Lun 14.11.2005

EL PAíS  › LA CRISIS EN LA IZQUIERDA LUEGO DEL FIASCO ELECTORAL

Uno, dos, muchos debates críticos

El PO presentó a sus electos en Salta y habló de que “las masas” votaron. El resto del arco está en un proceso de fuertes discusiones y cuestionamientos. Las depresiones.

› Por Miguel Jorquera

Aunque ya ensayaron los primeros argumentos, los partidos de izquierda comienzan a analizar “en profundidad” la derrota electoral del 24 de octubre, en medio de serios cuestionamientos internos. Primero fueron las reuniones de comités centrales y ejecutivos, y ahora vendrán conferencias y hasta congresos nacionales para debatir tácticas y estrategias. Sus respectivas direcciones apuntan a ratificar las “líneas partidarias” que van desde insistir en una política de alianzas que aún no alcanzaron hasta la consolidación de partidos vanguardistas, pasando por estructuras más flexibles que “permitan romper la lógica que de cada crisis interna surjan dos nuevas agrupaciones”. Sin embargo, las reflexiones siguen cargadas de reproches y acusaciones mutuas entre los distintos partidos que dicen buscar “la unidad”. La dispersión sigue siendo el dilema.
El Partido Obrero (PO) realizó el viernes un acto en la Federación de Box donde “presentó a sus diputados y concejales electos” en Salta, la única provincia donde consiguió representación legislativa con un promedio del 20 por ciento de los votos, que para senadores provinciales trepó hasta el 24 y en la capital salteña lo convirtió en “árbitro de las fuerzas mayoritarias” en el Concejo Deliberante. Con los números en la mano, el PO calificó ese resultado como “votaciones de masas”. Un término que extendió a la banca constituyente alcanzada en Río Negro; el 7 por ciento logrado en el “propio feudo presidencial” (Santa Cruz) y algunos resultados similares en varios distritos bonaerenses.
Pero el exitismo que reinó inicialmente entre sus dirigentes y militantes –mirándose a su propio espejo y del resto de la izquierda– ya cedió en intensidad. “Es un análisis complejo, no es unívoco, tiene luces y sombras con votaciones excelentes y otros lugares donde no lo fueron tanto”, reconoció a este diario Jorge Altamira, uno de sus referentes que estuvieron lejos de repetir la experiencia salteña.
El PO reunirá a fin de mes a su Comité Nacional para evaluar el resultado electoral, aunque se descuenta la ratificación del rumbo partidario. Allí arreciarán las críticas a “los dirigentes” del PC y el MST que de acuerdo con su visión “ataron su suerte electoral poniéndose a la cola de elementos clericales, ex aliancistas y patronales”; insistirán en un frente “ciento por ciento de izquierda” que lo tendrá como eje; y evaluarán la inserción gremial y territorial de sus dirigentes piqueteros que encabezaron muchas de sus boletas. Incluso en Salta.
Una visión que no comparten los dirigentes del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST). Allí la “reflexión” no sólo será interna sino que abarcará a sus aliados en Unite, tras la fractura de Izquierda Unida. El jueves pasado siguieron las reuniones que comenzaron en la Cumbre de los Pueblos en Mar del Plata, para analizar el tema. “Queremos una nueva izquierda que salga del esquema de los dos proyectos existentes: el sectario y autoproclamativo del PO y el PTS; y el oportunista que se corre al centro abandonando el proyecto de izquierda como el PC”, afirman.
La iniciativa apunta a reeditar una experiencia similar a la del brasileño P-SOL (Partido Socialismo y Libertad), que comenzó a aglutinar a los desilusionados grupos que desertaron del oficialista Partido de los Trabajadores (PT) y tomaron distancia del gobierno del presidente Lula da Silva. “La idea es aprender a convivir con las divergencias en un proyecto común”, agregan.
“Hay mucha gente que está cansada de las aparateadas partidarias por sus discrepancias aunque nunca dejó de pertenecer a la izquierda. Son más afuera que adentro de los partidos”, insiste un alto dirigente del MST ante Página/12. Del debate participarán los independientes como Patricia Walsh, peronistas como Mario Cafiero y ex zamoristas como los hermanos Tomás y Rubén Devoto, actuales legisladores porteños. Las conversaciones también continúan con personalidades como Héctor Bidonde y el abogado Marcelo Parrilli; la intersindical de los subterráneos y el grupo Praxis que se alejó del PTS; “Comunistas disconformes” y “numerosos” grupos sueltos.
