EL PAíS › OPINION
› Por Mario Wainfeld
Evo Morales tuvo su baño de multitudes, un esplendente día peronista, en Hurlingham. Fidel Castro había inaugurado lo que ya es una tradición del gobierno de Néstor Kirchner, Hugo Chávez se dio el gustazo durante la Cumbre en el estadio de Mar del Plata. Ambos se beneficiaron de su propio poder de convocatoria, a Michelle Bachelet “hubo” que urdirle un acto justicialista delivery, llave en mano.
El presidente de Bolivia tuvo ayer su satisfacción siendo ovacionado por una muchedumbre de compatriotas. No es poca cosa ser epicentro de un acto masivo y popular en condición de visitante, así sea en el país que alberga la mayoría de los emigrantes bolivianos.
Los intendentes de la primera circunscripción electoral bonaerense (el local, Mario Ishii de José C. Paz, Alberto Descalzo de Ituzaingó a la cabeza) se ocuparon de garantizar la concurrencia. Pero el autor intelectual del acto fue Néstor Kirchner en persona. “Néstor quiere halagar a Evo, abrazarlo, ayudarlo para la votación de la Constituyente –dice un exégeta del Presidente–. Eso, junto a los acuerdos, es la mejor forma de contenerlo.”
- Mozo, BTU para todos. El convenio-marco sobre el precio del gas suscripto entre Kirchner y Morales, que el Gobierno considera satisfactorio para los dos partes y aun para terceros, llegó tras negociaciones aceleradas y en sus primeros tramos, tensas. Julio De Vido viajó tres veces a Bolivia desde la asunción de Morales y dialogó con numerosos funcionarios, que solieron tener como cabeza visible al vicepresidente Alvaro García Linera.
El precio de 5 dólares por millón de BTU regirá desde el 15 de julio y tendrá una cláusula de reajuste que se acordará antes del 31 de diciembre. “Es un precio bueno para ellos y bueno para nosotros –balancean al ladito del ministro de Infraestructura–, nosotros nos aseguramos volumen y ellos mejores ingresos. En materia fiscal el impacto será neutro, porque compensaremos el incremento con retenciones a las exportaciones a Chile, Uruguay y Brasil mismo.”
El Gobierno “lee” lo convenido como avanzada de una integración más vasta. En pocos días, aseguran, se firmará el convenio para construir, con capital argentino, el puente entre la localidad boliviana de Villazón y la argentina de Salvador Mazza. También están al caer convenios para ventas de tractores a Bolivia, con créditos a largo plazo facilitados por el Banco de la Nación y el BICE.
Lo que busca la Argentina es garantizarse estabilidad y volumen creciente. El gasoducto del Nordeste Argentino (GNEA) forma parte del proyecto, que se complementa con la incorporación de Bolivia al megagasoducto Caracas-Buenos Aires. El viaje de Kirchner a Venezuela la semana que viene, que incluye una cena con Chávez (cabe suponerla prolongada y muy platicada), engarza con esas acciones y esos objetivos.
El anhelo del Presidente es utilizar la compraventa de gas como puntal de un plan de integración y cooperación más vasto. Nadie lo dice con esas palabras, pero cunde en el Gobierno la voluntad de que Bolivia, si se suma al Mercosur, no sea una Cenicienta enfadada como lo son ahora, y con razón, Paraguay y Uruguay. “Haremos puentes, gasoductos, crearemos la Casa de Bolivia en una estación de tren, Ginés llevará el Plan Remediar”, promete, se entusiasma un protagonista del acto de Compromiso K en Parque Norte, revelando nortes y omitiendo detalles.
- Terceros que no son de palo. La letra explícita del convenio marco firmado ayer estipula que los volúmenes mencionados en él “están destinados a satisfacer la demanda de gas natural de la República Argentina y no podrán estar destinados a incrementar las autorizaciones de exportaciones de la Argentina a terceros países”. El gas, empero, es fungible y la Argentina se dispone a mantener las exportaciones a Chile y Uruguay, subiendo suprecio e imponiendo retenciones, como ya se mentó. “Con Bolivia no habrá problemas”, comentan en torno de De Vido.
- El ansia de liderazgo. “Al Presidente cada día le seduce más la perspectiva de tener un liderazgo regional, compartido con Lula. El viaje a España consolidó esa ambición, en la que también se anotó Cristina con mucho protagonismo”, dice un kirchnerista de la primera hora (también kirchnerólogo) y que es figura preponderante del gabinete. Tras algunos recelos respecto del presidente de Brasil, su colega argentino se lleva cada vez mejor con él. A su vez, su relación con Chávez y Morales es más cuidadosa y distante. El ansia hegemónica que se atribuye al venezolano y cierto esquematismo que se atribuye al boliviano se ganan una mirada oficial cautelosa. “Chávez quiere conducir a Fidel y Evo quisiera ser conducido por Fidel”, deviene panfletario para ser didáctico un contertulio del presidente. No son, pues, las afinidades ideológicas la argamasa de la relación con los líderes de Bolivia y Venezuela, son los intereses comunes (o mejor recíprocos) en los que tanto se puede avanzar.
- Intercambios fluidos. El convenio marco es muy sencillo, consta apenas de nueve artículos. Se fechó en Hurlingham, en homenaje a la realidad y al simbolismo, pues fue allí donde decenas de miles de bolivianos que tratan de sobrevivir en la Argentina honraron al presidente de su transida patria.
El acuerdo deberá regir por 20 años, un lapso ajeno a las costumbres argentinas, renuentes al largo plazo y aun al mediano. Pero no es asombroso que en este caso haya que alterar hábitos, de cualquier modo, no muy edificantes. El negocio del gas requiere planeamiento, grandes inversiones, obras públicas a largo plazo y suele concertarse con los vecinos. Puede ser un determinante de la integración regional, pues la anticipa y condiciona. Contra lo que se dice en el mundillo de los voceros nativos del primer mundo, hasta ahora los movimientos de Morales han sido muy sensatos y dignos. Puja por el precio de sus productos, pero no ha pateado ninguna mesa ni cometido ningún exabrupto.
La interrelación con la Argentina está por construirse, pero la compraventa de combustible puede hacerla, valga la expresión, más fluida. La concreción de negocios comunes y la complementación económica son argamasa más sólida que los discursos ideológicos cuando las economías respectivas compiten entre sí.
El tiempo dirá si lo que alumbró un inesperado sol de invierno fue exclusivamente un bello acto de hermandad o el comienzo de la trabajosa tarea de concretar las añejas y siempre frustradas intenciones de unidad de la región en algo parecido a la realidad.
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