EL PAíS › PROCESAN CON PREVENTIVA A DOS REPRESORES POR EL CASO LABOLITA
“Sabía que Labolita estaba en Las Flores para buscar al padre, que estaba detenido. Entonces llamé al coronel Mansilla y le pregunté qué hacer. ‘Deténganlo’, dijo Mansilla.” La declaración pertenece al oficial Oscar Pastorini, uno de los testigos en la causa que investiga la desaparición de Carlos Labolita, por la que, hasta el momento, hay dos detenidos: el general retirado Pedro Pablo Mansilla y el coronel Alejandro Guillermo Duret, aún en actividad. Ayer, ambos fueron procesados con prisión preventiva por el juez federal de Azul, Juan José Comparato. Ahora todas las expectativas están puestas en el pedido formulado por la Secretaría de Derechos Humanos bonaerense para que se deje sin efecto la medida que favoreció a Mansilla con el arresto domiciliario.
Como estudiante de la Universidad de La Plata, Carlos Alberto Labolita fue amigo y compañero de Néstor Kirchner durante su militancia en la Juventud Universitaria Peronista. Todo comenzó cuando en marzo de 1976, por disposición del Ejecutivo, fue detenido su padre, por lo que Carlos viajó a Las Flores. Un mes después dos autos sin identificar se lo llevaron de su casa. Según la declaración de su mujer Gladys, a los cinco días un grupo vestido de civil ingresó a ese domicilio con las caras tapadas preguntando por “los fierros y la valija verde”. “En ese momento alguien me dijo: ‘hace cinco días que me tienen en la parrilla’. La mamá de Carlos, Rosa, se dio cuenta de que era él. Inmediatamente se fueron”, relató Gladys ante la Justicia. Nunca lo volvieron a ver. De acuerdo con los libros de la comisaría de Las Flores, permaneció detenido allí tres días y luego fue trasladado al Regimiento de Azul. No quedaron registros de la fecha de liberación.
Con el regreso de la democracia, el juez federal Jorge Ferro investigó los hechos hasta dar en 1985 con los dos militares, Mansilla y Duret. Sin embargo, el magistrado se declaró incompetente y el expediente pasó al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, donde quedó en el olvido. Duret quedó implicado en los hechos a través del testimonio de uno de los sobrevivientes, José Viegas, quien lo vio recibir a Carlos cuando llegó al regimiento. También fue identificado por la madre, Rosa, dentro de la patota que irrumpió en su casa. Recién en el 2004, con la declaración de la inconstitucionalidad de las leyes de impunidad, se reactivó la causa junto con una investigación impulsada por la Secretaría de Derechos Humanos bonaerense sobre el funcionamiento del circuito de centros clandestinos que funcionó durante la dictadura en la región comprendida en Tandil, Azul, Las Flores y Olavarría. Finalmente, el mes pasado, el juez Juan José Comparato los citó a indagatoria y ayer dictó su procesamiento por el delito de privación ilegítima de la libertad agravada. En su fallo, Comparato destacó que “existen suficientes elementos para considerar a los dos como responsables prima facie de la desaparición”.
Hoy además vence el plazo para que la Cámara de Mar del Plata se expida sobre la apelación presentada por la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia para dejar sin efecto el arresto domiciliario con el que fue beneficiado Mansilla porque padece de una enfermedad terminal. Duret, por su parte, permanece detenido en una dependencia del Ejército desde el mes pasado. Hasta ese momento el represor estuvo en funciones e incluso se presentó en la indagatoria vestido de militar. Hace unos años, en su cargo de teniente, llegó a pasar un año en Teherán. En 1994 quedó designado para comandar el grupo de artillería de Neuquén en el que fue asesinado el soldado Omar Carrasco. A pesar de las denuncias, el pliego con su ascenso llegó al Congreso, pero tras la presentación de varios organismos de derechos humanos fue finalmente impugnado.
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