Sáb 02.07.2005

EL PAíS  › PANORAMA POLITICO

VOCES

› Por J. M. Pasquini Durán

Uchuracay es una pequeña aldea andina del Perú, cuya mínima población de campesinos indígenas se afamó por un tiempo, cuando la guerrilla Sendero Luminoso combatía en esas zonas, debido a que mató a pedradas a una delegación de periodistas, lo que la convirtió en objeto de estudio de un comité interdisciplinario de especialistas encabezado entonces por Mario Vargas Llosa. El múltiple asesinato y sus móviles se descubrieron después por casualidad, pero entre los hábitos comunales revelados por la investigación figuró éste: cada año antes de la siembra los pobladores se reunían en asamblea para decidir si sería maíz u otro grano y el debate se realizaba a gritos. Cada parcialidad voceaba su preferencia y no callaba hasta que la decisión se hacía unánime, aunque el trámite demorase horas o días. Varias de las actuales internas partidarias en Argentina, con la bonaerense a la cabeza, a juzgar por la vocinglería que se levanta de cada una de ellas, utilizan métodos semejantes a los de Uchuracay, a pesar de las modernas técnicas de publicidad y marketing que aplican a costos multimillonarios.
Desde las comunidades primitivas hasta las urbanas de la modernidad es natural que alberguen voces y opiniones contrapuestas, cada una de las cuales trata de imponer sus criterios a la mayoría. Incluso en las agrupaciones y movimientos donde predominan los caudillos, la formación de tendencias internas es inevitable y hasta necesaria, puesto que esas fricciones evitan la uniformidad totalitaria. Esto sucede en las colectividades humanas de cualquier geografía, por lo que se equivoca el cardenal Bergoglio al afirmar, una semana atrás, que con dos argentinos “armamos una interna”. Más que un certero dato sociológico, el chascarrillo cardenalicio parece preñado de la intención de entrometerse en algún entrevero mayor de caudillos peronistas.
Las internas, por supuesto, también tienen su lado oscuro. Sucede cuando abandonan el debate de ideas o proyectos para dedicarse a la áspera riña por el control territorial, el trueque de favores o bienes, el tráfico de influencias, el soborno, el chantaje y otras modalidades que son típicas del reparto del botín entre corsarios o mafias. En esto acierta el jesuita Bergoglio cuando pide que se restituya “el alma” a la política “que la partidocracia le ha quitado. No digo los partidos, sino la partidocracia, el corporativismo que le quita diversidad y le hace perder la trascendencia a los otros, el servicio a la comunidad”. Cada vez que se abre la temporada de caza de votos se hace difícil realizar la comunión de cuerpos y almas, porque la mayor parte de las creencias quedan subordinadas al imperativo deseo de ganar.
En estos momentos los programas, los proyectos, hasta las ideologías en algunos casos, quedaron traspapelados debajo de un montículo de números, las encuestas de opinión, y aún los más encumbrados administradores de los negocios públicos escuchan voces a todas horas, las de los encargados de interpretar los signos de esos torrentes de porcentajes en los que, en teoría, está escrito el porvenir. No son pocos los que arman sus listas de candidatos, al menos los primeros cinco puestos, y fraguan alianzas o encuentros interpartidarios, igual que un alquimista combinando sustancias en la probeta para producir oro en el laboratorio.
Son muy escasos los que afrontan el desafío de los comicios sin hacer alguna mezcla, aunque no sea de pureza asegurada, y menos aún los que se quedan afuera de las apuestas combinadas por pura convicción; por lo general se debe a que nadie acepta sus condiciones o tienen poco y nada para ofrecer a sus potenciales socios. Desde la derecha hasta la izquierda, basta mirar las listas que se van conformando en estos días, el mestizaje es la condición predominante. A pesar de esas concertaciones, la fragmentación es el paisaje sobresaliente y lo que se llama las mayorías seguirán discurriendo por canales conocidos, es decir sin ninguna sorpresa o novedad sobresaliente. La renovación política todavía es un propósito postergado.
Según las normas vigentes, la abstención y el voto en blanco, aunque aumenten, son una preocupación lateral para los competidores, ya que sólo se cuentan los llamados votos válidos. Es decir, la indiferencia o el desdén no cotizan en el mercado de valores electorales y es una lástima porque pese a que si uno se deja llevar por el ruido mediático pareciera que el país entero está en vilo para saber si Kirchner y Duhalde saldrán juntos en la próxima foto oficial, o cuándo será la próxima aparición de la Primera Dama, en realidad ni esas figuras ni ninguna otra de la oposición están en el centro de la atención pública, o sea de los hombres y mujeres reales que atraviesan las fatigas cotidianas.
Cualquiera que preste atención a los sonidos de la calle podrá advertir que allí no hay tómbola electoral que suene, pero en cambio otras voces atraviesan el ambiente, aunque no son las de los pronosticadores electorales. Son las de los afligidos, los necesitados, los insatisfechos, los indignados, los que quieren trabajar y no pueden, los que tienen empleo pero no les alcanza, el escombro de los techos de las escuelas que se vienen abajo, el silbido del viento que se cuela en las aulas por ventanas con los vidrios rotos, el silencio de los hospitales que ya no reciben a los enfermos y los doloridos porque nadie escucha las demandas de sus profesionales y trabajadores.
Durante los últimos once días, en un trayecto que abarcó desde San Miguel de Tucumán a la Plaza de Mayo, cuatrocientos chicos y chicas realizaron una marcha con la esperanza de lograr que alguien los escuche. Según el Indec, el 56,4 por ciento de los menores de 18 años son pobres (7.730.708) y el 23,6 por ciento son indigentes (3.234.835)”. Ayer llegaron a su meta geográfica, pero el Congreso está inactivo porque los representantes del pueblo están ocupados en el negocio electoral, y el presidente Kirchner tenía audiencia con Manu Ginóbili, un fenómeno del básquet que nunca tuvo que hacer semejante maratón para encontrar un futuro mejor.
La Caravana Nacional Docente también atravesó el país entre abril y mayo últimos para reclamar la sanción inmediata de una Ley de Financiamiento Educativo que garantice mejores salarios, igual y mayor inversión por alumno, escuelas en condiciones aptas, material didáctico, más becas... pero los congresistas por entonces ya estaban paralizados debido a que la bancada mayoritaria no sabía si era una sola debido a la interna del PJ.
Por supuesto, en la calle además se puede escuchar la música de las fiestas populares, el susurro de las sedas y el tronar de las transparencias en los festejos de los poderosos, el barullo de las obras que reactivan la industria de la construcción y el impresionante ronroneo de automóviles nuevos que circulan en los principales centros urbanos.
En el vacío que hay entre esos dos países, en el hueco de la brecha, allí es donde vaga la política sin alma. Por ahora, no es un puente, es un hoyo sin fondo, donde las voces más urgentes caen y se pierden, sin retorno.

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