EL PAíS › LA VISION DE LA IZQUIERDA LOCAL SOBRE EL “GIRO A LA IZQUIERDA” EN SUDAMERICA
La izquierda argentina mira con desconfianza a los gobiernos nacionalistas y progresistas de Sudamérica. Hay apertura con críticas hacia Evo Morales, respaldo tenue a Chávez y críticas muy duras a Tabaré Vázquez, Lula, Kirchner y Bachelet. Con diferencia de matices, es más fuerte el escepticismo.
› Por Miguel Jorquera
Dividida y enfrentada –a pesar de su oposición al gobierno kirchnerista-, la izquierda argentina también polemiza por los nuevos procesos políticos abiertos en varios países de América Latina. Hugo Chávez en Venezuela y Evo Morales en Bolivia concitan, por las características sociales de sus movimientos, las mayores expectativas, aunque tampoco están exentos de las más diversas objeciones; las actitudes asumidas por los frentes de “centroizquierda” en Uruguay y Chile son los principales blancos de sus críticas, y sólo la “decepción” de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil unifica el rechazo de todos. La mayoría de los partidos de la izquierda marxista en nuestro país oscila entre las críticas a los líderes populares que encabezan distintos gobiernos latinoamericanos por sus “concesiones al imperialismo” y el espanto que les genera cualquier intento de imposición estadounidense hacia esos mismos gobiernos. Una postura sobre la que también influye su formación “internacionalista” y las actitudes que adoptan las organizaciones políticas a las que están emparentadas en esos mismos países. Página/12 consultó a sus dirigentes y recabó sus opiniones.
No tan chévere
Para los comunistas argentinos “se está verificando un nuevo momento en América Latina, que avanza hacia la segunda y definitiva independencia, esta vez de Estados Unidos”. Una definición con la que trazan la línea divisoria y las diferencias que frente a este proceso adoptan los gobiernos –denominados de izquierda– en la región. “Existe una firme unidad de Venezuela y Cuba, que se integra en un trío con Evo Morales en Bolivia. A esto que Condoleezza Rize (secretaria de Estado estadounidense) denomina ‘frente desestabilizador’, trata de oponerle un ‘frente estabilizador’, capitaneado por Brasil y Chile, en donde podrían jugar un papel Argentina y Uruguay”, afirmó a Página/12, Patricio Echegaray, secretario general del Partido Comunista Argentino (PCA).
Una postura que también parece compartir el Partido Obrero, aunque estos ya lo consideran un hecho. “Denunciamos la hostilidad y el cercamiento de los procesos venezolano y boliviano por parte de (Néstor) Kirchner, Lula y (Tabaré) Vázquez, que en esto actúan como correa del imperialismo mundial. Señalamos las limitaciones de clase y de alcance estratégico de Chávez y Morales; anticipamos el fracaso del nacionalismo de contenido capitalista; y llamamos a estructurar alternativas obreras y socialistas. Por eso impulsamos una campaña por la nacionalización sin pago, bajo gestión obrera, de los recursos naturales en América Latina, en especial del petróleo y el gas”, remarcó Jorge Altamira.
Aun con todos los matices, la revolución bolivariana es la que más simpatía despierta entre la izquierda argentina. “Chávez, a diferencia de los otros gobiernos, mantiene independencia del imperialismo e incluso tiene el mérito de haber reabierto el debate sobre el socialismo. Sin embargo, y defendiendo incondicionalmente todos los logros de la revolución venezolana y defendiendo al propio Chávez y a su gobierno de todos los ataques del imperialismo, señalamos las limitaciones del chavismo y los riesgos de retroceso si no se profundizan las medidas antiimperialistas y anticapitalistas”, insiste ante este diario Vilma Ripoll, del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST).
“El gobierno de Chávez en Venezuela es el más enfrentado con los Estados Unidos. Sin embargo, y a pesar de los enormes ingresos recibidos por los altos precios del petróleo, las reformas realizadas por Chávez han sido mucho más limitadas que lo que su retórica sobre ‘el socialismo del siglo XXI’ pretende. Lo que hizo Chávez estos años está por detrás de lo que hicieron en el siglo XX gobiernos nacionalistas burgueses como (Lázaro) Cárdenas (en México), que nacionalizó el petróleo expropiando a laspetroleras imperialistas, o (Juan) Perón, bajo cuyo gobierno los trabajadores llegaron a acaparar la mitad de la renta nacional”, compara Christian Castillo, del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS).
La “defensa” de la revolución boliviariana ante las “agresiones imperialistas” es el único punto de coincidencia en la izquierda vernácula. Incluso, los maoístas del Partido Comunista Revolucionario (PCR) destacaron la decisión de Chávez de prepararse militarmente para enfrentarlas. “En América Latina, los yanquis han reforzado sus ataques a Venezuela, acusando a Chávez de ser ‘un Hitler’; y trabajan un ‘cerco petrolero’ a Bolivia. El gobierno bolivariano respondió con una gigantesca movilización, y reiteró su decisión de comprar un millón de rifles Kalashnikov para armar al pueblo ante las amenazas de los yanquis”, escribieron en su periódico Hoy.
Evo
“El gobierno de Evo Morales ha llegado al poder en medio de una gran expectativa popular, en un país donde ocurrieron cinco levantamientos nacionales del 2000 a esta parte, y dos presidentes cayeron producto de estas movilizaciones. Esta situación obviamente condiciona al nuevo gobierno. Sin embargo, el proyecto de ‘capitalismo andino’ de Evo, teorizado por su vicepresidente Alvaro García Linera, no dará respuesta a las aspiraciones populares. Aunque por las expectativas en el gobierno del MAS en lo inmediato pueda atemperarse, el conflicto que llevó al levantamiento de la ‘Bolivia profunda sigue presente’, afirma Castillo.
