EL PAíS
Las asambleas debaten qué hacer con las elecciones
Página/12 asistió a una discusión donde representantes de distintas asambleas de barrio debatieron sobre política. ¿Deben presentar un programa propio? ¿O deben abstenerse?
› Por Irina Hauser
–¿Por qué no hacemos un programa político de las asambleas y le exigimos a quien sea elegido Presidente que lo aplique? –propuso un vecino con la campera abotonada hasta la barbilla.
–Pero eso no nos representa, se parece demasiado a la lógica de los partidos políticos –replicó, desde un rincón, una asambleísta.
La discusión marcó uno de los puntos centrales de un encuentro de 25 asambleas populares que se reunieron en una escuela de Barrio Saavedra dispuestas a hablar de política y revisar su lugar en ella. Después de debatir en grupos durante cuatro horas, los caceroleros consensuaron una idea novedosa: en las próximas elecciones ya no quieren apelar al voto bronca, sino que buscan adoptar alguna forma de participación activa.
El encuentro se hizo el lunes a la tarde en la escuela Naciones Unidas. Fue un plenario “interzonal”, ya que reunió a dos grupos de asambleas de barrios linderos, convocadas por las de Villa Pueyrredón, Barrio Parque Saavedra y Plaza Nunca Más. Hubo 150 personas que se organizaron en comisiones que trataron, cada una, un tema distinto: qué actitud deberían tener las asambleas ante las elecciones, cómo articularse con otros movimientos sociales, la desmovilización de algunos vecinos y qué relación establecer –o no– con el Estado.
La polémica sobre las elecciones fue la que más participantes reunió. “Una postura compartida fue no sostener la abstención”, intentó resumir en voz alta una chica de pelo corto, claritos y pañuelo verde al cuello ante los demás asambleístas en un patio cubierto donde había eco. Quedó, sin embargo, un dilema abierto. Todavía casi nadie está convencido de cuál sería la forma más conveniente de inserción de las asambleas en la política. En ese punto aparecieron conceptos contrapuestos:
- “Conformemos un programa propio de las asambleas, se lo presentamos al Presidente electo y le exigimos que lo cumpla”, planteaba un grupo. “No, mejor sería funcionar como contrapoder, ¿acaso queremos parecernos a un partido político?”, decían otros.
- “Podríamos apoyar a algún candidato siempre que se comprometa a convocar a una constituyente, que deje su renuncia a 120 días firmada, y que mientras gobierne atienda la emergencia sanitaria y alimentaria”, fue otra de las propuestas. Aunque otra sugería “ver lo electoral como proceso coyuntural y pensar en armar un frente de movimientos sociales”.
El espíritu del evento, explicó a Página/12 Alberto, uno de los organizadores, tuvo que ver con uno de los temas de debate. “Juntarse entre vecinos, conocerse y discutir, en un momento en que mucha gente empieza a perder el miedo a hablar, pero en que también hay gente que deja de venir a las asambleas”, explicó. “La desmovilización es una reacción natural”, intentó tranquilizar Juan, un especialista en marketing, pionero en los cacerolazos contra la Corte, quien dijo pertenecer a la asociación “Tuvo”, “Tuvo casa, tuvo empleo, tuvo plata”, bromeó.
La retirada de muchos vecinos de las asambleas barriales –ya sea por cansancio o desgaste, por la falta de acuerdos, por el aparateo de algunos partidos políticos o por el frío– preocupa a quienes perseveran. “Esforcémonos para tolerar la multiplicidad”, propuso una de las comisiones, y despertó un fuerte aplauso. “Necesitamos un cambio de mentalidad. Lo que no se puede es porque no se quiere”, insistió un señor de anteojos y barba entrecana.
–Todo muy lindo, pero todavía algunos partidos de izquierda siguen intentado copar la interbarrial aunque se haya implementado el sistema de un voto por asamblea –protestaba a un costado una mujer que cebaba mate para mitigar el frío.
Más optimista, un muchacho de campera roja y ojos chiquitos rescataba las reuniones interzonales “porque acá se puede discutir en serio y sobre cosas bien concretas, y en cambio la interbarrial sigue siendo una máquinade producir consignas que casi nunca llegan a nada, que son imposibles de abordar después en las asambleas”, comentó a este diario, pero no quiso decir su nombre.
En el grupo que discutió sobre la relación con el Estado surgieron cuestionamientos al modo en que se implementa el presupuesto participativo en la Ciudad de Buenos Aires. “Es válido”, explicaron en sus conclusiones, pero “tenemos que controlar para denunciar si aparecen manejos y estrategias”, se pusieron de acuerdo. Otras definiciones aclamadas fueron las que alentaron “la relación con los barrios”, “la articulación con otros movimientos sociales” y “una forma de organización que haga que las asambleas no se parezcan a un partido político”.