Lun 24.10.2005

EL PAíS

Distribución, libertad, seguridad

› Por José Pablo Feinmann

Acaso sea posible entender estas elecciones –presentadas como un plebiscito– como un fortalecimiento del kirchnerismo. Acaso sea posible entenderlas como un paso más de Macri hacia el destino que su condición de hijo privilegiado le augura: presidente de Boca. Gobernador de la Capital, Presidente de la República. Podríamos revisar las dos circunstancias.
Un aval al kirchnerismo es –en una primera mirada– un aval a la política de fortalecer socialmente y desde los derechos humanos a la democracia. Aquí se tendrá que señalar lo que hace falta. Uno no termina de entender qué botón privilegiado y secreto de la economía habría que presionar para que el ingreso y su distribución– cambie su cauce en la Argentina. O tal vez lo entienda, pero prefiere la petición programática a una elaborada búsqueda de ese resorte. Ese botón, se sabe, existe. Ese resorte está. ¿Cuál sería? Sería el punto exquisito que diferenciara el esquema de distribución neoliberal (basado en el mercado) de uno que busque su centro en la equidad distributiva. No se nota que el Gobierno lo haya implementado. Debería notarse de aquí en adelante. La mayoría de quienes lo han votado lo hicieron desde la perspectiva de los derechos humanos y la justicia social. Desde un conjunto de ideas que dibujan el rostro de eso que tratamos de decir cuando decimos “centroizquierda”. La izquierda que se ha corrido al centro lo ha hecho buscando la posibilidad de abrir un camino en un mundo notablemente dominado por un capitalismo victorioso en los noventa y agresivo (imperial y bélicamente agresivo) en el nuevo siglo. El gobierno de K representa o encarna ese camino. Lo que no está claro es qué hará con el bendito, digamos, resorte. Si se es de centroizquierda es para producir un cambio decisivo en la distribución. Si ese cambio no se produce los otros (sobre todo los ligados a los derechos humanos) corren el riesgo de quedar demasiado solos. Aislados en lo discursivo o, en el peor de los casos, en una estridencia destinado a paliar, cuando no a negar, lo que no se está haciendo: bajar la pobreza. O mejor: diferenciar con claridad el modelo económico de distribución de la centroizquierda del modelo de distribución neoliberal. Se trata, no de cualquier cosa, sino de enunciar visible y transparentemente ese punto, ese resorte de diferencia. Que el votante-K desea y no ve en funcionamiento real.
El voto-Macri es el voto-Blumberg. Es el voto de un sector capitalino que busca seguridad, orden. Macri, además, ha logrado ser visto como un empresario exitoso y esto le garantiza a ese sector la eficacia en la gestión. Al ser Macri el señalado –en este imaginario– para gobernar la Capital se lo contrapone a la gestión-Ibarra. Se le da primacía a la seguridad por sobre los derechos humanos. Por sobre la libertad. Ocurre que este votante se siente seguro en el ámbito de los derechos individuales. Se siente agredido por lo que él no es y seguro de lo que es: un sector privilegiado de la inserción económica que no tiene que preocuparse por la prepotencia de los organismos de seguridad (muy posiblemente desbocados a partir de la orden de “seguridad ante todo”), sino por los desplazados que genera la economía. Será inútil decirles que en la ecuación libertad-seguridad es siempre la libertad la que pierde. Estados Unidos se está transformando (si no se ha transformado ya) en una dictadura. ¿En nombre de qué? En nombre de la seguridad. Bush avanza en la devaluación de los derechos individuales (que han dibujado el rostro y la propaganda del modelo norteamericano) y nada permite ver dónde habrá de detenerse. La seguridad nunca se detiene en su búsqueda de devaluar la libertad y las garantías individuales simplemente porque identifica la seguridad con el orden y el orden con eso que atinadamente se designa como la “paz de los cementerios”.
Es saludable que se haya vuelto a votar y que la democracia siga entre nosotros. Pero el votante de centroizquierda deberá ir en busca de su autonomía. Que vote y luego vuelva a su casa será su responsabilidad. Que vote y siga lúcido, consciente y crítico y busque hacer algo con quienes piensan como él será su mérito y el dibujo de su verdadera soberanía.

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