EL PAíS › UNA LECTURA DEL ACTO DEL 25 DE MAYO
Con un palco con algunas de las más representativas defensoras de los derechos humanos, Kirchner hizo un acto de reivindicación cultural del peronismo. La conformación de las mayorías. Lo que dice el Gobierno y lo que se viene.
Solamente Juan Domingo Perón y Néstor Kirchner pudieron juntar, en un acto de liturgia y parafernalia peronista, al amplio espectro ideológico que ha confluido dentro de este movimiento desde fines de los años ’60. Los tiempos cambian y en época del General la convivencia no existía, era violenta y finalmente desigual: Perón optó por el movimiento obrero como antítesis de los “estúpidos imberbes que gritan”. En esta oportunidad, el jueves pasado, la situación era la opuesta: los defensores de los derechos humanos, la vieja izquierda –otrora juventud maravillosa que hoy anda por la edad del Presidente (56)– convivió en paz y hasta dando una imagen naïf con aquellos que hace tres décadas estaban del otro lado y que, hoy día, de no ser por la política de Estado que impulsa Kirchner en el asunto, no gastarían un segundo de su tiempo en ocuparse. En la Plaza del 25 de Mayo, Kirchner puso al peronismo del otro lado de la picana; el palco es “de Perón, Evita, las Abuelas y las Madres de Plaza de Mayo”, definió el Presidente. Fue un acto de reivindicación cultural del peronismo.
“Kirchner saldó una deuda histórica”, sostiene uno de los consejeros del Presidente, refiriéndose especialmente al peronismo. “Menem y la derecha habían puesto al peronismo del otro lado, del lado de la injusticia, de los indultos, del entorpecimiento de las investigaciones, de la oposición a la Justicia internacional, de la distribución regresiva del ingreso. La plaza del 25 estuvo más en sintonía con el peronismo de los ’70 que con los otros. Kirchner ocupó ese lugar, el de aquel peronismo. Y con el palco –donde estaban el Presidente, su mujer, la senadora Cristina Fernández de Kir-
chner, y las titulares de Abuelas de Plaza de Mayo y de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto y Hebe de Bonafini, respectivamente– saldó una deuda histórica”, explica el consegliere.
Uno de los principales colaboradores del patagónico abunda en el asunto: “La oposición puede decirnos lo que quiera, pero el palco, ese palco, estaba ahí; eso fue una parte del mensaje”, sostiene. Obviamente, el hombre desdeña las acusaciones sobre el poder del “aparato” partidario y la idea de que a la gente se la arría como reces a un sitio al cual no quiere ir. “No hay aparato que mueva la cantidad de gente que se juntó en la Plaza. El aparato puede mover acaso a 50.000 personas. Concédame que hubo el triple o el cuádruple de esa cifra”, solicita, retóricamente, el ministro. Y argumenta a favor de su mirada: “Cuando Kirchner terminó de hablar, hubo gente que se fue, pero otra se quedó”.
30 años de diferencia
La violencia de los ‘70 revulsionó al peronismo y al país todo. Los sectores que encabezaban esa pelea sangrienta en los intestinos del movimiento creado por el entonces “león herbívoro”, que causó miles de muertos, tributaban a una cultura política que la toleraba y, finalmente, desdeñaba de la democracia. La Argentina se civilizó recién en 1983, con la recuperación de la democracia y el gobierno de Raúl Alfonsín. En ese momento de la historia, la sociedad dejó de aceptar que los cadáveres sean la moneda de transacción política, como lo habían sido a lo largo de toda nuestra historia como Nación e incluso antes. Desde 1806 –por poner una fecha fundacional, cuando en esta tierra nació la idea de construir una patria–, los argentinos incorporaron la violencia como moneda de cambio político. Y a partir de 1930, una parte importante de la sociedad aceptó que un proceso democrático podía interrumpirse por un golpe militar, como una continuación normal de la institucionalidad.
La violencia extrema, la corrupción y la ineficacia del llamado Proceso, además de la derrota militar en Malvinas (una guerra deseada por nadie, excepto aquellos militares trasnochados y, cuándo no, ebrios), quebró la lógica de la violencia y golpismo en la mayoría de la sociedad.
El jueves pasado, representantes de los sectores que antes del golpe del ’76 dirimían sus contradicciones y diferencias a los tiros, convivieron en paz y hasta contentos en una plaza que, más allá de las cifras, no estaba tan llena desde el alzamiento carapintada de Aldo Rico.
“La variedad del arco ideológico que usted dice es necesaria para construir las mayorías que nos permitan, entre otras cosas, evitar que (el ex subcomisario Luis) Patti ingrese a la Cámara de Diputados”, justifica un destacado colaborador presidencial.
El quiebre
En el Gobierno destacan que la movilización masiva del 25 de Mayo fue, además de una demostración del poder de convocatoria del kirchnerismo, una señal de la reconstitución que se está operando en el sistema de representación política, quebrado tras las horrendas jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001. “Tuvimos más de un lustro de plazas que puteaban a la política, con su pico máximo en diciembre de 2001. Esta fue una plaza para reivindicarla”, reflexiona un habitual confidente del Presidente.
Un destacado integrante del gabinete abona la hipótesis expuesta por la fuente anteriormente citada. “Con esta Plaza se cerró un círculo que empezó el 19 y 20 de diciembre de 2001, que dejó enemistada a la sociedad con la política y los políticos. El jueves, uno podía ver a gobernadores, senadores, diputados, ministros, dirigentes caminando entre la gente sin que nadie los insultase. En otra época eso hubiese sido poner en riesgo la integridad física”, aventura el funcionario.
Cuando Página/12 lo contradice argumentando que la fractura en el sistema de representación aún no se ha recompuesto, el confidente sostiene lo contrario. “Se ha cerrado la fractura que se abrió en esa oportunidad –dice–, pero sigue pendiente la deuda que aún no ha sido pagada”, concede.
¿Qué hay después
de la Plaza?
Las fuentes consultadas por este cronista, integrantes del entourage más estrecho del Presidente, sostienen que no hay que esperar nada espectacular después del acto. Los funcionarios coinciden en que las especulaciones sobre cambios de Gabinete, anuncio de medidas rimbombantes, alguna movida por Repsol-YPF son sólo humo. “No habrá cambios de gabinete, no habrá anuncios espectaculares, todo seguirá dentro de la misma lógica que hasta ahora. Puede ser que en algún momento alguien se incorpore –a la administración Kirchner–, pero será parte de la dinámica del Gobierno”, explica un ministro, que despega a lo ocurrido en la Plaza del ofrecimiento hecho por el Gobierno al socialista Héctor Polino (para ocupar la Secretaría de Medio Ambiente con dependencia en la Jefatura de Gabinete).
Estas afirmaciones oficiales podrán se comprobadas (o no) en las próximas dos semanas.
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