Vie 17.03.2006

EL PAíS

En una sesión veloz, la Legislatura le aceptó la renuncia a Acevedo

Por Martín Piqué
Desde Río Gallegos


“Acéptase la renuncia del gobernador.” La frase sonó como el veredicto de un juez, aunque la solemnidad duró sólo unos segundos. Fue lo que tardó el vicegobernador Carlos Sancho en dar por terminada la gestión de su ex compañero de fórmula en el 2003. No hubo aplausos ni muestras de dolor. El recinto de la Legislatura unicameral de Santa Cruz despidió así a Sergio Acevedo. Todo el proceso, desde que se leyó la renuncia indeclinable por “razones personales” hasta que se votó aceptar la dimisión, duró menos de media hora. Fue un trámite. El único momento en que se amagó con un debate –al menos un intercambio de opiniones– fue cuando los dos legisladores de la UCR plantearon una moción para que se instara a Acevedo a revelar los motivos de su alejamiento. “La gente en la calle quiere una explicación de por qué ha sucedido esto”, fundamentó el diputado Alfredo Freile. La propuesta fue rechazada por 19 votos a 2.

La misma diferencia se repitió en la votación definitiva, la que debía aprobar o no la renuncia del gobernador. Salvo tres ausentes por licencia, los legisladores del Frente para la Victoria de Santa Cruz votaron a favor de aceptarla: otra vez 19. Los dos radicales, que componen el único bloque de oposición, lo hicieron en contra. Todo contribuyó para que la sesión extraordinaria terminara rápido. Tras la aceptación de la renuncia, el cargo quedó automáticamente en manos de Sancho, según el artículo 115 de la Constitución Provincial. Aunque su debut oficial como gobernador recién se concretará hoy a las 17, cuando asuma los plenos poderes del Ejecutivo. Sancho es propietario de la inmobiliaria Sancho-Sanfelice de Río Gallegos. Allí trabaja el hijo de Kirchner, Máximo. Aunque proviene de una familia radical, el sucesor de Acevedo comenzó su carrera política en el peronismo. Hasta el miércoles a la tarde, hubo quienes pensaban que no era el hombre indicado para asumir en este momento. Por eso se habló del interventor de Yacimientos Carboníferos Fiscales (YCF), Daniel Peralta, quien tiene licencia como diputado provincial. Pero para que pudiera asumir Peralta, debían renunciar Sancho y Judith Fortsmann, la vicepresidenta 1ª de la Legislatura: desde el entorno incondicional a Kirchner admitían que la sucesión de renuncias hubiera sido “demasiado desprolija”. Se optó entonces por línea sucesoria. Igualmente, Sancho llegará a la gobernación con una ayuda extra: el Presidente lo rodeará con hombres de su más íntima confianza.

Tres nombres suenan para el Gabinete provincial. Uno es el coordinador de la Unidad Presidente, Juan Bontempo, a quien Kirchner ya había intentado colocar como ministro de Gobierno cuando la crisis en Las Heras comenzó a producir costos políticos. En aquel momento, Acevedo resistió la presión y ubicó allí a Elsa Capuccinelli. Ahora sería el turno de Bontempo, aunque también se habla del subsecretario general de la Presidencia, Daniel Varizat, para el mismo puesto. El tercer nombre que se baraja es Juan Manuel Campillo, quien fue secretario de Hacienda de Acevedo y tenía a su cargo la administración de los fondos repatriados del Exterior. Como esa función es muy sensible para el Presidente, Campillo no podía ser menos que un incondicional K. Tendría asegurada su continuidad.

La definición de los acompañantes de Sancho era uno de los ítem que se analizaban anoche en la casa de Kirchner. La palabra final estaba reservada al anfitrión. Mientras tanto, Acevedo pasaba su última noche en la residencia del gobernador. Según sus allegados, estaba preparando sus cosas para volver a su ciudad natal, Pico Truncado, donde fue dos veces intendente. “Va a retomar las clases de Educación Cívica en el colegio Salesiano y se juntará con unos socios que tienen un estudio jurídico”, contó a Página/12 uno de sus amigos de más confianza. La duda era si pretendía dejar la política. Para los hombres cercanos al Presidente el regreso a Pico Truncado implicaba el retiro definitivo. “El peso simbólico de la renuncia es muy fuerte”, argumentaban. Cerca de Acevedo no se animaban a decir lo mismo.

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