EL PAíS › EMPEZO LA MARATON DE TESTIGOS EN EL JUICIO CONTRA IBARRA
Los ocho primeros testimonios dieron cuenta de cómo se vivió y resolvió la emergencia frente a la tragedia de Cromañón. Desfilaron familiares de víctimas, funcionarios policiales, del SAME y Defensa Civil. La mayoría aportó elementos para la acusación.
› Por Alejandra Dandan
La silla de Aníbal Ibarra vacía. Julio César Strassera quieto, afincado y afianzado al lado de esa butaca fantasma. Una botella de agua, un sorbo dado con ganas a eso de las siete de la tarde como quien busca un trago de aire para empujar un último aliento. En la segunda jornada del juicio político a Aníbal Ibarra pasaron ocho testigos, entre ellos dos de los máximos funcionarios del SAME. Hubo lágrimas y testimonios desgarradores, sobre todo de los padres de los muertos. Y hubo poco espacio para el show en un ámbito donde el vivo y directo de los testigos parece alejar los entuertos políticos para recrear la magnitud de la tragedia.
La sala de audiencias del recinto ahora está trasformada en espacio judicial. Las bancas de quince legisladores se han convertido en las butacas de una sala juzgadora que apenas conoce las formas protocolares de la Justicia, aunque es el modo con el que empiezan a confraternizar por estos días. “No somos abogados”, decía anoche, ya tarde, la unipartidaria Florencia Polimeni. “No estamos acostumbrados a esto, pero creo que recién ahora estamos aprendiendo a aceitar los mecanismos.”
A lo largo de la segunda jornada del juicio político a Ibarra, los 15 legisladores pidieron la palabra de a turnos tras el paso de los testigos. Con las manos levantadas como estudiantes de escuela esperaron la aprobación del presidente de la sala que esta vez no es un diputado sino el colorido Julio Maier. El presidente del Superior Tribunal de Justicia de la ciudad devenido en presidente del juicio no se queja. Como reconciliado con ese rol que le tocará ejercer hasta el próximo 14 de marzo cuando finalice la aventura política del jefe de Gobierno, Maier hace alardes de su inexperimentada carrera en la ciudad.
–Digo yo, si me disculpan –dijo ayer, suplicante en medio de uno de los primeros testimonios de la tarde–: Yo no tengo ni la menor idea de qué es el SAME, ¡vivo en otro lado y me recogen otras ambulancias! Ese tono le permitió al presidente del tribunal lograr varias habilitaciones de unos y de otros para quebrar las formas protocolares del proceso. Aunque por cuestiones de forma no puede hacerlo, pidió permiso a la sala para sumarse, por ejemplo, a las preguntas que los jurados le hicieron a uno de los dos funcionarios del SAME que declararon a la tarde.
–¿Sabe una cosa? A mí también me gustaría saber qué es el SAME.
La pregunta estuvo protocolarmente fuera de lugar, pero a esa altura la sala se preguntaba lo mismo. Tras varios y sólidos testigos, la acusación convocó a Vicente Carluccio, jefe del Departamento de Desastres del SAME, entusiasmada con el cargo. Un bluff. El pobre hombre, médico de carrera, se vio forzado a responder una y otra vez ante el tono inquisidor de Jorge Enríquez. El diputado y fiscal en el proceso lo convocó para que hablara de cómo el SAME se preparó para una emergencia o una catástrofe en la ciudad donde había existido la experiencia de la AMIA. Enríquez buscaba un error, la forma de sumar argumentos para fundamentar la figura de mal desempeño contra Ibarra. Lo que encontró fue mucho peor. Se topó con un funcionario que no era lo que su cargo indicaba: se dedica a organizar clases de socorro en las escuelas, sin estructura operativa y con un Departamento de Desastres compuesto por una sola persona. Dato que varios diputados subrayaron, y que al ex zamorista Héctor Bidonde no se le escapó.
–Personalmente siento una frustración –arrancó en una corta intervención–. ¿Qué puede enseñar, me pregunto, el jefe del Departamento de Desastres cuando no estudia los desastres de Cromañón?
Bidonde formuló lo que pensaba sin preguntas, una cuestión no permitida por las rígidas normas del proceso. Marcó el error ante la defensa de Ibarra que venía vencida. El frígido relato de Carluccio volvió a restarles puntos. El descenso había comenzado temprano con el testimonio de Beatriz Campos. Abogada y querellante de los familiares, mencionó la posibilidad de que muchas de las víctimas hayan muerto por “la falta de atención” ante el “caos” que, sostuvo, se vivía en los hospitales. Al relato de Beatriz Campos, lo siguió Amelia Borras, sobreviviente y madre de una víctima. Fue una de las intervenciones más movilizadoras. Como sucederá durante estos primeros días en los que la Acusación repasa los hechos del día del incendio y la resolución de la emergencia, sus recuerdos sobre los primeros instantes del encuentro con la muerte volvieron a hacer presente la complejidad y la dureza de la tragedia. Por la sala pasaron también el superintendente de Seguridad Metropolitano y el superintendente Federal de Bomberos. La jornada la cerró el ex legislador porteño Milcíades Peña con el relato de la búsqueda de su ahijado, pero antes la sala escuchó a Carlos Soloaga, el director operativo del SAME cuyo testimonio impresionó. Soloaga dio detalles de minutos, llamados y la organización de las 51 móviles del SAME con 110 agentes que desde las 23.01 estuvieron frente a la disco. Y agregó: “Tengo que decirlo –arrancó–, la situación al principio era caótica; era muy difícil. Yo lo viví, lamentablemente fue así”. Y explicó cómo las ambulancias salían de la plaza hasta con ocho cuerpos, entre ellos muchos muertos, cargados y empujados por familiares y gente desesperada que estaba fuera de control.
La ronda de testigos continúa esta mañana. Está prevista la presencia de unos diez testigos, entre ellos el director de la Morgue, Heraldo Donnewald, y José Iglesias, el abogado y padre de una de las víctimas.
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