EL PAíS
› CRECE EL MALESTAR DEL GOBIERNO CON BIELSA POR EL CASO CROMAÑON
Cuando el perfil es demasiado propio
Su apoyo a los familiares y a la Comisión Legislativa y sus críticas a Estela Carlotto aumentaron el enojo en la Casa Rosada.
› Por Diego Schurman
“El Pichón quiere volar.” La frase podría aludir a una tierna novela de media tarde. Pero se escuchó ayer en la Casa Rosada para describir con sorna, y mucha preocupación, la actitud de Rafael “Pichón” Bielsa en la campaña electoral. Para decirlo en poca palabras: Néstor Kirchner considera que el canciller, en su afán de mostrar perfil propio, termina diferenciándose del mismo Gobierno que lo convirtió en candidato porteño.
Lo de Pichón no alude a la fisonomía. Bielsa mide más de un metro ochenta y es un apasionado de la gimnasia con complementos. El apodo, que le endilgaron algunos colegas del gabinete, es por la tendencia del canciller a llamar así a sus interlocutores. La ironía oficial entonces no es con Pichón, sino con su intención de “volar”. Ayer la Casa Rosada era un hervidero. Varios funcionarios estaban enojados por la manera en que Bielsa profundizó sus diferencias con la postura gubernamental en el caso Cromañón, como si se tratara de un referente de la oposición.
“Yo no voy a estar presente en Buenos Aires, pero mi mujer va a ir al acto de los familiares de Cromañón, va a ir a representarme y ésa es mi posición”, dijo ayer el canciller desde Guayaquil. El fin de semana, al opinar sobre el dictamen de la Comisión Investigadora de la Legislatura porteña, que el viernes recomendó al juicio político a Aníbal Ibarra, dijo: “No creo que tenga una dosis de oportunismo electoral”.
Unas horas antes, Alberto Fernández había dicho lo contrario. Además de jefe de Gabinete, Fernández es el titular del PJ porteño y quien terminó convirtiendo a Bielsa en el candidato de la Casa Rosada luego de comprobar que entre los potenciales aspirantes oficiales era el que mejor medía en las encuestas. Fernández nunca se mostró embelesado con el candidato y Bielsa nunca se mostró embelesado con la candidatura. El jefe de Gabinete sueña con suceder a Ibarra y si el canciller triunfa en la Capital se transformará en un competidor real para ese cargo. Lo curioso es que Bielsa, y así lo ha expresado en privado, hubiese preferido decirle “no” a Fernández y quedarse en el Ministerio de Relaciones Exteriores.
Es vox populi que ambos no comulgan. Bielsa dio una pista en ese sentido en sus declaraciones radiales. “Un partido político es un ámbito donde hay coincidencias y disidencias. Si alguien tiene interés en atizar una presunta diferencia entre el jefe de Gabinete y yo, que lo haga. Yo no estoy manifestando una diferencia, estoy manifestando una preferencia, que es la preferencia por mis valores. Me parece –concluyó en Radio Mitre– que sería sencillamente canalla que esto se transformase en un episodio electoral: hay 200 chicos, 200 criaturas que murieron.”
Se podrá pensar que Bielsa compartió con Milcíades Peña, uno de los autores del dictamen de Cromañón, un espacio bajo la sigla Gesta, y que por eso no quería contradecirlo. O que opinó lo que pensaba sin ningún tipo de especulación, a sabiendas de hacerlo distinto a la Casa Rosada. O que, siendo un tema tan espinoso, prefirió decir lo que los familiares de las víctimas querían escuchar. Incluso buscando explicar los huevazos a la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Carlotto. “Una cosa es explicar y otra cosa es justificar. Yo me explico el dolor y las reacciones desmedidas de quienes han sufrido, no quiero decir que las justifique, lo que me parecería canallesco es que la política expropiara el dolor, el ánimo y el lenguaje de las víctimas... Me parecería inaceptable que la política expropiara este sufrimiento y victimizara de la misma manera a Estela Carlotto”, dijo.
Lo concreto es que desacomodó a un Gobierno que trabaja por el encolumnamiento de su tropa. Claro que éste no es el primer episodio. Semanas atrás se diferenció nada más y nada menos que de Cristina Kirchner. La primera dama había emparentado a Eduardo Duhalde con El Padrino. Bielsa no tardó en blanquear su disidencia con eso. Prefirió limitar las críticas a Elisa Carrió y Mauricio Macri.Ya antes de convertirse en cabeza de lista del Frente para la Victoria, se movía con independencia de criterios. Por ejemplo cuando se manifestó, en un artículo de opinión escrito para Clarín, a favor de la participación argentina en el ALCA. En aquella oportunidad, Kirchner lo llamó para expresarle su desacuerdo con la publicación del texto.
Hubo desajustes, también, con aquella reunión de Bielsa con el hijo de la disidente Hilda Molina, a quien Fidel Castro no permite salir de Cuba. Kirchner se enojó en privado. Había pedido en esos días no darle demasiado relieve al tema ya que, estimaba, perjudicaba su gestión.
Más cercano en el tiempo, hubo un cortocircuito que puso el alerta rojo en la Casa Rosada. Fue luego de que Bielsa se quejara por las críticas del titular de la AMIA, Luis Grynwald. El dirigente había acusado a Relaciones Exteriores de cajonear las gestiones para que Interpol reestablezca los pedidos de captura internacional de 14 iraníes sospechosos de participar en el atentado. Otros funcionarios del Gobierno debieron intervenir para descomprimir la situación.
Hace unos días, cuando Bielsa dijo que, a partir del 23 de agosto, pedirá licencia para incursionar en la campaña, los hombres del presidente Kirchner empalidecieron. No por la noticia en sí, a la que consideraron razonable, sino por haberse enterado de la misma a través de los diarios.
Muy cerca del Presidente dicen que no se trata de una falla de coordinación. Prefieren focalizar el problema en el viejo anhelo de Bielsa de dejar de obedecer órdenes –“Kirchner es mi último jefe”, expresó en su acto de lanzamiento, en el ND Ateneo– para lograr así, como aspiraría cualquier pichón que se precie, a una total autonomía de vuelo.