EL PAíS
› TERMINO LA MARCHA DE LA RESISTENCIA CON UN HOMENAJE A LA FUNDADORA DE LAS MADRES
Las cenizas de Azucena, junto a la Pirámide
Luego de 24 horas, culminó ayer la Marcha de la Resistencia, que se realiza desde hace 25 años. Las cenizas de Azucena Villaflor fueron depositadas junto a la Pirámide de Mayo, en el mismo lugar donde ella comenzó a organizar la lucha de las Madres. “Levantemos sus banderas para seguir resistiendo”, fue la consigna de este año.
“Creadora de Madres, detenida y desaparecida buscando a su hijo Néstor y a los treinta mil secuestrados. Fue mantenida en cautiverio en la ESMA y arrojada viva al mar. Juicio y castigo a los culpables.” Con estas palabras, una placa instalada a los pies de la Pirámide recordará a Azucena Villaflor de De Vincenti, fundadora de las Madres de Plaza de Mayo. Su cuerpo fue identificado por el Equipo Argentino de Antropología Forense hace cinco meses y, en homenaje a la lucha que encaró en la búsqueda de los desaparecidos durante la dictadura, su hija decidió que las cenizas fueran arrojadas ayer en el mismo lugar donde rompió ese silencio. “Aquí nació mi mamá a la vida pública y acá debe quedar para siempre. Acá debe quedar para todos”, expresó Cecilia con la voz entrecortada, mientras miles de personas se acercaban al acto, que ofició como cierre de la 25a Marcha de la Resistencia.
La ceremonia no duró más de una hora, pero la emoción que bordeó la Casa Rosada tardó en apagarse. Antes que la hija de Azucena hablaron, el historiador Enrique Arrosagaray, que escribió la biografía de Azucena, y la madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora Martha Vázquez. “Nunca podré decirte cuánto te necesité en estos años, en estos diez mil días. Acá hay muchas personas que saben lo que es extrañar, sentir la angustia de no saber, de buscar. Mi mamá era nada más que eso, una mujer dedicada a mostrarnos, a sus hijos, de mil formas diferentes el mundo”, comenzó Cecilia y la plaza quedó en silencio. Sólo se escuchaban los pasos de la multitud que seguía la ronda alrededor de la Pirámide. “Este era el centro político de la ciudad. Para mí, viéndolo a la distancia, resulta maravilloso que mi mamá haya resuelto venir a luchar acá. Por eso, ella se quedará en esta plaza para siempre”, agregó para explicar su decisión. A su lado, permanecía callado su hijo, Juan Manuel. “No llegué a conocerla, pero me impresiona todo lo que me cuentan que hizo”, se animó a decir con la voz tímida de unos 16 años.
Las cenizas fueron esparcidas al pie de la Pirámide junto con una porción de tierra del lugar donde fue enterrada Olga Arédez, aquella otra Madre que dio los primeros pasos en Jujuy y que murió el 17 de marzo. “Cuántos años pasaron y te volvemos a tener”, suspiró uno de los pañuelos blancos. En ese instante, las campanadas de la Catedral marcaron las 4 de la tarde, exactamente la hora en la que todos los jueves, durante más de 28 años, las Madres hacen la tradicional ronda. No estaba planeado, pero aquellos golpes de campana fueron un detonante de la emoción contenida, saltaron las lágrimas y comenzó a elevarse un largo aplauso. Ya de vuelta el silencio, las Madres arrojaron claveles rojos sobre el cantero donde, desde ayer, puede verse la placa con una azucena de bronce.
La decisión de arrojar las cenizas allí fue tomada por Cecilia y sus otros dos hermanos, Pedro y Adrián. Para eso, se pusieron en contacto con el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, quien avaló la iniciativa y ayer participó en el acto (ver aparte). El cuerpo de Azucena fue identificado en julio por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), junto al de otras dos Madres: Esther Ballestrino de Careaga y María Ponce de Bianco. Dos meses después, el equipo logró identificar el de Angela Auad y la monja francesa Léonie Duquet. Todas fueron secuestradas, en manos del represor Alfredo Astiz. A Ballestrino y a Ponce se las llevaron de la Iglesia de la Santa Cruz el 8 de diciembre de 1977 junto con otras once personas. Azucena no había podido ir. Fue secuestrada dos días más tarde, al igual que Duquet.
El hallazgo del EAAF fue un gran aporte para las investigaciones sobre violaciones a los derechos humanos, ya que constituyeron el primer registro científico del circuito completo que siguieron víctimas de los “vuelos de la muerte”. Los trabajos comenzaron hace varios años, cuando los archivos de la Policía Bonaerense arrojaron una huella dactiloscópica que, con un expediente judicial, señalaban el posible lugar donde podía estar enterrada una de las mujeres secuestradas en la Santa Cruz. Se trataba del cementerio de General Lavalle, donde finalmente el EAAF terminó exhumando siete cuerpos. Todos habían sido enterrados como NN luego de que fueron encontrados sobre las costas de Santa Teresita, a fines de 1978. Finalmente, en mayo de este año, un análisis de ADN permitió la identificación de tres de ellos. El análisis forense determinó además que las fracturas que presentaban eran las que suelen observarse “como producto de una caída de un cuerpo y su impacto con un elemento sólido”, lo que no hizo más que ratificar que las mujeres habían sido arrojadas al mar. A diferencia de Villaflor, las otras cuatro fueron enterradas en el jardín de la Santa Cruz.
Ayer, el descubrimiento de la placa sirvió como cierre para una nueva edición de la Marcha de la Resistencia, que durante dos días logró reunir a un centenar de agrupaciones sociales y organismos de derechos humanos. Entre ellos, estuvieron Abuelas de Plaza de Mayo, la Fedefam, los Familiares de Víctimas de Gatillo Fácil, el MTD Aníbal Verón, Barrios de Pie, Movimiento Evita, MP 26 de Julio y el Partido Comunista. Como todos los años, la jornada incluyó diversas actividades. En varias de las carpas se instalaron muestras fotográficas y el miércoles, sobre una pantalla gigante, se proyectó un video sobre el Juicio a las Juntas. Tal como remarcaron las Madres, la movilización no sólo es contra el olvido. Así lo resumió el documento consensuado por los organismos, que bajo el título “Levantemos sus banderas para seguir resistiendo”, pidió por la redistribución del ingreso, el no pago a la deuda y la necesidad de promover el trabajo y la educación. No faltó una mención sobre el fallido legislador Luis Abelardo Patti. Los organismos reiteraron su rechazo a que el ex comisario “logre estar en alguna función pública”. Las tres páginas fueron leídas por Eduardo, de H.I.J.O.S, que subió la voz como queriendo hacer frente al frío que comenzaba a filtrarse entre las banderas y festejó la finalización de una nueva marcha, de “ese gran abrazo que es la resistencia y la memoria”.
Informe: Carolina Keve.
Subnotas