Mié 26.10.2005

EL PAíS

Murió Ricardo Brinzoni, el delfín de Balza que resultó dinosaurio

El ex jefe del Ejército estaba acusado por la Masacre de Margarita Belén. Su gestión se caracterizó por la defensa de los represores.

El ex jefe del Ejército Ricardo Brinzoni murió ayer, a los 60 años, de un cáncer de páncreas. Sucesor de Martín Balza en el mando de esa fuerza, será recordado por su protección a los militares que violaron los derechos humanos durante la última dictadura, conducta que era, además, una defensa de sí mismo: estaba acusado en la causa en la que se investigan los asesinatos de 22 presos políticos en el Chaco, durante la Masacre de Margarita Belén.
Brinzoni egresó del Colegio Militar como subteniente de Artillería a fines de 1964. Fue primero en su promoción y luego fue paracaidista militar. Durante los años 90, antes de ser nombrado jefe de Operaciones del Estado Mayor, se desempeñó como agregado militar en el Uruguay.
En diciembre de 1999 el ex presidente Fernando de la Rúa lo puso al frente del Ejército. Llegó para reemplazar a Balza, quien cuatro años antes había iniciado una autocrítica sobre los crímenes de la última dictadura. Para que Brinzoni pudiera acceder a ese puesto debieron pasar a retiro seis generales de división, además del jefe y subjefe. En ese momento, se suponía que la nueva conducción era una garantía de la continuidad de la gestión Balza, que implicaba una subordinación al poder político y a la Justicia. Pero ocurrió todo lo contrario.
El nuevo jefe del Ejército retrocedió todo lo que pudo: intentó poner fin, con un llamado a “una mesa de diálogo”, a los Juicios por la Verdad que comenzaron a realizarse en todo el país antes de que los jueces declararan la inconstitucionalidad de las leyes de punto final y obediencia debida.
Entre sus políticas o acciones como jefe del Ejército figuraron: enviar al entonces secretario general de la fuerza, Eduardo Alfonso, a Córdoba para respaldar “institucionalmente” a militares que habían sido arrestados por negarse a declarar y solidarizarse con el dictador Luciano Benjamín Menéndez cuando fue detenido por robo de bebés; encabezar el entierro con honores de Leopoldo Fortunato Galtieri, que estaba bajo arresto domiciliario, y repudiar la captura en Italia del mayor retirado Jorge Olivera, quien finalmente logró evadir a los tribunales extranjeros a través de la falsificación de un documento. También se quejó por la demora en los ascensos de sus subordinados involucrados en el terrorismo de Estado e intentó desdibujar las fronteras definidas en las leyes de Defensa Nacional y Seguridad Interior para que el Ejército pudiera intervenir en actividades de seguridad interior e inteligencia.
Tal vez uno de sus actos más recordados fue el de presentar, junto con otros 662 oficiales del Ejército, una solicitud de hábeas data a la Secretaría de Derechos Humanos y al Centro de Estudios Legales y Sociales para que le informaran si tenían datos que los vincularan con violaciones a los derechos humanos. La medida fue de por sí lamentable, pero superó toda expectativa cuando se supo que el abogado que acompañaba los escritos era el apoderado y dirigente del partido neonazi Nuevo Triunfo, que lideraba Alejandro Biondini.
La defensa a los militares señalados por violar los derechos humanos lo involucraba personalmente. Durante la dictadura, había sido secretario de la intervención en la provincia de El Chaco y pendía sobre él una acusación por su participación en la Masacre de Margarita Belén, en la que fueron fusilados 22 presos políticos. Pero hubo también otras causas judiciales a las que tuvo que hacerle frente al margen de su política de tolerancia del terrorismo de Estado: fue denunciado por fraude contra el Estado ejecutado a través de contratos para reacondicionamiento y equipamiento de tanques y otras compras.
Su carrera terminó el 28 de mayo de 2003, cuando, a tres días de asumir, el presidente Néstor Kirchner lo pasó a retiro, junto a otros 27 generales. En su discurso de despedida habló de una “vuelta riesgosa de las intrigas políticas sobre los cuarteles” y dijo que le dolía irse por las “circunstancias inexplicadas” en las que fue echado. Kirch- ner respondió que quería “Fuerzas Armadas comprometidas con el futuro y no con el pasado”. Fue velado en el Regimiento de Patricios, donde hoy se celebrará una misa de cuerpo presente, antes de su entierro en un cementerio privado.

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