El Gobierno le restituirá a Juan Jaime Cesio el grado de coronel del Ejército que la dictadura le quitó por acompañar a las Madres de Plaza de Mayo en una marcha y denunciar los crímenes del terrorismo de Estado.
› Por Miguel Jorquera
Ayer por la noche, Juan Jaime Cesio tenía mucha alegría y sólo dos preocupaciones: preparar “un discurso de no más de quince minutos” y tratar de ubicar a algunos amigos de los cuales ya no tenía su teléfonos. El área de ceremonial del Ministerio de Defensa le había informado que sería uno de los oradores y que podría seleccionar una “cantidad limitada” de invitados a la ceremonia en la que hoy a las 18 horas, en el Salón Blanco de la Casa Rosada, el Gobierno le restituirá el grado de coronel del Ejército y los honores militares que le quitó la dictadura. Además de anunciar que enviará al Senado el pliego de ascenso a general de brigada, que “el brujo” José López Rega boicoteó en el Congreso antes que los militares usurparan el poder. En el acto también se rendirá homenaje a los coroneles Martín Rico y Jorge Montiel, asesinados a mediados de los ’70 por la Triple A.
“Pasaron 30 años. A mí me sumariaron y me quitaron el grado y los honores por ‘deshonor e indecoro militar’, que en realidad era porque me opuse a la dictadura. De ahí en más les reclamé mis derechos a los jefes de Estado Mayor, a los ministros de Defensa y a los presidentes de todos los gobiernos, pero ninguno de ellos ni siquiera me contestó”, contó Cesio a Página/12, todavía emocionado, después de volver a probarse el uniforme que le confeccionó la sastrería militar y que “me obsequió el general (Roberto) Bendini”. Es que el jefe del Ejército reivindica ser quien reactivó la sastrería para la fuerza.
–¿A este Gobierno también se lo había pedido? –le preguntó Página/12.
–Esta vez no, estaba podrido. Cuando uno inicia una causa, acuña esperanzas, pero ya había recibido muchas desilusiones. En realidad todo empezó con una contratapa de Página/12 que firmó Osvaldo Bayer, después la ministra (Nilda) Garré me invitó al cóctel de fin de año del Ministerio de Defensa; y ahora esto, que me lo dijeron el viernes pasado. No lo esperaba –respondió el coronel, que hoy tiene ochenta años.
“Cesio, uno de los pocos militares que le dijo no al crimen y al secuestro. Lo pagó muy caro: veintidós años de tristeza, injusticia y de quita de sus derechos, a través de restos del poder del crimen y la impunidad. Ojalá la nueva ministra de Defensa devuelva el derecho y termine con la injusticia de la violencia castrense que tanto mal hizo a la República”, decía la nota de Bayer, que publicó este diario el 3 de diciembre del año pasado.
El coronel usó por última vez su uniforme a fines del ’83, apenas días después de la restauración de la democracia, para hacer de padrino en el casamiento de su hija, pero nadie le devolvió el grado ni los honores. Durante el último gobierno de Juan Perón, López Rega bloqueó su ascenso en el Congreso por oponerse a la “doctrina de seguridad nacional”.
Ya durante la dictadura, a raíz de que acompañó a las Madres de Plaza de Mayo en una de sus marchas, el coronel demócrata fue descalificado por “falta gravísima al honor con accesoria de pérdida del uso del grado, título y uniforme”. Cesio declaró además que “bandas integradas por militares habían usurpado el gobierno” y que, con “el mendaz propósito de combatir la subversión, cometieron delitos aberrantes, como el secuestro, la tortura y el asesinato de miles de personas”.
Durante todos estos años, Cesio hizo de todo: fue gerente de seguridad de la todavía estatal YPF, asesoró en temas de defensa nacional del intransigente Oscar Alende, fue corrector de estilo en varias publicaciones y hasta escribió un libro, La cocina del cuartel. “Ahí escribí cosas que ya no me animaría a decir, tenía algo de humor y hasta un capítulo en el que describía para qué sirven los militares”, describió Cesio que se ufana de haber vendido unos mil ejemplares.
Hoy, cuando Cesio vuelva a lucir su uniforme y su grado, en el Salón Blanco también estarán su amigo de toda la carrera militar Bernardo Chasseing –“que fue nombrado gobernador de Córdoba por la dictadura y renunció al ver los que hacía Benjamín Menéndez”– y su compañero, el coronel Horacio Ballester, con quien fundó el Centro de Militares por la Democracia (Cemida).
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