Dom 13.11.2005

EL PAíS  › BOROCOTO, IBARRA, SOLA, DUHALDE, GABINETE Y ECONOMIA

Incendios

La eyaculación política precoz de Borocotó, la presión desembozada en defensa de Ibarra y varias medidas económicas suponen una lectura triunfalista de las elecciones, como si la crisis de representatividad hubiera concluido. Kirchner arriesga demasiado por muy poco. La erradicación del duhaldismo no mejora la situación de Solá, en cuya provincia continúan las violaciones masivas de derechos elementales: torturas con picana y uso de los presos como ejército privado para delinquir.

› Por Horacio Verbitsky

El pase al oficialismo del diputado electo Eduardo Lorenzo (quien se hace llamar Borocotó) no es un chiste de Barcelona ni una recomendación de la agencia de publicidad que intenta presentar nada menos que al hombre de negocios con el Estado Maurizio Macri como una opción renovadora de la política tradicional. Ocurrió el miércoles 9 y es una conducta inescrupulosa que contradice todas las afirmaciones contra la hipocresía y en favor del sinceramiento de las posiciones políticas. Sólo puede aumentar la desconfianza en las instituciones y los representantes, sin excluir a nadie.
Al mejor postor
Lorenzo fue el tercer candidato en la lista de diputados nacionales de Pro y luego del encuentro con el presidente Néstor Kirchner y el jefe de gabinete Alberto Fernández anunció su migración en eufórica conferencia de prensa. Por lo menos cuatro razones lo hacían desaconsejable:

1 Hay muchos casos de tránsito de un bloque hacia otro, por desacuerdos políticos con decisiones del propio partido, como los contratos petroleros y la enseñanza libre durante la presidencia de Arturo Frondizi o la deriva neoliberal del justicialismo con Carlos Menem. Pero Lorenzo es un eyaculador político precoz, que no puede invocar desacuerdos con un bloque que aún no se ha constituido. Macri y su partido no son distintos hoy que hace tres semanas y la noche del 23 de octubre Lorenzo fue su vocero más eufórico. Su único reproche fue que lo habían pasado del segundo al tercer puesto de la lista, para ceder el lugar a una mujer, por la ley del cupo femenino. La falta absoluta de cualquier explicación política llevó a que el episodio fuera vinculado con problemas familiares de Borocotó. Fernández dijo sin sonrojarse que Lorenzo era su amigo y que quería acompañar la construcción de un nuevo país. El tránsfuga explicó que “toda persona ambiciosa crece si es capaz; si no es capaz y es ambicioso, trepa” y que no creía en ideas sino “en el comportamiento”. También dijo que no había tenido tiempo de avisarle a Macri, dadas “la velocidad y la ejecutividad con que se hace todo”.

2 La Ciudad Autónoma de Buenos Aires otorgó al Frente para la Victoria su peor resultado: el tercer lugar, a 14 puntos del vencedor, por detrás incluso del ARI de Elisa Carrió. La adquisición de legisladores ya electos por otras listas no es el mejor signo de atención a la voluntad popular.

3 A Lorenzo más vale la pena perderlo que encontrarlo: compañero de ruta de Domingo Cavallo y Luis Patti, experto en el salto oportunista a los brazos del mejor postor, antes de la ruptura había sido propuesto como candidato por el ex Senador Eduardo Duhalde, mientras Fernández sostenía que el justicialismo de la Capital debía presentar una lista que no diera vergüenza, para lo cual, como se ve, nunca es tarde.

