Vie 17.03.2006

EL PAíS

“Olga era pura persistencia, hizo tambalear la conciencia de la gente”

A un año de la muerte de Olga Arédez, su hermana, Monen Márquez, militante en los ’70, la recuerda en esta entrevista. Su lucha contra el ingenio Ledesma y las marchas del Apagón.

› Por Adriana Meyer

No fue madre sino esposa de un desaparecido, pero igual se puso un pañuelo blanco en la cabeza y marchó sola en la plaza de Libertador General San Martín. “Ella sembró en mí de nuevo la semilla de la esperanza, de la militancia”, le dijo a Página/12 Ramona “Monena” Márquez, hermana de Olga Márquez de Arédez, al recordarla al cumplirse hoy el primer aniversario de su muerte. La hija menor de esa humilde familia tucumana perteneció al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) sobrevivió a la masacre de Trelew y estuvo presa durante toda la dictadura. En medio de la calurosa tarde catamarqueña, conversó con este diario sobre su hermana, que durante años luchó contra la impunidad y enfrentó al poderoso ingenio Ledesma, de la familia Blaquier. “Hizo tambalear la conciencia de la gente”, definió.

Monena Márquez vive en el bello paraje El Rodeo, a unos 50 kilómetros de Catamarca. Cuando salió de la cárcel, en 1984, se dedicó a la docencia y desde hace seis años es directora de una escuela rural de “zona desfavorable”, ubicada en medio de los cerros, en el paraje Las Juntas.

Los Márquez eran seis, tres varones y tres mujeres, de los cuales Olga era la mayor y Monena la más chica. Se llevaban 20 años. “Tuve una relación muy estrecha con ella porque, junto a mi hermano, un poco me criaron”, recordó. Luis Arédez conoció a Olga cuando eran universitarios en Córdoba. Ella se recibió de odontóloga y él de médico, y ya entrada la década del ’50 Luis eligió establecerse en Libertador, más conocido como Ledesma por el ingenio. Trabajó allí, pero lo despidieron por recetar medicamentos caros a los obreros. Llegó a ser intendente de Libertador, fue secuestrado durante la dictadura y permanece desaparecido.

Olga también enfrentó al ingenio. No sólo marchando en la plaza, sino organizando las marchas de los Apagones, por aquellas noches de julio de 1976 en que fueron secuestradas centenares de personas, y también denunciando la contaminación que produce el ingenio. Ella misma enfermó de bagazoosis, una afección provocada por el bagazo (desecho de la caña de azúcar) y murió de cáncer el 17 de marzo de 2004. Tenía 72 años.

“Yo le tenía mucha admiración. Cuando estuve en Devoto, Olga me fue a visitar y cuando caí en el penal de Rawson fue Luis a verme”, recordó Monena.

–¿Cómo aparece en su familia el compromiso político?

–Nuestra familia es campesina, de clase media, productora de caña de azúcar. Olga se rebeló a la mentalidad del agricultor y exigió estudiar. La militancia en casa se vivió desde el radicalismo yrigoyenista de mi papá. Pero la concepción social y revolucionaria se empieza a vivir en mi familia cuando yo caigo detenida; ellos no sabían que militaba en el PRT, y era menor de edad. El 16 de junio del ’72 caigo detenida en Tucumán, pero inmediatamente me trasladan a Devoto y luego a Rawson. Yo estaba casada y tenía un hijo, y mi ex marido estuvo detenido conmigo.

–¿Estuvieron en la fuga del penal de Rawson?

–Sí. Y ahora se está reiniciando el juicio, impulsado por el CELS. La fuga fue un impacto tremendo. Los fusilamientos los vivimos con impotencia. Nosotros quedamos mirando a la calle, esperando que nos vengan a buscar. Entonces tuvimos que regresar y resistir toda esa noche, porque ya estaba todo rodeado. No teníamos armas, estábamos encerrados en una celda. Nunca supe bien cómo fue, creo que los compañeros tomaron la sala de armas, iban a ser el refuerzo desde adentro. Pero todo fracasó.

–¿Cuándo la liberaron?

–Salgo amnistiada en 1973. Al poco tiempo tengo que entrar en la clandestinidad después de Ezeiza, cuando ya operaba la Triple A. Comienzo a trabajar como maestra, en el ingenio Esperanza, en Jujuy. Era alfabetizadora, pero con un nombre falso. Tras un año me fui a Buenos Aires y caí detenida. Estuve ocho años presa. De ser menor de edad salí a los 33 años. Será por la simpleza de la gente de acá que uno no entra en tremendos conflictos. La esencia fue vivir y amar las simples cosas porque estás viva.

–¿Cómo fue su relación con Olga, ya adultas?

–La sigo extrañando un montón. Fuimos militantes diferentes, yo de los ’70 y ella de los ’80. Cuando yo estaba, ella no. Y cuando ella estaba en un crecimiento, yo estaba en un retraimiento.

–¿Cómo fue ese crecimiento?

–Olga era una mujer muy eficiente, muy de la casa, sin formación política. Creo que fue una transmutación de ella. Y pude visualizarlo en la movilización (N. d. R.: En julio pasado se hizo en Ledesma la primera Marcha del Apagón sin Olga, fue multitudinaria y se esparcieron sus cenizas en la plaza). Me generó un gran reconocimiento ver que se había transformado en una militante de los derechos humanos, del medio ambiente, de los derechos de la mujer y de los aborígenes.

–¿Fue difícil para ella sobrellevar el silencio de la gente de Ledesma?

–El pueblo de Ledesma surge porque existe el ingenio y tienen un compromiso de sumisión total. Olga tenía espíritu de reacción. Al principio fue de manera inconsciente, imitando lo que hacían en Buenos Aires, y luego logró convencer a las otras madres y a sus hijos. Luego hizo un crecimiento político e ideológico, y logró el apoyo de gente como Adela Antokoletz y Adolfo Pérez Esquivel, o Miriam Bordón. Aunque sea sola, ella era pura persistencia. Olga hizo tambalear la conciencia de la gente.

–¿Cuál es su recuerdo de Olga, a un año de su muerte?

–Yo había dejado de militar y en los ’80 viví la militancia a través de ella. Sembró la semilla de nuevo en mí. Antes de morir me dijo: “Mone, tenés una historia, no te olvides de los 30 mil”. Y hoy estoy retomando, es lo mejor que me dejó.

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