Pero el MST tendrá que afrontar su primer desafío interno: “La diversidad”. Las dos grandes corrientes que conviven dentro del partido acordaron un respeto mutuo que incluso llegó a la edición de dos periódicos partidarios. Sin embargo, las dos “líneas” confrontaron en listas separadas en varias facultades y universidades en las recientes elecciones para centros de estudiantes. “Es una forma de romper la lógica que de cada crisis surjan dos nuevos partidos”, se justifican dentro del MST. Desde los otros sectores de la izquierda afirman que el partido “ya está fracturado”.
En el Partido Comunista (PC) hubo varias reuniones de balance “crítico y autocrítico” sobre las elecciones. Allí, la conclusión de la derrota electoral también fue “la dispersión de la izquierda”. Aunque “rescata” su actitud dialoguista para conseguir un frente “lo más amplio posible”, la proclamada “unidad en dos planos” (desde la izquierda para ampliarla a otros sectores progresistas) terminó en una alianza electoral aún más endeble que la disuelta IU. “Debo admitir el fracaso. No prosperaron las propuestas de unidad a pesar de nuestro esfuerzo individual”, reconoció a Página/12 su secretario general, Patricio Echegaray.
El PC buscará también ratificar su rumbo. Consagrará sus esfuerzos en las jornadas previstas por el llamado Encuentro de Rosario, que comparte con otros sectores “progresistas” a los que ya se niega a mencionar como de “centroizquierda”; el congreso de la CTA que se realizará en 2006 en el que “centrará el trabajo sindical”; el encuentro antiglobalización que se prepara en Venezuela para enero y las actividades por el 30º aniversario del golpe de Estado del ’76.
Pero aquí el debate tampoco será fácil. Aunque Echegaray justificó la cohesión partidaria con la “importante movilización” que realizaron para la anticumbre marplatense, el magro resultado electoral ya provocó críticas internas de un grupo de militantes del sur del conurbano. Desde el PC afirman que sólo es un núcleo de Avellaneda que se negó a votar los candidatos municipales que acompañaron la gestión del ex comunista y ex frepasista Oscar Laborde, ahora alineado con el kirchnerismo.
En el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) decidieron cerrar filas. Bajo el lema “qué revolución y qué partido necesitamos”, el secretariado nacional del PTS se plantea la “construcción de un verdadero partido de trabajadores revolucionario” y de “carácter leninista” porque “con la lucha reivindicativa no alcanza”.
Con fuertes críticas a los demás partidos de izquierda y hasta con quienes simpatizan con “el chavismo” venezolano, el PST prepara una conferencia nacional para diciembre y un congreso para abril próximo donde delineará “las tareas” para confluir en un partido único con distintos sectores de militantes y activistas. Un convite que ya sufrió la deserción de un sector del grupo Praxis, con los que venían trabajando muy de cerca. “Según dónde se haga el corte –aseguró uno de los dirigentes partidarios a Página/12– los votos de la izquierda van desde 800 mil a un poco más de un millón.” Una cuenta que está presente en cada uno de los análisis que se plantean los distintos partidos. La suma de votos de las múltiples agrupaciones “afirma –según sus propios análisis– que el conjunto de la izquierda no está muy lejos de aquellos partidos que se proclaman como terceras fuerzas” nacionales “aunque la dispersión la presenta como una derrota”, que incluye la pérdida de bancas y de representación institucional. Pero la definición encierra su propio dilema. Todos hacen “cortes” distintos de hasta dónde llega la representación de la izquierda, a partir de donde se plantean su política frentista y de alianzas electorales. Allí surgen las diferencias que arrastran a la dispersión que todos cuestionan. Pero nada hace pensar que por ahora el debate cambie las tácticas asumidas por cada uno de los partidos.

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