Dom 22.01.2006

EL PAíS  › CARRIO HABLA DEL CONTEXTO REGIONAL, DEL GOBIERNO Y LA CRISIS CON URUGUAY

“Somos más parecidos a Bolivia y Venezuela”

No ve una “ola” de izquierda continental porque ve las diferencias entre Bachelet, Chávez, Morales y Tabaré como muy fuertes. Dice que unos llegan al progresismo desde la institucionalidad fuerte y otros desde la débil (lo que, piensa, nos incluye). El “fascismo” kirchnerista, el “pésimo manejo” con Uruguay y lo sagrado del verano.

“Hubo un pésimo manejo de la Cancillería argentina. Se actuó al final y electoralmente”, dispara Elisa Carrió sobre el conflicto con Uruguay por las papeleras. La líder del ARI prende un cigarrillo antes de hablar y guiña un ojo, cuando lanza alguna frase dura con el Gobierno. “Nosotros somos republicanos y este gobierno es fascista”, insiste. Volvió de Mar del Plata y seguirá sus vacaciones con sus hijos a Punta del Este. “El verano es para ellos”, comenta. A pesar de que es prolífica en lecturas, admite que este verano no tocó un libro. “Nada de nada. Jugué a las cartas y al burako. Lo único que volví a leer fue El fin de la certidumbre, de (físico y químico belga) Ilya Prigogine”. Dejando de lado la teoría del caos, Carrió aprueba los procesos de Chile y Uruguay donde hay “desarrollo institucional” frente a los que “no tiene instituciones”. “En esto nos parecemos a Venezuela y a Bolivia”, remata.

–¿Sigue decidida a ser candidata a presidente en 2007?

–(Piensa.) Por lo menos, por ahora, el liderazgo en el partido lo tengo yo. Así que si todo sigue como está, sí.

–¿Cómo va a ser la construcción a nivel nacional?

–El objetivo del año pasado fue organizar el partido y hacer una elección pareja. Por eso, no caminé sólo Capital. Ahora hay que trabajar provincia por provincia. No es fácil enfrentar una elección nacional y provincial en dos años. A partir de esta elección quedaron los partidos tradicionales y el ARI, como un emergente en la centroizquierda. Somos el único partido nacional que nació de la crisis de 2001.

–¿Cuál sería su programa económico?

–Sería absolutamente distinto al de este gobierno. El eje principal es la distribución del ingreso. Desde hace 10 años que proponemos políticas sociales y universales: el ingreso ciudadano a la niñez y a la vejez. Todos el programa social es distinto y el educativo también: buscamos una reforma educativa profunda. Cambiar radicalmente el sistema de la reforma del menemismo y volver a la vieja estructura de primaria y secundaria. Hacer hincapié en la formación del sujeto y en las áreas humanísticas. Nosotros somos republicanos y este gobierno es profundamente autoritario y fascista. A diferencia de Chile, que es el producto de un compromiso de institucionalidad de los sectores políticos y sociales.

–¿Por qué no fue al festejo de Bachelet?

–En general, no viajo. Fui sólo a la asunción de Lula. Estos meses son sagrados: son de mis hijos.

–¿Cómo analiza el contexto regional?

–Pareciera el mismo proceso, pero son distintas conductas y liderazgos. Hay una distancia sideral entre Venezuela y Chile. Bachelet es el producto del desarrollo institucional de Chile y Chávez es producto del quiebre institucional de Venezuela. Tabaré Vázquez es el resultado de 30 años de concertación y Evo Morales es el de la emergencia indigenista. Son distintos procesos, diferentes entre sí, y la Argentina tiene el deber de dar un salto institucional. La Argentina sólo va a ser un país desarrollado cuando sea un país libre e institucionalmente sedimentado. A diferencia de Chile y Uruguay, no tenemos instituciones. En esto nos parecemos a Venezuela y a Bolivia: en la ausencia de una institucionalidad fuerte. El peronismo ha contribuido mucho a ello.

–¿Qué piensa del conflicto por las papeleras?

–Hay problemas de medio ambiente involucrados y hubo un pésimo manejo de la Cancillería argentina en toda la parte previa, en lo que fue la comisión conjunta sobre el trabajo en el río Uruguay. No hubo un trabajo serio, se actuó casi al final y electoralmente. Primero se acordó todo y después se empezó a pelear. No hubo un trabajo serio por parte del lado argentino.

