Sáb 01.04.2006

EL PAíS  › LA CTA CONVOCO A UNA JORNADA DE MOVILIZACION EL 20 DE ABRIL

El arte de mantener el equilibrio

En el congreso de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) se pusieron en evidencia las diferencias internas entre sectores kirchneristas y sectores opositores. Sin embargo, primó la unidad.

› Por Martín Piqué
Desde Mar del Plata

Una primera mirada podría resumir el final del séptimo congreso de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) con aquella promesa –luego incumplida– que usó el general Eduardo Leonardi tras el golpe de Estado contra Perón: “Ni vencedores ni vencidos”. La frase describía el clima que se percibía entre los 7874 delegados acreditados que participaron del congreso. Nadie se adjudicaba una victoria política, tampoco una derrota. Simplemente, porque –argumentaban los dirigentes– en ningún momento se había producido una compulsa tan lineal. Sin embargo, los distintos alineamientos ante el Gobierno volvieron a quedar expuestos –en el gimnasio y en el palco de oradores había kirchneristas, independientes y opositores–, aunque nadie se preocupó por ocultarlos. Más bien se destacó esa diversidad, que se expresó en el debate, pero no derivó en peleas de cantitos ni de otro tipo, como una muestra de “democracia interna”. No por casualidad, la bandera que cruzaba el escenario –el único decorado junto con la sigla de la CTA– decía “Democracia, Igualdad, Soberanía”.

En todo caso, el final mostró a los distintos sectores haciendo una interpretación propia de la palabra “autonomía”. “Defendemos la autonomía de la central respecto de los partidos, el Estado y los patrones, lo cual implica poder poner en debate por fuera de la falsa dicotomía oposición-oficialismo”, decía el documento final, aprobado previamente por 19 congresos provinciales. Para muchos participantes –Víctor De Gennaro entre ellos–, el significado de esa invocación a la “autonomía” era evitar un alineamiento directo con el oficialismo. En cambio, los sectores kirchneristas habían usado la misma palabra, pero con una diferencia sustancial: “Autonomía sí, indiferencia no”. Era una astuta convocatoria a respaldar las políticas oficiales: quienes impulsaron esa fórmula fueron el subsecretario de Tierras para el Hábitat Social, Luis D’Elía (sobre todo) y el diputado Edgardo Depetri.

Obviamente, los dirigentes no querían poner el acento en las distintas posturas ante el Gobierno. Como trasfondo, hay que reconocerlo, prevalece una visión política profunda sobre la “alternativa autónoma de la clase trabajadora” que tiene puntos de contactos con la visión que en los ’70 sostenían el Peronismo de Base y las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP). El propio De Gennaro reconoció a Página/12 que se nutrió de aquellas ideas cuando comenzó su militancia junto con Germán Abdala en la unidad básica Amado Olmos, a principios de los ’80. La influencia de Abdala –un referente mítico dentro de la CTA– pesa todavía más. “Es un camino más largo, que implica sufrimiento, pero a la larga será nuestro”, dijo el fundador del Grupo de los 8 sobre la conveniencia de crear una alternativa propia de los trabajadores. No casualmente, esa frase fue citada en el congreso por el propio De Gennaro.

Todo eso explica el lugar central que se le dio a la “autonomía” como declaración de principios colectiva. Y explica también que se haya insistido con la idea de gestar un “nuevo movimiento político”. “Reafirmamos la autonomía de la central desde la soberanía política de la clase trabajadora y apostamos a la construcción del movimiento político, social y cultural como la herramienta política de los trabajadores y como instrumento de transformación y cambio del sistema”, dice el documento final. Lo leyó Hugo Yasky, titular de Ctera, cuando terminaba el congreso. Los sectores kirchneristas, que no son nada minoritarios (casi la mitad de los delegados respondían a la Federación de Tierra y Vivienda y el Frente Transversal Nacional y Popular, que encabeza Depetri), salieron a explicar que la insistencia en el nuevo movimiento no chocaba con el apoyo explícito a Kirchner. D’Elía, más enfático, dijo que no estaba de acuerdocon “alternativizar o antagonizar con el proceso que encabeza el Presidente”. Dentro de la CTA esa mirada convive con quienes denuncian al Gobierno por la cantidad de presos políticos y la “militarización de Las Heras”. Un ejemplo es Gustavo Lerer, delegado de ATE en el Hospital Garrahan y militante de una agrupación de izquierda independiente escindida del MAS.

Lerer protagonizó uno de los momentos más tensos de la última jornada del congreso. Primero recordó la definición de “izquierda siniestra” con la que el ministro del Interior, Aníbal Fernández, aportó al debate por el acto del 24 de marzo. Luego pidió que se votara repudiar explícitamente al ministro, como también al jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Mientras hacía su exposición, la tribuna poblada por la FTV comenzó a mover nerviosamente sus banderas. Pero la tensión no pasó de allí. Apoyado por el Movimiento Territorial Liberación (MTL), una organización territorial vinculada al Partido Comunista, Lerer también propuso convocar a un paro nacional en repudio de los hechos de Las Heras y Neuquén (por el choque entre docentes y obreros de la Uocra que trabajan en el petróleo). Las dos mociones perdieron ante una amplia mayoría.

Pero tras varias horas de debate se llegó a un consenso sobre el plan de acción. Por votación unánime, se decidió convocar a una jornada nacional de movilización para el 20 de abril. Aparte de denunciar la represión a los maestros neuquinos, se reclamará por “la recuperación del salario, contra la pobreza y la desocupación, y por la libertad y la democracia sindical”. En algunos temas delicados, como el debate sobre si existe incompatibilidad entre un cargo en la CTA y otro en el Gobierno –algo que afectaba directamente a D’Elía y al embajador en el Vaticano, Carlos Custer– o la incorporación de las minorías a los puestos de conducción (se discutía si había que alcanzar un piso del 20 por ciento de los votos o distribuir proporcionalmente los cargos), hubo dos posiciones y se tuvo que definir por votación.

Fueron los sectores de izquierda, tanto de ATE como de los movimientos territoriales, quienes propusieron excluir de la conducción a los funcionarios del Gobierno (“es contradictorio con la búsqueda de autonomía”, argumentaron) e incorporar a la minoría sin un piso del 20 por ciento. Perdieron las dos mociones. El resultado fue tomado con naturalidad. Se decidió que la minoría accederá a los cargos de dirección si obtiene al menos el 20 por ciento. Nadie se quejó.

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