4 El anuncio del cruce se produjo en vísperas de la sesión decisiva en la Legislatura sobre el juicio político al jefe de gobierno de Buenos Aires, Aníbal Ibarra por su desempeño previo y posterior al incendio del boliche República de Cromañón. El Frente para la Victoria decidió sostenerlo y amenazó a quienes se negaran con la doctrina Falú. De este modo el aporte cuantitativo de Lorenzo a la fuerza nacional del Frente se compensa con la devaluación de sus legisladores porteños, sometidos a situaciones de indignidad como las que el diputado tucumano rechazó cuando le exigieron que detuviera el juicio político a Antonio Boggiano.
Que un político tan atento al humor social como Kirchner no haya visto en ninguno de estos elementos un motivo de reflexión sugiere que con su éxito electoral de hace tres semanas considera que se cerró la crisis de representatividad incubada durante la década anterior y que hizo estallido en diciembre de 2001. Los altos porcentajes de abstención e impugnación electoral, que sumados alcanzan a cuatro de cada diez electores empadronados, deberían inducir a la cautela en esa línea de interpretación. La irrelevancia de la oposición resaltó la superioridad de Kirchner dentro del sistema político, premio por su cuerpo a cuerpo sin precedentes con la sociedad. Pero esto no significa que el sistema como tal haya saldado sus cuentas con el pueblo y que él vaya a permanecer al margen de la valoración negativa general con independencia de sus actos. En algunas habitaciones del poder se afirma que en un par de semanas nadie se acordará de los padres de Cromañón y un encuestador de consulta del gobierno dijo que Ibarra pagó un precio político más alto por la inundación en Belgrano que por el incendio en el Once. El sedimento de escepticismo que deja cada una de estas piruetas se va acumulando hasta que un día el lodo lo cubre todo, la sociedad ya no alcanza a distinguir quién es quién y exige una limpieza general. El único mandato que las urnas le dieron a Kirchner es que sea distinto de esa inmundicia.

¿Sólo Bielsa?

El justicialismo y el Frente para la Victoria atribuyen el fracaso al frívolo canciller Rafael Bielsa, cuya incapacidad para transmitir la propuesta de Kirchner no requiere de mayor demostración. Pero los resultados electorales desalientan la unilateralidad del análisis. Es cierto que Bielsa, empeñado de modo perverso en congraciarse con todos los adversarios, desde Duhalde hasta Condoleezza Rice, fue uno de los peores candidatos imaginables, pero no peor que muchos de los que encabezaron las listas del Frente para la Victoria en provincias donde se impusieron con comodidad, sin necesidad de llegar en la comparación al impresentable riojano Didi Maza. Esto implica abrir la interpretación en direcciones menos autocomplacientes.
Según un estudio de Artemio López, Bielsa perdió por paliza en el norte cheto de la Ciudad, donde ni llegó al 15 por ciento de los sufragios, pero también le fue mal en el cordón central de clase media y en el sur empobrecido. El Frente para la Victoria obtuvo en el sur 25 por ciento de los votos positivos (contra 20 en el conjunto de la ciudad) pero quedó más de once puntos detrás de Macri, quien también superó en este cordón su votación general (37 contra 34 por ciento). Mientras el voto por Macri recrea la coalición populista de Menem, que era fuerte en los dos extremos sociales, el de Carrió sigue una estricta pauta clasista. Cuanto más alto el nivel social, más la prefieren: 24 por ciento en los barrios del Norte de la Ciudad, casi 23 por ciento en los del Centro y apenas 16 por ciento en los del Sur, que según su personal interpretación de la voluntad popular serían los que menos la merecen. Pero Macri obtuvo barrio por barrio menos votos que en la primera vuelta de 2003 y no pudo quebrar los altos índices de rechazo que pese a la victoria ponen en duda su proyección futura en la Ciudad. La pertinente observación de su aliado Ricardo López Murphy acerca del método de elección de sus candidatos también habla de las dificultades del heredero de Socma para el armado de una candidatura nacional.

Desarrollo espacial
del voto porteño


Desagregado por candidatos y por cordones socioeconómicos

Macri:

Norte: 37,0
Centro: 28,9
Sur: 36,9
Total: 33,9

Carrió:

Norte: 24,1
Centro: 22,8
Sur: 16,1
Total: 21,9

Bielsa:

