La campaña en la que se definirá la suerte del propio Carlos Menem incluyó choques entre facciones, piedrazos, trompadas y hasta tiros. La tensión está instalada en la provincia.
Desde La Rioja
La Rioja trocó ayer la típica siesta por un relato de Far West. La campaña incluyó piedrazos, trompadas y hasta tiros entre militantes de una provincia donde lo que calienta no es sólo el sol, sino el enfrentamiento entre el gobernador (ex menemista y ahora kirchnerista) Angel Maza, candidato a senador nacional apoyado por Néstor Kirchner, con el mismísimo Carlos Saúl Menem, que pelea con el sello del PJ por una banca con la que obtendrá los fueros para alejar los fantasmas de las múltiples causas penales que lo acosan.
En La Rioja se eligen el domingo tres senadores y dos diputados nacionales y se renuevan 14 diputados provinciales. Para los cargos provinciales se presentaron más de 150 lemas. Como las últimas encuestas dan a Maza ganando por tres puntos a Menem, cobran importancia los acuerdos de último momento que pueda haber entre sublemas de Maza para cortar boleta en favor de Menem. “En los distintos sectores se plantea un vótenme a mí para los cargos provinciales y para los nacionales hagan lo que quieran”, explicó Maza a Página/12.
La guerra de pancartas y carteles de los sublemas dejó su vestigio en una ciudad empapelada hasta el último rincón. Pero la batalla no se limitó a las pegatinas, sino que el Far West explotó ayer en la plaza 9 de Julio de la Capital, donde un reparto de subsidios fue suspendido por la justicia electoral y terminó con una pelea entre sectores del mazismo. El enfrentamiento habría sido entre los partidarios del sublema H, de Jorge Bengolea, y los del sublema T, que encabeza Teresita Luna. “Eh, vieron que con Bengolea no les van a pagar nada”, gritaron de un lado y todo terminó a piedrazos y trompadas.
Las dos caravanas de Luna y Bengolea ya habían tenido un cruce a piedrazos en el cierre del campaña del jueves. El que zafó fue Carlos Menem, que tuvo su caravana en paz, al ritmo de un jingle que, en vez de decir “A ella le gusta la gasolina”, dice “Maza no tiene gasolina”. El problema fue que, al llegar a la plaza donde pensaban terminar el acto, se encontraron con todas las luces apagadas. “El gobierno nos corta las luces en todos los lugares a los que vamos”, se quejaba amargamente el diputado Adrián Menem. Todo en el ex presidente parece un remedo nostálgico de otras épocas, en las que se movía entre fiestas, autos lujosos y countries. En lugar de una caravana en el Menemóvil de otros tiempos, debió utilizar una camioneta común y, en vez de la residencia señorial La Rosadita, hoy Menem vive en una casa en el Golf Club de La Rioja, que –de todas formas– fue pintada para parecerse a La Rosadita. Maza, que también ama ese deporte, no puede ir a jugar para no cruzarse con su adversario. De su esposa, Cecilia Bolocco, no dijo nada desde que anduvo a los besos por televisión con el cantante Miguel Bossé. “De ese tema no hablo”, repitió varias veces ante este diario –con el rostro muy serio– Adrián Menem.
Si bien Menem conserva cierta influencia sobre el electorado riojano, le quedó poco y nada del aparato. Maza tiene el apoyo de todos los intendentes, menos uno: Nicolás Martínez, de Aimogasta. Martínez tiene una industria olivícola y cuando fue el escándalo de la pista de Anillaco, salió a justificar su construcción porque era “para exportar aceitunas”. En su distrito, el Far West riojano (quizás el desierto y los cactus contribuyen al clima) llegó a su máxima expresión el mes pasado: mazistas y menemistas se enfrentaron a los tiros por la pegatina de carteles. Cuando Maza fue a hacer campaña esta semana a Aimogasta, Martínez dispuso un bloqueo en la ruta, pero el gobernador lo sorteó por otro camino. Con los disparos y piedrazos de fondo, mañana se definirá cuál de los cowboys se queda con el rancho.
Informe: Werner Pertot