Di Pietro, ex fiscal del mani pulite, llamó a los ítalo-argentinos a votar a la coalición de centroizquierda en las elecciones del Parlamento italiano. Alentó el fin de la inmunidad parlamentaria.
› Por Eduardo Tagliaferro
Histriónico, verborrágico, el ex fiscal Antonio Di Pietro, uno de los principales impulsores de la investigación judicial conocida como mani pulite, manos limpias, reclamó el voto para los candidatos de L’Unione, la coalición de centroizquierda que con la candidatura del profesor Romano Prodi apunta a terminar el 9 de abril con el mandato del magnate de medios Silvio Berlusconi. “Aunque tengan dudas con el centroizquierda voten para mandarlo a casa”, pidió. Puso énfasis en que se presenta una oportunidad histórica, pero se tapó la nariz en señal de que votar a los suyos tampoco es un trago fácil de digerir. Fue al hablar en la Biblioteca Nacional frente a un auditorio con fuerte presencia de paisanos italianos. Allí también destacó que impulsa el fin de la inmunidad parlamentaria para que los legisladores tengan un trámite celerísimo cuando son acusados.
La investigación del año ’92, que tuvo a Di Pietro como una de las caras emblemáticas, dio nacimiento a un nuevo sistema de partidos e identidades nacionales en Italia. Dos años más tarde, él mismo se enfrascó de lleno en esa pelea. Creó su propia agrupación, Italia de los Valores, y hoy, además de apoyar a la coalición de centroizquierda, busca su reelección como parlamentario. Ex policía, ex funcionario judicial y actual legislador, en su breve paso por Buenos Aires mostró todas sus dotes en relaciones públicas. Hasta condenó la invasión a Irak porque no se acreditaron las acusaciones con las que se la justificó.
–¿Cómo encuentra a la Argentina? –le preguntó Página/12.
–Durante mi visita pude hablar con muchas autoridades argentinas, entre ellas, con el señor Presidente. Obviamente la Argentina está mucho mejor. Veo la preocupación que tienen los argentinos. Esta pregunta me la repiten mucho. Comprendí que una cosa es la esperanza y otra cosa es la realidad. Yo vi mucha esperanza en esta administración, pero el desafío está puesto en que esa esperanza se traduzca en hechos concretos. Y en ese proceso será clave la transparencia que se le imprima a todos los actos.
–¿Qué balance hace de la crisis que la Argentina mantuvo con los bonistas italianos titulares de bonos de nuestro país?
–Indudablemente es inútil esconderse. La venta a pequeños ahorristas italianos de bonos que estaban por entrar en default es un caso con varios matices. Por un lado hay una clara responsabilidad política, una responsabilidad argentina que no se puede eludir. A esto se le suma otra responsabilidad, en este caso una responsabilidad italiana y que tiene como responsables a quienes tenían que colocar en el mercado estos bonos. El sistema bancario italiano conocía que se trataba de una operación de alto riesgo. El alto riesgo se lo trasladaron al pequeño ahorrista y eso es una clara responsabilidad del sistema bancario italiano.
–Escucho a muchos italianos comparar a Silvio Berlusconi con Carlos Menem. Usted pone el acento en el combate a la corrupción. ¿Alcanza con esto para poner fin a una sociedad injusta?
–Combatir la corrupción es un tema de prevención, no de represión. No se puede combatir la corrupción solamente cuando es descubierta. Hay que tener la lupa sobre el patrimonio de los funcionarios y así ver cuándo este patrimonio aumenta significativamente. Hay que actuar con más energía cuando el sospechoso no puede demostrar de dónde proviene.
–¿Puede ser exitoso el combate contra la corrupción sin cambios en la dirigencia política?
–Es necesario refundar una nueva clase política. La corrupción tiene muchas formas y sin cambiar la calidad de las personas que hacen política eso se vuelve muy difícil. El que comete un delito, el que viola la ley, no puede hacer política. La sociedad tiene que comprender que involucrarse le permitirá ir renovando lentamente a esa dirigencia política, eligiendo mejores legisladores en uno y otro polo político. Yo no digo que conmigo están todos los buenos y los restantes políticos son todos malos. Actualmente en el Congreso hay 24 legisladores condenados que ocupan una banca y con ello hay que terminar estén en las filas que se encuentren.
–¿Cuántos de aquellos políticos que usted sospechaba involucrados en hechos de corrupción se los ha cruzado en el Parlamento italiano?
–Las dos personas que se sientan a mi lado fueron acusadas por mí. En el Congreso hay muchos acusados. El funcionario público acusado debe tener un trámite judicial rapidísimo donde pueda demostrar su inocencia, si no debe ser removido. Por eso reclamo el fin de la inmunidad parlamentaria.
–¿Qué puede aportarle a Italia la incorporación de legisladores radicados en el extranjero?
–Lo más importante es quién vaya. No cualquiera aportará cosas positivas. En la Argentina, si se elige a una persona como Darío Ventimiglia o el embajador Giovanni Ianuzzi, serán candidaturas valiosas.
–¿Qué les dice a los votantes italianos de primera o de segundas generaciones?
–Los italianos tienen que comprender que no deben perder el voto. Es una oportunidad única. Aun aquellos que dicen que el centroizquierda no les convence, yo les digo que tienen que mandar a casa a Berlusconi. Así podremos terminar con cinco años de retroceso. Los italianos hoy están amargados.
–¿Con qué perfil tendría que presentarse Italia ante el mundo?
–Sobre la competitividad económica. El crecimiento industrial fue cero en el último año. Creo que ese perfil Italia lo tiene que recuperar.
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