Norte: 14,9
Centro: 20,7
Sur: 25,3
Total: 20,3

Fuente: Consultora Equis, sobre datos propios

Ni las estructuras organizativas y territoriales del PJ ni las del aliado gobierno de Aníbal Ibarra aportaron gran cosa para mejorar esos guarismos en dos cordones donde podría haberse esperado un mayor apoyo al FPV. El desinterés de Ibarra es comprensible, ya que lo apartaron de la campaña como a un apestado. Luego del escrutinio pudo jactarse de que no basta con la mano del presidente en el hombro para que gane el Topo Gigio, devolución de gentilezas a Bielsa por haberlo llamado “sorete” ante los padres de Cromañón que impulsan su juicio político (sic del abogado José Iglesias).
La presión sobre los propios para que dejen su conciencia en casa o se ausenten del recinto a la hora de votar tiene un costo desmesurado para Kirchner y con el riesgo adicional de que la justicia avance sobre el jefe de Gobierno como ya lo hizo con sus parientes, amigos y funcionarios. Cuando el juez Julio Lucini decidió procesar a Juan Carlos López, el ex secretario de Justicia y Seguridad y ex concuñado de Ibarra, asumió que él era el máximo responsable. “Acusar a Ibarra es lo mismo que atribuirle al gobernador Felipe Solá responsabilidad en la tragedia en la cárcel de Magdalena”, dijo, con el peor ejemplo posible para sus fines. Solá no es menos responsable que Ibarra; sólo tiene mayor astucia; confronta con un colectivo más inorgánico, impotente y resignado que los padres de Cromañón y ningún actor político significativo se conmueve por la muerte de esos “negritos chorros”. Esta semana recibió a los familiares de la mitad de los muertos, de modo que el martes, cuando se cumpla un mes del incendio y la encerrona, no lo sindiquen entre los victimarios. Aún no se conoce qué les ofreció.
La Comisión por la Memoria de la provincia de Buenos Aires que presiden Adolfo Pérez Esquivel y Hugo Cañón terminará de revisar mañana el informe final de su Comité contra la Tortura, cuya creación contrarió la voluntad del gobernador, quien pretendía que la Comisión sólo se ocupara del pasado. En Magdalena murieron calcinadas o por asfixia 33 personas privadas de su libertad cuando el personal del Servicio Penitenciario Bonaerense echó llave a las puertas y disparó contra los reclusos de otro pabellón que intentaron socorrer a los encerrados. El informe de Solá a la Suprema Corte de Justicia de la provincia repitió punto por punto la versión mentirosa del SPB. La Comisión planea entregar a Kirchner el informe del Comité, que encabeza el ex legislador Alejandro Mosquera, al cumplirse un mes del atroz episodio.

El bonaerense

Por el despacho de Kirchner también pasó el derrotado candidato del Partido Justicialista bonaerense al Senado, José María Díaz Bancalari. Presidente del justicialismo provincial, Díaz Bancalari proviene de San Nicolás, donde la fórmula que integró con Hilda González de Duhalde padeció la peor catástrofe de toda la provincia (61 a 15 por ciento) con la única excepción de Chivilcoy (66 a 10). Donde más lo conocen, peor le va. Ahora encabeza el sector que pide cuentas al ex Senador por haber conducido a sus seguidores al fracaso más estrepitoso en la historia del peronismo y no haberse dignado ni siquiera a enfrentar las consecuencias de la derrota. No es mucho lo que Duhalde puede explicar sin internarse en el terreno de la psicología. Mucho rencor matrimonial no expresado debe haberse reunido para que el ex intendente de Lomas de Zamora sometiera a su mujer a semejante bochorno. Pero el diálogo presidencial con Díaz Bancalari se explica en un contexto de búsqueda de coincidencias entre fuerzas distintas dentro de un Congreso fragmentado en demasiados bloques. Además, el cultivo de esa relación y el acercamiento de varios intendentes del conurbano persigue el objetivo estratégico de completar la evaporación del duhaldismo, neutralizando todos los receptores que le quedan dentro del irritado sistema nervioso del justicialismo, para eliminar la posibilidad de cualquier zancadilla futura del ex todo, en alianza con algún aspirante de billetera abultada, como Macri o Jorge Sobisch. Pero Díaz Bancalari es más ambicioso. Pretende que Kirchner se enclaustre dentro del PJ, para que todo siga igual con el mero cambio de la jefatura. Se sabe, los golpes en la cabeza, así sean electorales, no mejoran el entendimiento de nadie.
La remoción de cualquier vestigio del duhaldismo provincial no implicará una mejora en la posición de Solá. Con una franqueza llamativa, un vocero presidencial congeló la sonrisa de un obsecuente que presentó a Solá como un prócer golpeado por haber sido “el primer protestante” contra el duhaldismo.
–Eso pasó durante los últimos diez meses, nada más, antes no. Nosotros hemos sido golpeados las últimas tres décadas, así que diez meses no es tanto, es poco –fue la seca respuesta de Carlos Kunkel.
Así le recordó que Kirchner no necesita de la versión oficial en los medios para conocer cómo ocurrieron las cosas. Kirchner y Kunkel saben cuánto costó despegar a Solá de Duhalde.

