos de derechos humanos.
“El destino del predio deberá contribuir al recuerdo permanente de esta etapa trágica de la historia argentina como ejercicio colectivo de la memoria, con el fin de enseñar a actuales y futuras generaciones las consecuencias irreparables que trae aparejada la sustitución del estado de derecho por la aplicación de la violencia por quienes ejercen el poder del Estado.” Así dice uno de los carteles que forma parte del futuro Museo de la Memoria de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).
Desde el portón central, por el que entraban los detenidos en los autos de la patota hasta “capuchita”, la sala en el altillo en la que los detenidos permanecían vendados y atados acostados en una colchoneta ubicada en un pequeño espacio separado por tabiques de madera. Todos los sitios del Casino de Oficiales de la ESMA fueron marcados para que los futuros visitantes del lugar puedan guiarse en los vericuetos del horror. El objetivo, como lo indican las señales, es “transmitir que el compromiso con la vida y el respeto irrestricto de los derechos humanos deben ser valores fundantes de una sociedad justa y solidaria”.
El jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra, y la subsecretaria de Derechos Humanos de la ciudad, Gabriela Alegre, recorrieron ayer lo que fue el centro clandestino de detención de la ESMA junto con representantes de organismos de derechos humanos. El motivo fue conocer la señalización que indicará a los futuros visitantes el recorrido que realizaban los detenidos desaparecidos. Los carteles describen cómo funcionaba la ESMA a través de los testimonios que quienes pudieron sobrevivir. Estuvieron, entre otros, Estela Carlo-
tto y Buscarita Roa, de Abuelas de Plaza de Mayo, y Lita Boitano y Hugo Argente, de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas.
Víctor Basterra y Ana Testa, dos ex detenidos de la ESMA, explicaron a quienes participaron de la recorrida los significados de las palabras que, en jerga de los marinos, designaban cada uno de los sitios con una determinada función dentro del esquema represivo que comandaba el dictador Emilio Eduardo Massera. Mostraron el sótano, al que le faltan las divisiones de madera aglomerada que, según las épocas, delimitaban la enfermería, la oficina de documentación, el laboratorio, el comedor o una sala de interrogatorio. Guiaron hasta El Dorado –en la planta baja–, un amplio salón con cortinas hasta el piso en el que los marinos hacían de estrategas. Y subieron hasta “capucha” y “capuchita”, en el tercer piso y el altillo a dos aguas. En esas dos salas se “depositaban” a los secuestrados después de la tortura, después de haber pasado por la “huevera”.
“Esto es fruto del trabajo de los organismos y los sobrevivientes a partir de la decisión del gobierno nacional de recuperar este espacio. Esto es de alguna manera recuperar la dignidad y comprometerse con la verdad. Que todas las generaciones puedan ver el horror que se vivió aquí en la Argentina, horror que tiene nombres y apellidos, tanto para los que lo ejecutaron como para los que lo sufrieron”, señaló Ibarra.
Por el momento, la señalización abarca la entrada y el Casino de Oficiales, aunque todavía no hay fecha para el inicio de las visitas. La Marina ya desalojó ocho edificios del predio, cuyo destino definirá una comisión bipartita formada por los funcionarios de las áreas de derechos humanos de la Nación y el gobierno porteño en base a un debate con organismos de derechos humanos y otros sectores sociales. Las instituciones navales y educativas que todavía funcionan en ese terreno terminarán de irse de allí a fines de este año.
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