EL PAíS
Siempre se vuelve al primer amor (el partido)
› Por José Natanson
Desprestigiado como nunca, blanco privilegiado de una bronca antipolítica que no entiende (y que no busca entender), Raúl Alfonsín formalizó ayer su renuncia al Senado con una carta en la que anticipa que “jamás” abandonará la política: es que, lejos del retiro, el ex presidente busca mayor libertad de acción para recuperar el liderazgo partidario que se le había escurrido. En este sentido, no es casual que la sorpresiva decisión se produzca poco antes de una megarreunión radical prevista para el viernes, ni tampoco la hipótesis que ayer manejaba uno de sus viejos amigos, que no descartaba la posibilidad de que el caudillo radical aspire a retomar la jefatura formal de la UCR.
“Está cansado y golpeado. Sabe que la sociedad no lo quiere y siente que los medios lo atacan todo el tiempo. El incidente del papelito lo dejó muy mal parado”, explica un radical cercano a Alfonsín.
Sin embargo, los motivos reales no hay que rastrearlos ni en el repudio social ni en los cuestionamientos mediáticos. Como ocurre con cada uno de sus movimientos, las verdaderas razones se encuentran en el partido.
Aunque durante algunos períodos abandonó formalmente la jefatura de la UCR, Alfonsín es desde 1983 el líder espiritual de su partido. Sus ahijados políticos –como Federico Storani y Leopoldo Moreau– nunca se animaron a desafiarlo frontalmente. Ni siquiera Fernando de la Rúa.
Su omnipotencia, sin embargo, se fue diluyendo. Entre otras razones, por la derrota en las últimas elecciones, por la situación de virtual desaparición que atraviesa la UCR y, finalmente, por la política de apoyo al Gobierno, que cada vez encuentra más críticos dentro del radicalismo.
Cerca de Alfonsín aseguraban ayer que estaba muy enojado con algunos radicales que antes no osaban cuestionarlo y que últimamente no dudan en desafiarlo. El ex presidente quedó bastante impresionado, por ejemplo, cuando vio por televisión a Agustín Zbar –un dirigente porteño al que consideraba uno de sus preferidos– manifestando con una cacerola en el Congreso contra la ley de Subversión Económica.
Con el argumento del riesgo institucional siempre a mano, Alfonsín encabeza la estrategia de apoyo al gobierno de Eduardo Duhalde. Aunque al principio todos suscribieron el acuerdo, con el tiempo fueron apareciendo las disidencias: un grupo de diputados autodenominado “bloque federal” rechazó la actitud excesivamente oficialista de la UCR, Rodolfo Terragno y otros tres senadores decidieron romper con la bancada, y el sábado pasado Storani organizó un encuentro en Villa Gesell para reclamar una mayor “autonomía política” del Gobierno.
“Estaba harto de que lo cuestionaran de todos lados. Renunció porque cree que va a ser más útil trabajando con más bajo perfil, pero dentro del partido: recorriendo los pueblos, hablando con los dirigentes, viajando al interior”, explicaba un amigo del ex presidente.
La decisión de Alfonsín, entonces, se parece bastante a un intento por volver al primer amor, para intentar reconstruir desde allí su maltrecho liderazgo.
Ayer, el Comité Nacional de la UCR emitió un comunicado en el que aseguró que la renuncia “no es una buena noticia para el radicalismo ni para los argentinos”. Más tarde, Alfonsín se reunió con el jefe del partido, Angel Rozas, para explicarle los motivos de su decisión.
Pero lo importante no es el comunicado sino la reunión del próximo viernes, de la que participarán las autoridades partidarias, los jefes de los comités de cada provincia, los legisladores nacionales y los gobernadores. En total, unos 250 radicales que debatirán la situación de la UCR por primera vez desde el colapso de la gestión aliancista, y que difícilmente se pongan de acuerdo: los seguidores de Moreau defienden a muerte el apoyo al Gobierno; los delarruistas creen que el fracaso de Duhalde les permitirá “vengar” el fracaso de su gestión; los gobernadores tratan de salvar las cosas en sus distritos; el storanismo buscareconstruir a la UCR como opción y Terragno sólo piensa en su candidatura presidencial.
“No hay que descartar nada. Ni que Rozas renuncie a la presidencia del partido, para intentar una renovación, ni que Alfonsín quiera asumir de nuevo la conducción. Ni quiera que el partido se rompa en mil pedazos”, concluía anoche un importante dirigente radical.
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