Precios y salarios

Kirchner ha hecho demasiadas cosas buenas y justas como para que la proximidad de estos hombres lo contaminen de la noche a la mañana. Pero si una lectura demasiado triunfalista del resultado electoral también lo llevara a asumir un rumbo más ortodoxo en materia económico-social se abriría un capítulo nuevo en su relación con la sociedad. La supresión de los reintegros del 5 por ciento a las exportaciones de una serie de artículos de consumo de primera necesidad como la carne y la leche, dispuesta por el ministro de Economía, Roberto Lavagna, luego de una audiencia con el Presidente, tiene la misma racionalidad que el incremento de las retenciones e intenta atenuar el impacto de los precios internacionales sobre los internos en una serie de bienes de la canasta popular significativos para el rendimiento del salario. Del mismo modo, la defensa más expeditiva de la invasión comercial puede evitar abusos antes de que las importaciones destruyan producción local.
En cambio, la merma de la indemnización por despidos, el congelamiento de aumentos salariales al sector público, jubilados y planes sociales y la denuncia de una supuesta industria del juicio por accidentes laborales supone que la crisis ya ha sido superada. Sin embargo el desempleo real sigue rondando el 15 por ciento de la Población Económicamente Activa, reducido en cinco puntos por el artificio de considerar ocupados a quienes perciben una ayuda estatal de 150 pesos mensuales. En la misma dirección, el aumento de los encajes bancarios puede incrementar por vía indirecta la tasa de interés y desalentar el consumo. La coexistencia de medidas tan distintas corresponde al pragmatismo que pregona Lavagna. Algunas son incluso de aplicación dudosa y constituyen ante todo señales hacia el sector patronal. Cuando la Corte Suprema de Justicia se pronunció sobre la ley de Accidentes de Trabajo del menemismo dijo que sus montos eran irrisorios, por lo que comenzó la discusión entre el Gobierno, los sindicatos y los patrones acerca de su adecuación. Pero la Corte también sostuvo que la ley era inconstitucional porque discriminaba en contra de los trabajadores al bloquearles el acceso al fuero civil, de modo que el problema no se reduce a los montos. La Corte podría vetar cualquier reforma que se oponga al legítimo reclamo judicial, que Lavagna descalificó con la misma frase hiriente que usaba Domingo Cavallo.
El ofrecimiento de la Unión Industrial de una tregua de precios y salarios por un semestre es en realidad una amenaza: notifican así al público y el clero que trasladarán a los precios cualquier incremento salarial, pese a que la incidencia del salario en sus costos se ha reducido en forma drástica a partir de la devaluación. Enfrentar a los oligopólicos formadores de precios y controlar la inflación sin ceder a ese planteo chantajista requiere sin duda la conformación de acuerdos legislativos estables que aseguren la gobernabilidad, pero también de una convocatoria a la movilización popular que no aseguran ni los tránsfugas ni los oportunistas.

Cuestión de proporciones

Ningún dirigente político ha sido más sensible que Kirchner a los estragos que el neoliberalismo económico, el autoritarismo político y la corrupción han hecho en el tejido social. Sus discursos en dos años y medio de gobierno muestran una conciencia aguda de la necesidad de cambio en cada uno de esos frentes, por lo que cualquier apartamiento de los estándares planteados se cotejará con sus propias palabras. El generalizado rechazo en la región al neoliberalismo y la política sin principios parece extenderse a los países centrales. La tunda que hasta los principales medios de Estados Unidos y México dieron a sus respectivos presidentes por su actuación en la cumbre de Mar del Plata es parte del registro de esa inversión de tendencias, mientras en la aldea porteña la misma insaciable prensa que reprochaba a Kirchner un discurso duro para consumo interno y nunca una palabra firme con George W. Bush se queja ahora por sus modales como anfitrión. Las derrotas de los republicanos de Bush en elecciones de gobernadores en New Jersey y Virginia y en un plebiscito sobre facultades para recortar gastos en California; la fogosa sublevación de los excluidos y discriminados en Francia; el rechazo de un proyecto de ley antiterrorista violatorio de derechos y garantías esenciales en el parlamento británico, dicen que el mundo está asistiendo a un cambio de dirección de los vientos políticos, en el sentido que plantea Kirchner. La conformación del nuevo gabinete permitirá percibir si esa agudeza perceptiva de Kirchner se mantiene o comienza a embotarse justo ahora. La receta de Juan D. Perón para construir un rancho político depende, como casi todo, de la proporción de los materiales.

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