Lun 24.10.2005

EL PAíS  › OPINION

Sociedad y política

› Por Horacio Verbitsky

De 1983 a 1989 el promedio de inscriptos que se presentaron a votar fue del 85 por ciento del padrón nacional. Cayó al 80 por ciento en la década siguiente y al 75 en las dos elecciones de esta década, incluyendo la presidencial de 2003. En los comicios provinciales de este año, en Catamarca, Santiago y Corrientes el promedio no llegó al 65 por ciento, aunque en las dos últimas además de legisladores se eligieron gobernadores. Es decir que la línea de participación popular ha sido decreciente desde 1983 en adelante. Con excepción de 1989, 1995 y 1999, donde la tracción de las elecciones presidenciales hizo que la cantidad de votantes recuperara unas pocas décimas, desde 1983 hasta 2003 cada convocatoria provocó menor interés que la anterior. Ni siquiera las elecciones presidenciales de 2003 consiguieron quebrar ese decaimiento. Sin embargo, los primeros datos difundidos anoche indicaban que en los dos principales distritos del país habían votado alrededor del 80 por ciento. Si esta tendencia se confirmara indicaría un grado apreciable de recuperación del vínculo entre sociedad y política, dejando atrás las fantasías golpista y asambleísta que sucedieron al colapso de diciembre de 2001. Nada más importante podrían ratificar las elecciones de ayer.
Algo similar dicen los resultados provisorios que se fueron conociendo anoche. El buen desempeño de las listas apoyadas por el presidente Néstor Kirchner en la suma nacional (cuyo detalle llevará días terminar de conocer, dada la proliferación de siglas y acuerdos distintos en cada provincia) indica una recreación de confianza que no era fácil de imaginar en el tórrido verano de 2002, dado el repudio general a la clase política. También afirma el nuevo liderazgo que surgió de esa crisis, ahora sin padrinos ni tutores.
Tres resultados traen para el Poder Ejecutivo la satisfacción adicional de haber batido a adversarios inescrupulosos: Carlos Menem, Eduardo Duhalde y Luis Barrionuevo. En Catamarca, además, el kirchnerismo desplazó del primer lugar al frente cívico gobernante, quebrando la tendencia general al triunfo de los oficialismos provinciales. Las caídas del duhaldismo en la provincia de Buenos Aires, la del menemismo en La Rioja y la de los candidatos radicales en casi todo el país muestran el hartazgo con quienes lo gobernaron desde la finalización de la dictadura. El consuelo para los seguidores de Alfonsín es la frustrante elección de los principales aspirantes a reconstruir la UCR. Tanto Elisa Carrió cuanto Ricardo López Murphy quedaron por debajo de sus propios resultados nacionales de dos años atrás. En el caso de Carrió su discurso de vencedor moral no es promisorio para el 2007.
Como tendencias con proyección nacional se destacan las victorias de Hermes Binner en Santa Fe, Jorge Sobisch en Neuquén y Maurizio Macri en la Ciudad autónoma de Buenos Aires. Corresponden a sendos fracasos del gobierno nacional, que Kirchner haría bien en no ignorar. Tanto en la Capital como en Santa Fe, el partido justicialista llegó a grados de desprestigio difíciles de remontar. Además de la imagen presidencial son necesarios candidatos que lo representen de modo convincente, como CKF lo hizo en Buenos Aires. Agustín Rossi por poco conocido y Rafael Bielsa por demasiado conocido quedaron lejos de la meta, pese a lo cual Rossi parece tener más futuro en la coalición de gobierno que el aún canciller. Un dato significativo es la fuerte votación de Macri en el sur empobrecido de la Capital, bastión habitual del peronismo, porque también habla del escaso aporte del gobernador Aníbal Ibarra al Frente para la Victoria. Aun así, Macri quedó por debajo del porcentaje de votos que obtuvo hace dos años en la primera vuelta contra Ibarra. Crecer no le resultará sencillo por el alto índice de rechazos que lo acompaña y del que quiere desprenderse instando a no mirar al pasado. Pero en combinación con el triunfal Sobisch y los furiosos y humillados Menem y Duhalde puede intentar la coalición de centro derecha a la que Kirchner sueña enfrentar desde otra de centroizquierda. La insistencia de Kirchner en el trabajo genuino, la producción y la distribución del ingreso contribuyó a los resultados de ayer. Tiene dos años para afirmar esa tendencia y organizar la nueva coalición.

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