La titular de la Asociación Madres de Plaza de Mayo denunció ante el ministro del Interior, Aníbal Fernández, la golpiza que recibieron tres jóvenes en Barracas. Pasaron a disponibilidad a los responsables.
Los policías de la comisaría 30ª de Barracas están bajo la lupa. Desde hace cuarenta y ocho horas, el Ministerio del Interior sigue de cerca los pasos del titular de la dependencia y de un grupo de agentes, denunciados como responsables de una feroz golpiza contra tres jóvenes militantes de una organización de desocupados de Barracas. La denuncia propalada el sábado por Hebe de Bonafini terminó con el pase a disponibilidad de seis policías. Pero ayer la presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo insistió y exigió la renuncia del titular de la comisaría, Ricardo Kidd. El ministerio de Aníbal Fernández aún no se pronunció. La decisión dependerá, según dijeron, de los resultados de la investigación judicial.
Javier Pitar fue uno de los protagonistas de la golpiza del sábado 9 de abril. Esa noche dormía en una casa abandonada de Barracas con otros dos compañeros del Movimiento de Trabajadores Desocupados Evita de esa localidad. La casa era un viejo almacén cerrado hacía más de veinte años, lindero a otro edificio ocupado. Luego de consultarlo entre los vecinos, los jóvenes entraron a la casa para limpiarla, dispuestos a trasformarla en un comedor social para el barrio.
Poco antes de las seis de la mañana del sábado “llegó un móvil policial con armas de fuego y nos pidieron que salgamos”, dice Javier Pitar en diálogo con este diario. Por orden de la policía, él, Rubén Carbonell y Juan Manuel Martínez salieron a la puerta de calle. En ese momento los obligaron a ponerse cuerpo a tierra, boca abajo y esposados, mientras que alrededor se sumaban otros dos patrulleros y personal en dos autos de civil.
Los policías rodearon a los muchachos en semicírculo, mientras que una persona de civil –según la denuncia– fue quien llevó adelante el interrogatorio acompañado por golpes de puño y patadas: “A nosotros no nos daba –dice Pitar–: todo era demasiado violento y además no había nadie en la calle”. Como en las viejas épocas, “uno nos pegaba, los otros miraban, como si fueran espectadores”, sigue Pitar. Bajo los golpes, la persona de civil que parecía llevar adelante el procedimiento aumentó el tono de las amenazas cuando se encontró una revista del movimiento y volantes con el anuncio del comedor, guardados en la mochila de Juan Manuel Martínez.
Según los jóvenes, las revistas les generaron más violencia: “Mientras nos golpeaba en la cara nos dijo: ‘¡Zurdos, montoneros! ¿A ustedes quién los mandó para acá?’”.
Juan Manuel Martínez terminó, horas más tarde, en el Hospital Argerich, donde le extirparon 25 centímetros del intestino. Según los datos difundidos por las Madres, “su intestino fue perforado por los golpes que recibió en el estómago”. El cuadro se agravó poco después, por la falta de atención médica inmediata. Luego de la golpiza, los tres muchachos fueron detenidos y ubicados en dos celdas de la comisaría ubicada en Hornos 768. Allí los dejaron, incluso a Juan Manuel Martínez desde antes de las ocho de la mañana hasta después de las diez. “Lo dejaron solo en un calabozo y yo sabía que estaba mal porque ya no contestaba ni gemía.” Los gritos de sus compañeros lograron movilizar al médico de la policía. Luego, Martínez fue operado de urgencia.
Luego de mantener una conversación con Bonafini, el ministro Aníbal Fernández ordenó el pase a disponibilidad de los seis policías que esa madrugada estuvieron en la zona y a bordo de los móviles 130 y 230 de la comisaría 30ª. El desplazamiento fue un gesto pero no terminó con el reclamo de las Madres. Bonafini pidió ayer la destitución del comisario Ricardo Kidd y del propio jefe de policía, Néstor Vallecca.
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