Dom 19.03.2006

EL PAíS  › CRITICAS A ACEVEDO

“Papá Noel vivía en su casa”

Por S. M.

“Está cerrado, arreglado”. Así definen en la Casa Rosada, con cierta benevolencia, el episodio que desató la renuncia del ahora ex gobernador de Santa Cruz Sergio Acevedo y su reemplazo por quien fuera su vice, Carlos Sancho. El talante cambia cuando la mirada oficial se detiene en la renuncia y sus formas, y se hace más severo al evaluar su gestión como mandatario. “No se puede dejar una gobernación como lo hizo él. Además, tenía una provincia con superávit primario, con fondos que le llegaban regularmente, con inversión privada. Le iba bien, Papá Noel vivía en su casa. ¿Qué más quería?”, se preguntó un ministro que habita Balcarce 50. Otro de ellos abundó ante Página/12: “No tengo muy en claro por qué renunció, si está bien o está mal, pero Acevedo no tenía derecho a tomar una decisión tan importante y que nos enterásemos por los diarios. Un gobernador no puede renunciar así porque sí. ¿Por qué se fue? No lo explicó.”

En los principales despachos de la Casa de Gobierno queda esa sensación de sorpresa flotando en al aire. Si bien utilizan calificativos como “ciclotímico”, propenso a las “subidas y bajadas” en su estado de ánimo, y otras delicias, y que se muestran ayunos de piedad cuando evalúan las dotes de administrador de Acevedo, no terminan de comprender –al menos eso expresan– el porqué de su decisión radical. Las argumentaciones, ofrecidas por dos de los más altos funcionarios del gobierno nacional, son variadas. Veamos algunas de ellas.

Respecto de la relación con Néstor Kirchner, los confidentes sostuvieron:

- “Laburó toda la vida con el Presidente. ¿Ahora se viene a enterar cómo es trabajar con él? Que el Presidente es un hinchapelotas lo sabe todo el mundo que ha trabajado con él. Y Acevedo lo sabía desde siempre. Fue su vicegobernador”.

- “Si Kirchner se enoja y no te atiende el teléfono varias veces, como gobernador debés armarte de paciencia, esperar a que te reciba y, si querés, ahí le decís que vas a renunciar. Eso es lo que debe hacer un gobernador”.

Otro aspecto al que adujeron los colaboradores de Acevedo para justificar su dimisión fue la tensión permanente con el ministro de Planificación, Julio De Vido, ante la imposibilidad de manejar el dinero nacional para las obras públicas. Las respuestas corales de la Rosada fueron:

- “El tema del manejo de las obras públicas es una estupidez: recuerdo que el Fondo del Conurbano lo manejaba la provincia. A la hora del reconocimiento de la gente, cobraba el intendente, era el reconocido. El (Acevedo) podía gobernar como le venía en ganas”.

- “Sabemos de su mala relación con Julio De Vido. Puede que De Vido no se la haya puesto fácil –es un hombre difícil–, pero eso no se arregla renunciando”.

Su gestión como administrador provincial es el costado más criticado y las evaluaciones oficiales incorporan a este ítem su desempeño ante la crisis en Las Heras:

- “Su gestión era floja. Un gobernador puede trabajar como quiera, pero a él se lo veía andando en su chata por Río Gallegos durante horas, como paseando”.

- No hubo acción política para evitar o prever lo que pasó en Las Heras. Son muchas las cosas que se jugaron para que no se haga cargo de esa situación.

- “A Acevedo le pesó mucho el asesinato (del policía Sayago). El ha sido siempre un defensor de los derechos humanos y lo que pasó con los apremios ilegales de la policía con los presos lo desmoronó”.

- “Para colmo, tiene 20 detenidos y no saben quién es el asesino”.

- “Antes de la crisis en Las Heras tuvo tomada durante dos meses la Municipalidad de Caleta Olivia. Tenía antecedentes que le decían que debía involucrarse más. Santa Cruz tiene 200.000 habitantes, la gestión es muy directa. Acevedo nunca fue a Las Heras”.

El ex gobernador no ha hablado aún. Su palabra fue expuesta en cuentagotas por colaboradores suyos. Su silencio invita a interpretaciones tan disímiles como las que hacen sus propios seguidores en Santa Cruz, el gobierno nacional y la oposición política, esta última no exenta de tintes de apocalipsis institucional. De romper ese silencio, acaso eliminaría gran parte de las conjeturas.

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