Lun 17.06.2002

EL PAíS  › OPINION

El ministro de Defensa

Por José Manuel Ugarte*

Cuál es la misión del ministro de Defensa?
El ministro de Defensa es, en primer lugar, el funcionario político a través del cual el Presidente de la Nación ejerce el comando en jefe de las Fuerzas Armadas y la dirección de la Defensa Nacional. En segundo lugar, es el administrador fundamental de la Defensa Nacional y responsable de que cada peso invertido en el área brinde al país el máximo valor en materia de Defensa. En tercer lugar, es el asesor directo del Presidente en materia de Defensa.
Pero existen otras funciones del ministro menos evidentes, pero tanto o más importantes. En la relación con las Fuerzas Armadas y en los términos ya clásicos de Huntington, el ministro es, a la vez, el delegado del pueblo... ante los militares, por una parte, y, ante la sociedad, el defensor de la defensa, incluyendo fundamentalmente, pero no limitado a, las Fuerzas Armadas.
El acabado desempeño de estos roles requiere las cualidades de un estratega de la política y, también, como es obvio, firmeza de carácter, fortaleza, integridad y conocimiento o cuanto menos capacidad de reflexión propia sobre la temática. Debe ser un formulador de la política de defensa. Debe ser percibido por sus dirigidos como una fuente de soluciones.
Si importante es la posesión de esas características para el ministro de Defensa de cualquier país del mundo, tal importancia se incrementa cuando se trata de un país latinoamericano. Con contadas y limitadas excepciones, los países latinoamericanos vivieron durante tres décadas bajo la conocida combinación de gobiernos militares alternados con gobiernos civiles fuertemente condicionados. No fue algo casual. En Latinoamérica rigieron doctrinas de defensa caracterizadas por la asignación a las fuerzas armadas de una misión política (la lucha contra el comunismo); por la existencia de una división de trabajo continental que asignaba a las fuerzas armadas el control del orden interno y la lucha contra el terrorismo dentro de sus propios territorios; por la confusión entre defensa nacional y seguridad interior.
Tales concepciones doctrinarias se correspondían con peculiaridades orgánico-estructurales en las áreas de defensa y seguridad, propias exclusivamente de Latinoamérica. En la Argentina, se asignó a las Fuerzas Armadas el control de la seguridad interior. Entre las consecuencias que este esquema produjo se destacan dos: la desprofesionalización y politización de las fuerzas armadas.
El ministro de Defensa debería saber que particularmente en ese sector, las tácticas de lobby y de representación de sectores tan usuales en las prácticas políticas nacionales son particularmente peligrosas para la sociedad, y que ofrecerse a gestionar poder político para las Fuerzas Armadas equivale a hacer desandar, tanto a las Fuerzas Armadas como a la sociedad, un camino recorrido con el sacrificio, esfuerzo y riesgos personales de mucha gente. Debería saber que aunque ese juego pueda serle personalmente beneficioso, al mismo tiempo implicaría el fracaso de su política y el perjuicio para la Defensa, que no puede ser manejada en base a lógicas institucionales. Debería tener clara conciencia de que si con su inactividad cede la conducción del sector a las instituciones, éstas impondrán su propia lógica: fortalecer su posición en la sociedad. También debe conocer una máxima de la experiencia mundial: jamás ninguna institución pudo reestructurarse y reformarse a sí misma.
Debería saber perfectamente que si pretende –contra toda la experiencia de los países institucionalmente desarrollados– reiterar la confusión entre defensa y seguridad interior propia del pasado, transformando a la Argentina en un Estado contrainsurgente, se destruirá lo trabajosamente logrado en materia de relaciones civiles-militares en el país. LaArgentina necesita un ministro de Defensa. Lo necesita con desesperación.

* Especialista radical en temas de Defensa e Inteligencia.

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