EL PAíS › OPINION
› Por Eduardo Aliverti
Estamos hablando del primer muerto del tiempo K durante una manifestación social, de que el muerto es policía y de que ocurrió nada menos que en la provincia del jefe de Estado. Sin embargo, antes que de eso estamos hablando de que prácticamente sólo se habla de eso.
La referencia central no es ésa sino la puja por la distribución del ingreso en un país cuyos números de macroeconomía muestran una recuperación acelerada con la contrapartida de que la brecha entre pobres y ricos no sólo no se achicó: se acentuó. Una expresión santacruceña de esa realidad acaba de revelarse en Las Heras, con el fondo de empleados y obreros del petróleo que, a valores reales, si se quiere ganan menos que durante la crisis del 2001, gracias a una forma de calcular el impuesto a las ganancias que no tomó nota ni del mínimo no imponible ni de la inflación. Cuando se trata de patronales, ese cálculo sólo significa una afectación de los manejos contables. Pero cuando, como en este caso, se trata de quienes están en relación de dependencia, hablamos de que los trabajadores llegan a perder hasta un salario por año. Ese, que es el fondo estructural de la cosa en tanto símbolo del debate que continúa pendiente (a quiénes se afecta para repartir la riqueza de un modo más justo), es presentado por la inmensa mayoría de los medios de comunicación como la forma. Y la forma, que por muy antipático y hasta revulsivo que suene decirlo fueron los hechos de balacera y muerte, se ofrece como el fondo.
Con excepción del delirio –o la falacia– sobre la participación armada del PO, el resto de las especulaciones, una parte o alguna de ellas pueden estimarse dudosas, contradictorias e incluso forzadas. Pero nunca inverosímiles. Todas podrían ser veraces. Y en consecuencia, la (muy benévola) explicación de por qué tanta prensa dedicada al efecto y no a la causa. Se dirá que eso es lo habitual, pero en hechos similares es al revés. La policía o la variante uniformada que fuere siempre aparecen como responsables claros. Y en Las Heras no. El que cayó fue un policía, y la derecha se relame. El policía muerto, aunque no le siente bien a cierta ortodoxia de los manuales de izquierda, era un laburante. Otra víctima de este sistema de mierda, digamos. Hay que decirlo. Si no se lo dice, al cohete e injustamente uno queda haciéndole el juego a Macri, Sobisch, la prensa más reaccionaria y a un conjunto de desgraciados y tontos de derecha y adyacencias.
Esta es una visión del episodio propiamente dicho. Lo que resta es señalar el fondo que esa misma mayoría comunicacional oculta o relativiza a sabiendas o por desidia, que a los efectos prácticos es igual. Es un resto y es un fondo mucho más puntual, y seguramente incompleto, que extenso. En Santa Cruz se llama conflicto gremial en pos de que el sentido vuelva a ser común porque, poco menos, en proporción los trabajadores pagan más de Ganancias que la patronal. En Buenos Aires, en cualquier momento puede volver a llamarse laburantes del subte, los trenes, la salud. En Catamarca puede tratarse de las explotaciones mineras a mansalva, en Río Negro de los docentes, en Salta de poblaciones que quedan aisladas del mundo porque se cae un puente, y en el lugar que sea, de los pobres e indigentes que no volvieron al mapa. En algunos casos el punto es que quienes tienen trabajo, visto en escala, muerden cada vez menos respecto de la torta de los que volvieron a estar de fiesta. En otros, consiste en que la foto quedó congelada en 2001/2002 y, da la sensación, no se toma en cuenta –al margen de los cambios en la representación política– que lo que vivió este país al cabo de la rata no es lo que vivió sino lo que sigue viviendo, en números de excluidos, por más que el consumo de la clase media sugiera lo contrario.
La buena noticia para el Gobierno sigue siendo que toda esa masa de conflictividad real y potencial no tiene articulación política, ni por derecha ni por izquierda. Para bien o para mal, la única protagonización conductiva de la Argentina es el kirchnerismo, o como se le quiera llamar al pequeño grupo que dirige institucionalmente el país. Y por eso es que apenas si se menta a la inflación como única negrura del horizonte, si es por la marcha de la economía.
La mala es que hay Las Heras eventuales por todas partes, a la vuelta de la esquina, más o menos dramáticas, más o menos repercutidas. Y la pregunta es si se tratará de amainarlas bajo el criterio de darles connotación de violencia recortada, de hecho más policial que político, de bandas sueltas. O si será cosa de resolver estructuralmente (tender hacia ahí, de mínima) lo que, vale repetir hasta el cansancio, la Argentina continúa siendo. Un país cada vez más desigual en la distribución de su riqueza, que a su vez ya proviene de una desigualdad consolidada.
Por ejemplo: ¿hacía falta un muerto para discutir quiénes pagan impuesto a las ganancias?
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