–¿Y del lado uruguayo?

–El problema es argentino. Ellos no tienen desacuerdos. Si la Argentina quería defender el medio ambiente, debería haber trabajado con mayor seriedad. Nada debe enturbiar la relación con Uruguay. Este es el objetivo más importante a preservar: los uruguayos somos nosotros. Ningún conflicto, por grave que sea, puede afectar esa comunidad cultural, económica, social. Eso se preserva sobre la base del diálogo.

–¿Cómo ve la posibilidad de que Uruguay negocie un tratado con Estados Unidos?

–Eso está dentro de las posibilidades políticas del propio Uruguay, pero al mismo tiempo desnuda el fracaso del Mercosur, del que son responsables la Argentina y Brasil. Son los que, desde hace muchos años, deberían haber asumido el liderazgo de un desarrollo institucional serio, con instituciones transnacionales y con beneficios para todos los países, y no sólo una alianza coyuntural de los grandes intereses económicos para comerciar entre la Argentina y Brasil.

–¿La propuesta de Ricardo López Murphy de un Foro para la Defensa de la República, está en sintonía con el “contrato moral”?

–Tiempo al tiempo. La oposición tuvo una actitud madura ante el avance del proyecto de reforma del Consejo de la Magistratura de Cristina Kirchner. Pero de eso nadie tiene que hacer un uso electoralista. No soy partidaria de las especulaciones. Si hubiera crisis... podemos hablar.

–¿A qué se refiere con “crisis”?

–Eso se va a ver con el tiempo, tengo muy claro lo que va a pasar en la Argentina... (sonríe, con el suspenso). Y, esta vez, no lo voy a decir.

–Sorprendió su foto con Mauricio Macri. ¿Se imagina una alianza con él?

–No. Y no voy a hacer ni especulaciones ni alianzas. Lo que hicimos está dentro de la defensa de las instituciones, sin lo cual no hay izquierda o derecha posibles. Yo soy autora de la ley original del Consejo de la Magistratura, desde el radicalismo, y me costó dos años de lucha campal que no haya hegemonía, de modo que voy a sumar todos los votos que sean necesarios para impedir este retroceso.

–¿Con quiénes dialogaría?

–Nosotros dialogamos con todos, sobre la base de acuerdos del rol opositor al Gobierno, lo cual no supone que hagamos alianzas con nadie.

–¿Qué lugar puede ocupar Roberto Lavagna en el arco opositor?

–Preguntale a Lavagna.

–Volviendo al tema del Consejo, ¿van a trabar la votación en febrero?

–Vamos a hacer todo lo necesario para que no salga y espero que no tenga los 129 votos. Y si no, tendremos los nombres de los autores y los cómplices. Yo vi cómo nos rechazaban los juicios políticos a la Corte, vi a los mismos reiniciar los juicios, trabarlos en la época de Duhalde y destituirlos finalmente. En consecuencia, puede ser que muchos de los que votaron conmigo la ley del Consejo de la Magistratura, los veamos ahora destruyéndolo. Esto es parte de nuestra lucha, no es ni siquiera parte del rol de la oposición.

–¿La sorprendió la oposición moderada de Rafael Bielsa con este tema?

–Ya no quiero hablar más de Bielsa. Me agotó...

–Si hubiera una modificación en el proyecto, ¿lo votaría?

–El corazón del Consejo es la composición y cualquier número más chico es hegemonía con el Gobierno. Puede ser maravilloso todo lo que pongan en otros artículos, pero lo que están queriendo es controlar el Consejo de la Magistratura para intimidar y silenciar jueces.

–¿Cómo ve el tema de la Corte con siete jueces?

–Estamos de acuerdo. Esta reforma del Consejo es como el aumento a nueve de la Corte en la época menemista: un intento brutal de manipulación de la Justicia para garantizar impunidad a su gobierno. La coherencia con el menemismo es absoluta, aunque ellos legitiman por centroizquierda. Venden como liberación el pago al FMI, que fue lo más funcional que hizo la Argentina con el Fondo. Y las mismas víctimas aplauden al victimario, como ocurrió con (Leopoldo) Galtieri en la guerra de Malvinas. A mí el cuento de la centroizquierda y centroderecha no me lo hacen. Sólo sirve para ver a los Fernández con glamour de centroizquierda. No me interesa ya compartir la opinión con muchos, sino mantener el derecho a la lucidez.


Reportaje: Werner Pertot.

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