Dom 11.12.2005

EL PAíS

“Cabildo”, o el retorno de lo reprimido conservador y católico

La revista funciona como el inconsciente reprimido que dice lo que la derecha católica piensa.

› Por Sergio Kiernan

Como la tía loca que vive en el altillo por impresentable, el nacionalismo católico dice a los gritos lo que los conservadores susurran o piensan. El último número de su house organ, la revista Cabildo, explica sin tapujos cómo ven los sectores más duros el enfrentamiento entre Iglesia y gobierno. Por ejemplo, Néstor Kir-chner es “el irrefrenable repartidor de preservativos”, el “jefe y garante del delito” y su ministro de Salud, Ginés González, es “un abortista”. Poco amiga de sutilezas, la revista que dirige Antonio Caponetto habla como lo que es, hogar de la tercera edad del fascismo de orientación católica.
Cabildo es una publicación bastante antigua, a la que nunca le falta dinero para aparecer y reaparecer, que conserva sin mayores cambios su staff de otras décadas y no pierde su eje por mucho que cambie el mundo. Por ejemplo, su última edición critica a la izquierda por llamar “nazi” a George W. Bush, sin decir “ni una palabra contra la explícita esencia judeomasónica de su mandato, sus planes y su estrategia”. Esto ocurre por la “lucrativa estupidez de los rojillos” que no percibe que debería insultarlo “no con la esvástica” sino con “la simbología de la sinagoga”.
Como se ve, Cabildo tiene sus matices y por eso no defiende a toda la Iglesia sino apenas a algunos sectores. En la edición actual destaca que en octubre Kirchner “profanó” la basílica de Luján al hablar públicamente parado cerca del altar. Este “bochorno para la Patria” y la “Santa Iglesia Católica” fue “un sacrilegio” porque el Presidente “lanzó sus habituales calumnias contra la Iglesia, entre hipócritas”. En resumen, “un avance de la abominación.”
Todo esto no es en rigor culpa de “el mentiroso y huidizo terrorista del ’70” sino del obispo de Luján, que evidentemente “pone a prueba los frenos de la disciplina religiosa” del “asqueado” párroco local. La revista tampoco ama al obispo Justo Laguna, al que acusa de “complacer a los terroristas a costa de sus hermanos ya muertos” y, peor aún, de mantener abierto el diálogo con entidades judías. Como dice Cabildo, realmente se extraña a monseñor Adolfo Tortolo.
Las críticas a todo lo que suene a moderno en la Iglesia llega a niveles sutiles. Por ejemplo, hay una nota de Juan Olmedo que objeta que ya no se use el “vosotros” desde el púlpito y que ciertos párrocos hablen de vos en público. Ni hablar de cosas como la donación de medicamentos que hizo la organización de la comunidad judía B’nai B’rith en Entre Ríos hace un par de meses, que para horror de los cabildeños incluía 200.000 dosis de anticonceptivos orales. Para peor, subrayan, se sabe que hasta la Acción Católica hace trabajos en común con “esta siniestra entidad ahora desembozadamente anticoncepcionista”.
De hecho, la revista le dedica su doble central a un extraño artículo de Edmundo Gelonch Villariño dedicado a contestar al ignoto párroco de San Jerónimo, Córdoba, Horacio Saravia, que el 12 de octubre organizó una protesta contra el Día de la Raza. Cabildo le tira por la cabeza al presbítero cordobés la “historia oficial” de la conquista y cierra con que “para América, el 12 de octubre es casi como nuestra Navidad, es el día en que nació nuestro Señor Jesucristo para estas Indias Occidentales”.
Y el que piense que la avanzada edad del staff y la presencia de luminarias como Aníbal D’Angelo Rodríguez, sobrino del inolvidable ministro de Educación de Perón Ivanissevich y un consecuente antisemita que siempre se llevó racismo a marzo, invitan a considerar la revista como un refugio de orates, debe hojearla con cuidado. Cabildo es literalmente un house organ en el que se anuncian todo tipo de cursillos, seminarios y retiros católicos de clara orientación fascista, donde todavía se ven nombres rumanos y croatas explicando la “buena lucha” contra el marxismo. Esos encuentros se dan en iglesias, seminarios y edificios afiliados a la Iglesia, como los del Centro de Formación San Bernardo de Claraval, que opera en la Villa Marista de Luján, en el Colegio Fasta Caterina de la calle Soler o en el auditorio de la UCA que lleva el nombre, grato para Cabildo, de monseñor Derisi. Sacerdotes como José María Iraburu, Enrique Laje o el jesuita Alfredo Sáenz suelen tronar en esos encuentros, explicando las tropelías de masones, marxistas y abortistas, solucionables con un régimen fascista católico, como el que tanto bien le hizo a la Rumania pro nazi.

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