Dom 12.02.2006

EL PAíS  › EMPLEADOS Y DESOCUPADOS EN EL DESIERTO, EN LA SOLEDAD Y CON TEMPERATURAS BAJO CERO

Caldera del diablo en el confín de Santa Cruz

Las condiciones extremas del trabajo y la vida en Las Heras generan relaciones sociales difíciles. Los conflictos tienen características propias, más drásticas y violentas que en el resto del país. Un clima potenciado ahora por la prosperidad petrolera.

Por Martín Piqué
Desde Las Heras, Santa Cruz


En los últimos años hubo tomas de plantas y yacimientos, cortes de ruta y hasta roturas intencionales de oleoductos o torres de alta tensión. ¿Por qué los conflictos gremiales de los petroleros tienen tanta intensidad? ¿Las protestas de este tipo son patrimonio exclusivo de los trabajadores de pozos, tanques y baterías deshidratadoras (donde se separa el agua del crudo antes de transportarlo)? La pregunta es difícil de responder si no se conoce la realidad de la zona norte de la provincia de Santa Cruz. Es la región petrolera, que abarca Caleta Olivia, Pico Truncado y Las Heras, donde el amarillo y gris de la estepa patagónica sólo se interrumpe por el movimiento lento de los balancines de los pozos. Los obreros los llaman “cigüeñas”. Se los ven por todos lados, desperdigados entre los arbustos secos, iguales a los que rodaban por el viento en los western del Oeste norteamericano. Como en Texas, en Santa Cruz hay petróleo.

La intensidad de los conflictos gremiales en la industria petrolera ya no sorprende a nadie. “Tienen conflictos porque el lugar, el clima, el modo, el tipo de trabajo genera relaciones laborales difíciles”, dice el secretario de Seguridad Interior, Luis Tibiletti. Pero la novedad, el dato inesperado que se descubre en el terreno, es que los cortes de ruta y la paralización de la producción no es patrimonio exclusivo de los afiliados del sindicato petrolero. También los desocupados, cuando deciden reclamar empleo, eligen como escenario de la protesta el acceso a las instalaciones de las empresas como Repsol, Vintage Oil y Pan American Energy. Muchos vecinos de la zona, incluso quienes representan el poder político local, como el intendente de Las Heras, el médico José Luis Martinelli, han participado de tomas de baterías o piquetes ante los pozos.

La razón es simple: las compañías petroleras –especialmente Repsol– son las principales dadoras de empleo en la región. Y las que están en condiciones de tomar mano de obra a sueldos superiores al promedio nacional. En muchos municipios, por ejemplo, los desocupados se niegan a ingresar en la administración pública: su objetivo es incorporarse a alguna de las tareas del proceso de extracción, deshidratación y transporte de petróleo. Así sucedió esta semana en Las Heras, donde un grupo de desocupados instaló un campamento frente a una repartición de Repsol en el medio de la ciudad. Querían ser contratados. El método de protesta de los petroleros se está trasladando a otros rubros: en la última semana los pescadores de Puerto Deseado, 300 kilómetros al sur de Las Heras, impidieron el embarque con una protesta que llegó a los diarios.

En la región norte, la actividad petrolera está organizada en torno de tres compañías principales –las citadas Repsol, Vintage Oil (inglesa) y Pan American Energy (estadounidense)– que tercerizan muchas actividades con las llamadas empresas de “servicios petroleros”. Son las menos conocidas, como Bolland, Metrapet-Serpecom, Indus y Argentina 2000. Algunas son capitales argentinos, otras no. A mediados de los ’90, tras la privatización de YPF y la irrupción de Repsol, una oleada de empresas norteamericanas llegó a la región. Las más conocidas fueron Slumberger –“todos los petroleros queríamos trabajar ahí”, reconoce un delegado del sindicato– y otra mucho más conocida: Halliburton, la compañía a la que está vinculado el vicepresidente de George Bush, Dick Cheney. Como se ve, las semejanzas con el Oeste norteamericano van más allá del paisaje.

Halliburton y Slumberger dejaron la zona cuando bajaron los precios internacionales del crudo, en el año ’96. Su retirada produjo despidos masivos. Hoy la situación es opuesta. Con el valor del petróleo en uno de sus records históricos, la actividad repuntó mucho y unas cuantas empresas volvieron a radicarse en el norte de Santa Cruz. A diferencia de los noventa, con un elemento más a su favor: la devaluación de 2002 redujo el costo laboral, volviendo el negocio mucho más rentable. “Según declararon las propias empresas, en esta zona están produciendo 22 mil metros cúbicos diarios de crudo. Implica una ganancia de unos 15 millones de dólares diarios”, asegura Omar Lattini, 42 años, dirigente del Partido Obrero en Caleta Olivia. En las últimas elecciones, Lattini fue candidato a diputado nacional por el Frente de Unidad de los Trabajadores (FUT), como se llamó la lista del PO en Santa Cruz. Sacó el 8 por ciento.

