Vie 11.11.2005

EL PAíS  › OPINION

Más frustración que impunidad

› Por Mario Wainfeld

Hubo, claro, dos grupos que sustentaron posiciones opuestas. Existieron algunos que hurtaron el cuerpo a un debate importante en el que era más digno estar presente y bancarse las consecuencias. Pero ese enfrentamiento, que fue duro, no debería eclipsar una responsabilidad conjunta en la puesta en escena y en un desenlace indeseable.
Era difícil y terminó siendo imposible que produjera otro resultado una Legislatura que se fragmenta en una cantidad de bloques intraducibles en términos políticos, muchos de cuyos integrantes han sido deslegitimados por una elección reciente.
Debatir el juicio político de un gobernante democrático es una instancia seria y grave. Casi ningún protagonista estuvo a la altura. La oposición abusó dramatizando una instancia legal, mimetizándose en la sensibilidad de los deudos de las víctimas. No les cabía ese derecho. La dramaticidad que sentían y transmitían los familiares de las víctimas es atendible, dada su dolorosa ecuación personal. No es plausible, en cambio, la actuada exasperación de tantos diputados opositores, que no ahorraron golpes bajos.
Los defensores de Ibarra también hicieron de las suyas. De movida, es incomprensible que el gobierno nacional, que tanto hizo por defenderlo, no sincerara su posición. Sustentar al jefe de Gobierno por razones de gobernabilidad es una actitud posible, fundamentable. Avalarlo sin decirlo es generar una irritación adicional que deslee uno de los bastiones que ha construido el Presidente, la credibilidad de su palabra, su hostilidad hacia el doble discurso. Por otro lado, es muy difícil creer que algunas estratégicas ausencias de legisladores no obedezcan a operaciones no transparentadas del ibarrismo o del kirchnerismo.

- Borocotó, bochornoso, horroroso, no Pro: La movida del Gobierno para cooptar al diputado Eduardo Lorenzo fue un aperitivo indigesto de cara a una jornada que ya pintaba mal. Fue un gesto indeseable justo en los albores de un día en el que debía primar el decoro.
Si hablamos de tino político y no sólo de ejemplaridad, cuesta imaginar una incorporación menos coherente con el objetivo de articular una coalición progresista en el distrito. Un fascista sin cortapisas, homofóbico y aun desleal en materia política no es un gran prospecto para ampliar el mellado espacio del PJ porteño. Sentado en su banca, robando cámara con cara de “yo no hice nada”, el doctor Borocotó debutó en la nueva política enrareciendo de más un aire de por sí viciado.

- Un mundo cerrado: Las principales figuras de la oposición a Ibarra y a Kirchner no jugaron a fondo (o más vale no jugaron) en esta instancia. Ni en la campaña ni en los últimos días se oyó su voz. Sólo Luis Zamora se hizo ver en la Legislatura. Ninguna fuerza de izquierda intentó movilizarse en apoyo a la acusación. Los legisladores de PRO, del ARI y muchos de menguados partidos de izquierda aspiraban a acusar al jefe de Gobierno pero no pusieron toda la carne en el asador.

- La calle en silencio: Es también un dato, que el gobierno nacional sopesó, que la tragedia de Cromañón fue perdiendo impacto en la opinión media. El colectivo de los familiares, muy vasto, es predominante institucional y sensato. Pero algunos deudos incurrieron en conductas violentas que deterioraron mucho al conjunto. Las amenazas personales, las agresiones y el ataque a Estela Carlotto fueron acciones de unos pocos pero alienaron a todos de tener un diálogo mejor con otros grupos de deudos y con organismos de derechos humanos. El recinto caldeado y las calles vacías demostraron una soledad política que quizá hable algo de la insolidaridad urbana pero que también remite a las dificultades de los familiares para articular.

- Impunidad: A menos de un año de ocurrido el estrago se ha desplegado el juicio político y el expediente judicial viene avanzando de modo razonable. Se conocen los nombres de implicados, hay varios procesados y la causa sigue adelante. No hay nada semejante a la denegación ni al retardo de justicia. Una investigación en tribunales y una en el Parlamento no autorizan a que se hable de impunidad, como sí ocurrió en tantos otros casos de presuntas responsabilidades de funcionarios.
El futuro de Aníbal Ibarra se dirime en tres esferas y no en una, como pudo parecer en la crispada sesión de ayer. El juicio político es una, la causa judicial otra y la tercera es la valoración ciudadana expresada en el voto. No puede decirse que el jefe de Gobierno esté exento de pagar costos en tribunales o en la arena política. En las elecciones de hace pocos días debió resignarse a una conducta digna del Libro Guinness: no presentar listas estando a cargo del Ejecutivo. El impacto de la tragedia sobre su futuro político es enorme y ya está sucediendo.

- Final abierto: Una jornada signada por una oratoria pobre e hiperbólica desembocó en una indefinición que no ayuda a nadie.

Dentro de la pobreza de opciones, lo mejor que podía ocurrir anoche es que se votara. Cualquier pronunciamiento de la Legislatura hubiera sido discutible para algunos. El resultado previsible de la sesión, rechazo del juicio político por una diferencia exigua, habría herido a los familiares de las víctimas. Pero aun así, el cumplimiento de la rutina institucional era un piso irrenunciable. Ni eso se logró.

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