EL PAíS › ANTONIO BASEOTTO OFICIO COMO “OBISPO CASTRENSE” UNA MISA POR LA DERROTA EN MALVINAS
Inmune a la decisión oficial que lo desconoce como obispo castrense, Antonio Baseotto comandó la ceremonia en la catedral Stella Maris para homenajear a “los héroes de la gesta de Malvinas”. Se quejó por el reconocimiento “parcial” a los combatientes. El ex gobernador de facto Mario Benjamín Menéndez estuvo en primera fila.
› Por Nora Veiras
“El obispo castrense monseñor Antonio Baseotto oficiará la ceremonia”, dijo el oficial de la Armada y apareció el sacerdote con todos sus atributos recortado sobre los inmensos vitrales de la catedral Stella Maris. Ajeno a los cuestionamientos del Poder Ejecutivo que lo desconoce en esa función, se calzó la mitra, el gorro punteagudo símbolo de esa jerarquía, y saludó a los feligreses. El motivo de la misa, convocada por los militares de las tres fuerzas, era recordar los veinticuatro años de la derrota de la Guerra de Malvinas. “Nuestra presencia aquí es la expresión de reconocimiento a aquellos que dieron su vida en la gesta de Malvinas”, leyó Baseotto, se lamentó del “homenaje parcial” que reciben los combatientes que, a veces, “son más reconocidos por el enemigo” y abundó en que “en mi larga vida, la única vez que sentí a los argentinos unidos fue durante esa gesta”. Desde uno de los primeros bancos, el ex gobernador de facto de las Islas Malvinas, Mario Benjamín Menéndez, descalificado por cobarde en el Informe Rattenbach, observaba satisfecho.
A ambos lados del pasillo de la nave central de la iglesia una formación de las tres fuerzas junto a la Prefectura y la Gendarmería custodiaba la misa. Entre los asistentes, los más jóvenes lucían uniformes de la Armada, la Fuerza Aérea –muy pocos– y el Ejército; los más longevos estaban cubiertos por los inconfundibles sobretodos azules que supieron tener su época de esplendor. Muy pocas mujeres acompañaban a los oficiales. En los corrillos comentaban que la activa esposa del mayor Rafael Mercado, Cecilia Pando, que aspiraba a participar en la ceremonia al igual que Pía Schwab, otra de las integrantes de la Asociación de Familiares y Amigos de los Presos Políticos Argentinos (Afyappa), tuvieron que mantenerse alejadas por pedido expreso de la Unión de Promociones. El reservorio de los oficiales retirados de las Fuerzas Armadas, que protagonizaron el acto del 24 de mayo en plaza San Martín en homenaje a los “muertos por la subversión” que trocó en reivindicación del terrorismo de Estado, está jaqueado por el sumario que se está instruyendo contra seis de sus integrantes por las características de ese “homenaje”. Ayer eligieron el bajo perfil.
Las “chicas” no estuvieron, pero algunos veteranos no podían ocultar su beneplácito:
–Escuchaste que en las “intenciones” se pidió por los camaradas privados de su libertad –comentaban en el atrio conformes por haberle pedido al “Señor” por los represores detenidos por delitos de lesa humanidad.
Impecable a sus 74 años, Baseotto se movía más que cómodo en la sede del obispado castrense. A principios del año pasado, el obispo criticó al ministro de Salud, Ginés González García, por haberse pronunciado a favor de la despenalización del aborto en una entrevista realizada por Página/12. Apeló entonces a una parábola bíblica para sugerir que a aquellos que ofendían a las criaturas del “Señor” habría que colgarles una piedra al cuello y arrojarlos al mar. En un país donde los militares tiraron vivos al mar a detenidos-desaparecidos, el presidente Néstor Kirchner consideró intolerable la ocurrencia y ordenó separar del cargo a Baseotto. A partir de entonces empezó una guerra en sordina con el Vaticano. El concordato con la Santa Sede establece que es exclusiva atribución del Papa la designación y remoción de un obispo y desconoció, de hecho, la decisión. El Ejecutivo no tensó más el desencuentro y en lugar de denunciar el acuerdo le dejó de pagar el estipendio de 5 mil pesos mensuales –equivalente al de secretario de Estado– que recibía Baseotto como obispo. Pero a la luz de los hechos el cura sigue ejerciendo como pastor de las Fuerzas Armadas y su calidad de vida no se ha resentido.
El “caso Baseotto” fue el germen de la parición de Cecilia Pando. La mujer cuestionó al Presidente y defendió al obispo en sendas cartas de lectores a La Nación, y se transformó en un nuevo icono de los críticos a la política de derechos humanos del Gobierno.
Reencuentros
En su breve homilía, Baseotto reivindicó la “gesta de Malvinas”, la valentía de los oficiales y exhortó a la “reconciliación”. La iglesia estaba colmada de uniformes, pero al momento de la eucaristía se notó que la mayoría estaba en pecado: muy pocos se acercaron a recibir la hostia de manos del obispo.
Durante poco más de una hora, en la Catedral Stella Maris los oficiales se “reconfortaron” con el discurso acrítico del obispo y terminaron cantando a coro la Marcha de Malvinas que, por las dudas, estaba reproducida en papelitos sobre cada banco.
Mario Benjamín Menéndez gozaba de los fuertes apretones de mano y abrazos de sus camaradas y del saludo afectuoso de Baseotto. Hace apenas cinco semanas, el Centro de ex Combatientes de Malvinas realizó un escrache frente a la casa de Menéndez, en Arcos al 1500. “Sobran los motivos para repudiar a tan siniestro personaje. Fue un general de escritorio que se escondió toda la guerra. Es responsable de los muertos por el hambre, por el frío y las torturas físicas a los soldados. Nada tenemos que ver con estos generales de la derrota, la traición y la represión”, dijo el ex combatiente Rodolfo Merlino.
Hace veintitrés años ya, el denominado Informe Rattenbach, que evaluó la actuación de las Fuerzas Armadas durante la guerra por orden del propio gobierno de facto, había sido lapidario con Menéndez. “Observamos un escaso empleo de lo que nuestra doctrina señala como un arbitrio esencial para la conducción: la presencia del comandante”, dice el texto elaborado por el general Benjamín Rattenbach y concluye que Menéndez “no exhibió ni evidenció las aptitudes de mando y arrojo indispensables en la emergencia, y no fue en esa oportunidad –única en su vida militar– el ejemplo y la figura que la situación exigía frente a las tropas”.
El pasado 2 de abril, los ex combatientes blandieron frente a la casa del ex gobernador de facto de Las Malvinas una foto elocuente de esa cobardía: la imagen devuelve el momento de la rendición ante el general inglés Brit Moore cubierto de barro frente a un impecable Menéndez. Tan impune como se desplazaba ayer por la sede del obispado castrense.
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