En los primeros días tras el enfrentamiento ante la comisaría de Las Heras, donde fue asesinado el policía Jorge Sayago, el Gobierno vinculó al PO con las protestas y los disturbios. Luego fueron relativizando esa hipótesis. Lo cierto es que el PO no cuenta con militantes entre el cuerpo de delegados de Las Heras, aunque sí los tiene en Pico Truncado y también en Caleta Olivia. El año pasado dos de sus candidatos salieron de esas localidades: Miguel Rodríguez y Norma Villamayor. También tiene relación con el vocero de los delegados, el obrero soldador Mario Navarro, quien en 1999 aceptó ir como candidato aunque sin perder el rótulo de independiente. “Tenemos presencia en las protestas sociales”, dice Lattini. De hecho, en Las Heras las únicas pintadas políticas que no responden al gobernador Sergio Acevedo o al intendente son del PO.

Soy petrolero

El grito era toda una declaración de principios, una reafirmación de identidad. “Petroleros ¡carajo!”, gritaban los petroleros en la noche del viernes, cuando anunciaron el levantamiento del corte de ruta de 18 días. “Ahora somos 250 petroleros, ya no somos 250 más”, festejaba uno de los obreros de la construcción que será beneficiado con el cambio de encuadramiento sindical. Junto con unos trescientos trabajadores dejará el convenio colectivo de la Uocra y pasará al del gremio petrolero. El orgullo por pasar a otro sindicato tenía varias razones. La más importante, el salario. Pero hay otras causas. Los petroleros tienen un trabajo muy pesado, lo hacen a temperaturas que llegan a los 20 grados bajo cero de sensación térmica en invierno y en torres de cierta altura, como 10 o 15 metros. Algunas tareas no pueden detenerse por seguridad, por lo que hay turnos rotativos y se trabaja por la noche. “Vos no sabés si volvés a tu casa. En las tareas de perforación, si se te cae un hierro te puede cortar un brazo o directamente la cabeza”, cuenta Luis Guineo, delegado de Bolland.

Para combatir el frío es común que los petroleros, vestidos con mamelucos térmicos, cascos y antiparras, se lleven un termo con ginebra. Algunos viven solos y la soledad, el largo invierno y las extensas jornadas de trabajo van dejando sus marcas: el alcohol lo compensa todo. Eso fomenta los prejuicios: como los que afectaron a Navarro, el vocero de los delegados, por su nariz eternamente roja. Pero en su caso –abstemio desde la adolescencia– es una marca que le dejó su especialidad en el oficio: es soldador. No podría decirse lo mismo de muchos de sus compañeros. Otro antecedente que marca la identidad de los petroleros es el pasado de algunos de ellos: con la irrupción del petróleo, los más viejos, que trabajaban como peones de campo y no perdían la costumbre de llevar el cuchillo bajo el cinto, pasaron de las estancias a los pozos. Cambiaron de oficio pero no de costumbre: la navaja sigue ahí, siempre a mano. “Cuando llegué a acá, hace diez años, me sorprendió la cantidad de homicidios y violaciones. Un tipo apareció degollado y no se supo nada”, cuenta Aníbal Rivero, chaqueño, docente, periodista y secretario de Prensa del intendente. “Tras la dictadura hubo una fuerte corriente inmigratoria chilena.Y son bravos para el cuchillo”, cuenta Lattini.

Todo esto convierte a los petroleros en un grupo propenso a las negociaciones duras. Además, por su conocimiento práctico del proceso de extracción del petróleo, saben cómo paralizar la actividad. Cuando los conflictos se ponen ásperos, suelen ejercer presiones muy efectivas: “Acá nunca se le arrancó nada a las petroleras sin parar la producción. Por eso los paros petroleros son fuertes. Y si la negociación se vuelve dura, es común que se rompa una línea de alta tensión o un oleoducto. No hay que olvidarse que son obreros calificados. Saben lo que hacen”, dice Lattini. Las empresas conocen por experiencia cómo son los petroleros. No por casualidad el director de Recursos Humanos de Repsol en Comodoro Rivadavia, de apellido Pérez Ibáñez, pidió hace poco “garantías de seguridad” a los delegados que dirigieron el corte de ruta. Pero las compañías no son ingenuas: para disminuir las protestas suelen paralizar la producción por iniciativa propia, como sucedió durante la huelga en las baterías de Los Perales, a 60 kilómetros de Las Heras. Es una forma de comprometer a la administración provincial, que así pierde los ingresos diarios por regalías petroleras que alcanzan cifras millonarias.

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