EL PAíS
La trama de la sesión que halló al Gobierno con la guardia baja
El resultado de la votación sobre subversión económica fue inesperado. Los peronistas culparon a los radicales pero lo cierto es que el oficialismo no pudo alinear a su propia tropa. Los que se quedaron, debiendo irse. Y viceversa. Los grandes ausentes. Los que votaron “raro”.
› Por Eduardo Tagliaferro
Las caras largas no dejaban lugar a dudas. A pesar de lo avanzado de la noche los mozos corrían todavía de un lugar a otro del salón. Entre plato y plato, el titular de la Cámara de Diputados, Eduardo Camaño, el ministro del Interior Jorge Matzkin y el senador santafesino Oscar Lamberto, comentaban el revés que acababa de sufrir el PJ en el Congreso. “Nos cagaron”, dijeron a modo de conclusión. La furia de los hombres del oficialismo tenía como principal destinatario a uno de los suyos: el duhaldista José María Díaz Bancalari. Le achacaban no sólo no haber logrado los dos votos que le faltaron al PJ para conseguir que su proyecto fuera aprobado, sino además no haber convencido de abandonar el recinto a los que votaban en contra de la iniciativa oficial, entre ellos a los entrerrianos Julio Solanas, Teresa Ferrari de Grand y Blanca Osuna. El desconcierto de los comensales ponía en evidencia la falta de una estrategia funcional a la derogación de la norma.
Algunas horas después, ya recompuesto y frente a los micrófonos, Matzkin hizo centro en los socios de la coalición parlamentaria que mantiene al oficialismo. “El radicalismo en su conjunto se equivocó”, dijo el pampeano para evitar hablar de los suyos. Varias horas antes de la votación existía la sensación de que el PJ tendría un escaso margen. Pocos de los 207 diputados que, según el reloj, estaban presentes en la Cámara baja, pensaron que el proyecto del peronismo iba a ser derrotado. Para explicar el hecho, casi todos pusieron la paja en el ojo ajeno.
u Todos unidos triunfaremos: Aunque el sistema electrónico computó que el peronismo perdió la elección por 102 votos contra 99, hay un voto que siempre se formula de viva voz porque no es registrado por la informática: el de la menemista salteña Lelia Chaya, quien para los registros figuró como ausente. Computando ese voto, al oficialismo le faltaron dos para imponerse. “Esto se gana o se pierde por dos o tres votos”, había dicho Camaño minutos antes del final, cuando desde el estrado hizo un paneo de los presentes. Frente a él estaba el tucumano que ocupa una banca en nombre del electorado bonaerense, Pablo Fontdevila. Cuando llegó la hora de votar, el ex orteguista ya no estaba en el recinto. “Si hay un legislador que no podía votar contra Duhalde, precisamente ese es Fontdevila”, explicó a Página/12 un conocedor de la interna justicialista. La votación nominal también pone en blanco sobre negro las disidencias del peronismo. La santafesina María del Carmen Alarcón compartió con Duhalde las amargas mieles del viaje a España e Italia. Todo indicaba que tendría que haber estado sentada en su banca y votar por el oficialismo. La diputada reporta directamente al gobernador Carlos Reutemann, tal vez eso explica su ausencia a la hora de votar.
Así como se ausentaron los que tenían que apoyar, el PJ no pudo, aunque lo intentó, conseguir que algunos de los propios que se oponían a la iniciativa se retiraran. Mientras Díaz Bancalari desgranaba su discurso de cierre, el salteño Juan Manuel Urtubey pretendía convencer a alguno de los díscolos. Fue clara la negativa del santacruceño Sergio Acevedo, un hombre encolumnado con Néstor Kirchner. También sufrió el rechazo de Gerardo Conte Grand y la santacruceña Mónica Kuney. El bloque sufrió 21 ausencias. No todos ellos hubieran acompañado al bloque. Una de las bancas que llamativamente estuvo vacía, fue la del tucumano Ricardo Falú.
Producida la derrota, los más representativos del bloque ostentaron estar satisfechos con el resultado. De alguna manera minimizaron la derrota y fomentaron a quienes apelaron a la teoría conspirativa de un acuerdo entre radicales y peronistas tendiente a que finalmente los senadores terminen consagrando la derogación de la norma. Medida a la que suscriben los gobernadores y que el Fondo reclama. Al momento de votar, fue Humberto Roggero, el titular del bloque el que le ordenó a a los suyos que no todos votaran por el dictamen del radicalismo. De esta manera lavotación no alcanzó los dos tercios necesarios para poner en aprietes a los senadores.
u Adelante radicales: “Me sorprendió el resultado, yo pensaba que el peronismo ganaba la votación”, explicó a este diario la autora del dictamen radical, la bonaerense Margarita Stolbizer. Por esas paradojas, ella aparece absteniéndose cuando llegó el momento de votar por su proyecto. “Yo voté, lo que sucede es que el reloj no me computó el voto”, dijo para justificar lo que aparece como insólito. También por esas rarezas, la autora de la iniciativa oficial la duhaldista María del Carmen Falbo, en la segunda votación terminó votando por su contendiente radical. “En este tema, estamos jugados en serio, cómo íbamos a retirar nuestro proyecto”, dijo a este diario el radical correntino Noel Bread. Desde el ARI se le endilgó a los radicales no haber levantado su dictamen para lograr que el proyecto del PJ terminara siendo rechazado y no pudiera volver a ser tratado por un año. Antes de la votación, Jesús Rodríguez había invitado implícitamente a los miembros del bloque de centroizquierda a que acompañaran el proyecto de la UCR para obtener los dos tercios de los presentes.
u Terceros afuera: Los seguidores de Elisa Carrió aparecieron como los más previsibles. Aunque no llevaron ningún proyecto propio, ni otro tipo de alternativas, denunciaron la impunidad que la norma puede darle a los banqueros acusados por la Ley de Subversión Económica. A la hora de votar se mantuvieron en sus trece. En las dos ocasiones lo hicieron por el no. Sin embargo, cuando desde el radicalismo se les señaló que “terminaron siendo funcionales a quienes piden la derogación de la norma” se irritaron y adhirieron a la teoría de un pacto conspirativo entre el PJ y la UCR. Argumento atendible si no fuera por la agudeza de la crisis política que sacude por igual a ambas bancadas y que amenaza con empujar al Gobierno a dar un paso más adelante del borde del precipicio.