Mar 24.01.2006

EL PAíS

Tras los ladrones del túnel, fugan los dueños de cajas de seguridad

El fenómeno se verifica en varios bancos: los clientes retiran masivamente sus pertenencias de las cajas de seguridad. En muchos casos, se trata de dinero efectivo no declarado que es transferido al exterior por vía electrónica. Ya se bautizó la operación como “cable negro”.

› Por Claudio Zlotnik

La operación es conocida en la city como “cable negro”. Consiste en transferir dólares desde la Argentina hacia una cuenta bancaria en Nueva York por vía electrónica, a través de un simple click de computadora. Lo de “negro” refiere a que es dinero no declarado ante la AFIP. La operación se intensificó en los últimos días, más precisamente desde el robo al Banco Río de Acassuso. Son inversores que decidieron retirar el dinero que tenían atesorado en cajas de seguridad.

El atraco al Río provocó una ola expansiva hacia el resto del sistema financiero. Cambió la vida cotidiana de algunos bancos. En un primer momento llegaron unos pocos ahorristas pero en las jornadas sucesivas se formaron colas para acceder a la zona restringida, donde se encuentran las cajas. Consultas a varios bancos de primera línea, realizadas por Página/12, permitieron saber que esos inversores se están llevando el dinero de los bancos, temerosos de que la historia de los boqueteros se repita ya sea en el corazón de la city o en alguna sucursal de barrio.

Las “cuevas” del microcentro no quieren desaprovechar el negocio: les cobran a los inversores entre 1 y 1,5 por ciento para sacar la plata. Operadores de la city estimaron que la transacción más común va de medio millón a un millón de dólares. Quiere decir que los “cueveros” embolsan 5000 dólares como mínimo y 15.000 como máximo en este tipo de operaciones.

Los inversores que optan por este camino “negro” son, justamente, aquellos que no pueden justificar sus tenencias y por eso no las dejan como plazos fijos en los bancos. Las cajas de seguridad fueron la alternativa para no dejar los dólares en las casas, a salvo de la mirada indiscreta de la AFIP. Pero ahora que la inseguridad volvió con la reaparición de los boqueteros, los ahorristas sacan el dinero del país.

Algunos banqueros se preguntaban ayer si el Banco Central tiene registros de esas “cuevas”. Para las cuentas públicas da exactamente lo mismo si una persona tiene su dinero en una caja de seguridad bancaria o fuera del país. En ambos casos se lo considera como fuga de capitales.

Ante la situación que se está dando en los bancos, Página/12 realizó consultas a funcionarios de entidades financieras de primera línea. Hubo coincidencia en que el desfile de inversores es incesante. Así como en el caso del robo al banco se desconoce con certeza la cantidad de dinero que había en las cajas, en el resto de los casos tampoco se sabe la realidad.

En cambio, se percibe que existen dos clases de ahorristas. Aquellos que retiran el dinero de una sola vez y los que, se sospecha, hacen extracciones parciales. A los primeros se los identifica porque suelen cargar un bolso deportivo en el que colocan sus pertenencias. En algunos bancos tomaron nota de esta situación por el riesgo que genera. El problema, afirman los funcionarios, radica en que las transportadoras de caudales no pueden operar cuando el dinero es “en negro”.

En los bancos admiten que el movimiento alrededor de las cajas se intensificó después de que se supiera que, en el caso del Río, el banco se hará cargo de hasta 50.000 dólares por caja violada. Es por este motivo que en las entidades financieras creen que los que retiran los fondos son los grandes ahorristas.

En uno de los principales bancos admitieron a este diario que en la última semana se cerraron 50 cajas, casi el 10 por ciento del total. Se cree que, en realidad, se vaciaron muchas más pero que los dueños no hicieron el trámite para darlas de baja.

Las fuentes consultadas coincidieron en que el fenómeno continuará, revirtiendo la tendencia inaugurada en el año 2001 cuando, en medio de la corrida financiera previa al corralito, los ahorristas se refugiaban en las famosas cajitas. Desde entonces se hizo muy difícil conseguir lugar para guardar los tesoros personales y era muy común que los bancos abrieran listas de espera. En por lo menos dos bancos líderes señalaron a Página/12 que ese escenario cambió, y que ahora disponen de cajas libres. Otra de las características de esta contingencia es que las sucursales barriales sufren la corrida mucho más que las casas matrices: se percibe a los edificios del microcentro como más blindados que las filiales de la periferia.

No tiene la espectacularidad de la movida que se armó tras el corralito sino que, por el contrario, los protagonistas buscan con obsesión el bajo perfil. En una escala mucho menor, el robo en Acassuso reavivó la sensación de que los bancos son inseguros.

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