En la ‘cronología’ de la ‘izquierdización’ de América Latina, el proceso boliviano muestra el agotamiento de las tentativas de Lula y Vázquez, en particular, pero igualmente la de Kirchner. No es casual que se unan para ‘contener’ a Bolivia. Tomado de conjunto es un proceso incipiente, pero que podría acelerarse como consecuencia de diversas crisis internacionales en puerta”, advierte Altamira, que insiste en calificar a los gobiernos de Argentina, Brasil y Uruguay como “arietes” de la política estadounidense en la región.
El PCR fue uno de los partidos que destacó con mayor entusiasmo –por la importancia que le asigna al trabajo con el campesinado– el proceso abierto en Bolivia. Una numerosa delegación viajó hasta Tiwanaku para la asunción honoraria que los pueblos originarios rindieron a Morales. Allí estuvieron los miembros de su comité central y los principales referentes de su propio movimiento piquetero (La Corriente Clasista y Combativa-CCC): Carlos “Perro” Santillán, Amancay Ardura y Juan Carlos Alderete.
Patricio Echegaray fue otro de los dirigentes especialmente invitados por fuera de las delegaciones oficiales, aunque el PCA mantiene “relaciones cordiales” con el Partido Comunista Boliviano que no votó al MAS. Echegaray saludó el triunfo del MAS y cifró sus expectativas en los primeros movimientos de Evo Morales, con sus visitas a Cuba y Venezuela y en la articulación política que pueda ejercer con estos países.
“Evo Morales tiene ahora la oportunidad de no repetir el rumbo que tomaron Tabaré, Lula y Lagos, aunque sus ambigüedades son un alerta para el combativo pueblo boliviano”, afirmó Ripoll. En Bolivia el MST apoya al Frente Amplio de Liberación, un partido de izquierda con peso en la dirección de la Federación de Juntas Vecinales de El Alto, que dio libertad de acción a sus militantes en las últimas elecciones y que ya ha planteado exigencias al gobierno de Morales.
Lula, Tabaré y la
concertación chilena
“Los gobiernos PT y del Frente Amplio representan una fase final de la cooptación de las corrientes principales de la izquierda por parte del imperialismo. Es una repetición de lo ocurrido en Europa y entronca con el pasaje de las elites ‘comunistas’ al capitalismo. Lograron provocar unreflujo importante de las masas de sus países, antes de llegar al gobierno, aunque ocupando desde hace tiempo importantes posiciones en los estados locales. Son la expresión de un continuismo dentro de lo parece una ruptura con la política tradicional.” Así define Altamira los procesos abiertos por los gobiernos de Lula y Vázquez.
Las políticas implementadas en Brasil y Uruguay generaron una disyuntiva que pone en aprietos a los comunistas argentinos, dado que sus “partidos hermanos” forman partes de las respectivas coaliciones gobernantes. Aunque reconocen que el gobierno “socialdemócrata” brasileño no satisface las expectativas populares y “tiene la asignatura pendiente de producir los cambios de fondo que rompan con el modelo neoliberal”. En Brasil, el PCA mantiene relaciones con distintas vertientes del PT, con el PC do Brazil, que a pesar de sus críticas se mantiene en puestos del gobierno y el PC Brasileño que se retiró de la coalición.
Pero aún es más difícil Uruguay, donde el PCA siempre se miró en el espejo del Frente Amplio como ejemplo de construcción política y que ahora está sumido en un “profundo debate”. Aseguran que el PC uruguayo está “a la izquierda del FA, que se pronunció en contra del Tratado de Inversiones, de la presencia militar del Uruguay en Haití, y en contra de las operaciones militares conjuntas con Estados Unidos”. Incluso ambos partidos (PCA-PCU) realizaron una reunión en torno al tema papeleras, con visiones comunes para “exigir los requisitos tecnológicos para el cuidado de la ecología y el medioambiente, y de solidaridad con los movimientos ecologistas en ambas orillas del río Uruguay”.
“Latinoamérica es tierra de revolución permanente. Las luchas obreras y populares han volteado a varios gobiernos y a la vez hay un giro político hacia la izquierda. Una expresión de este giro es la asunción de gobiernos de centroizquierda o que lo parecen: Kirchner, Lula, Tabaré, LagosBachelet. Pero si bien adecuan sus discursos, son funcionales al imperialismo y las multinacionales y no plantean cambios de fondo. Kirchner le paga al FMI, Lula le cede a Bush y Tabaré acuerda con los yanquis”, vuelve a la carga Ripoll. En Brasil, el MST se identifica con la corriente trostkista aglutinada en el PSOL (Socialismo y Libertad), un nuevo partido de izquierda amplio surgido de la ruptura del PT; mientras que en Chile apoyaba el Frente Juntos Podemos (con humanistas y comunistas), pero a diferencia del PC chileno no llamó a votar por la socialista Michelle Bachelet en el ballottage presidencial.
“En Brasil, el gobierno de Lula y el PT mostró mayor continuidad con las políticas implementadas por Fernando Henrique Cardoso que lo que el propio capital imperialista había esperado. Logró, por ello, ser elogiado por el FMI y el establishment financiero internacional, a la vez que llevó a rupturas por izquierda en su partido y en parte de la base sindical que tradicionalmente había apoyado al PT”, afirma Castillo, que le asigna a Tabaré Vázquez el mismo destino: “Uruguay compite con el de Lula en mostrarse dócil ante los intereses de los EE.UU. y de los ‘dueños del Uruguay’. Incluso cuestiona el Mercosur ‘por derecha’, amenazando con firmar un ALCA por su cuenta con Estados Unidos”.
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