EL PAíS › LA MADRE DE JOSE POBLETE, EN EL JUICIO AL TURCO JULIAN
Buscarita Roa detalló su peregrinar por distintas iglesias en busca de ayuda para encontrar a su hijo, su nuera y su nieta y cómo le negaron asistencia. También declaró el sobreviviente Jorge Taglioni.
En 1976 la madre del desaparecido José Poblete, Buscarita Roa, peregrinaba de iglesia en iglesia buscando recuperar a su hijo, su nuera y su nieta. Excepto por el fallecido obispo de Quilmes, Jorge Novak, nadie quiso escucharla. “Por algo será –le decían a Roa–. Usted no supo criar a su hijo y ahora viene a pedir ayuda aquí.” Mientras en el Olimpo, el centro clandestino donde estaba secuestrado su hijo, los represores obligaban a todos los detenidos a “mirar la misa que pasaban por televisión y a los judíos los torturaban porque no sabían el rezo”, declaró ayer Jorge Taglioni, uno de los sobrevivientes.
Estas son algunas de las historias que pudieron escucharse en el Tribunal Oral Federal 5, en Comodoro Py 2002, durante la segunda jornada del juicio contra el ex policía Julio Héctor Simón, más conocido como el Turco Julián, acusado por la desaparición en 1978 de Poblete y su esposa, Gertrudis Hlaczik, y la sustracción de la hija de ambos, Claudia. “Nosotros acá somos Dios, decidimos sobre la vida y la muerte”, solía decir el Turco Julián, que usaba la cruz esvástica. Roa le respondió indirectamente: “Yo soy religiosa y creo que este hombre no tiene perdón de Dios por las atrocidades que hizo”.
El Turco Julián no se animó a mirarla durante todo el juicio. La madre de Poblete, integrante de Abuelas de Madres de Plaza de Mayo, dijo que “estaba destrozada” por lo que había escuchado de los sobrevivientes, durante el juicio por el secuestro de su nieta en el 2000. El ex represor se había ensañado con su hijo por ser chileno y discapacitado: “Siento mucha tristeza –declaró Roa–, porque mi hijo no tenía piernas, no podía defenderse, prácticamente caminaba con sus manos”. Reestablecido de un “pico” de tensión arterial que motivó anteayer la suspensión de la jornada, el juez Luis Di Renzi le hizo pocas preguntas. Al terminar, Roa se abrazó con su compañera de militancia, Estela de Carlotto.
Luego tomó asiento uno de los hermanos de Poblete, Fernando. Su testimonio fue corto porque no pudo aportar mayores datos sobre el secuestro o el imputado, aunque destacó que su hermano ya había sido perseguido por López Rega en el ’73. “José había sido un dirigente social muy empeñoso, muy polenta –dijo Fernando–, con la Unión Nacional de Discapacitados había conseguido una de las redes más importantes de América latina y el mundo, donde habían obligado a los empresarios a dar un 5 por ciento de plazas laborales a los discapacitados”.
El tercer testigo fue un compañero de militancia en el Frente de Lisiados Peronistas, Alejandro Alonso, que entró con su bastón blanco (es ciego) y dijo que vivía en la casa de las víctimas cuando sucedieron los hechos. Alonso relató las horas previas al secuestro de Poblete, con quien trabajaba de vendedor ambulante. Contó que el día del secuestro, el 28 de noviembre del ’78, Poblete tenía una cita con un compañero: “Tengo que ver a Puchi (Adolfo Fontanella) –le dijo a Alonso–, me puede dar una buena o una mala noticia”.
Por la tarde, luego del receso, Taglioni dio el testimonio más extenso y doloroso. Detalló el accionar del Turco Julián y la cotidianidad de Poblete, su esposa e hija en el Olimpo. La última testigo fue la ex desaparecida Elisa Ramona que, aunque no conocía a las víctimas, comentó que el imputado, además de creerse Dios, quería predicar sus ideas: “Tenía especial interés en un adoctrinamiento, que tenía como base hablar contra el marxismo, el comunismo, la infiltración exterior y me decía me habían golpeado y torturado porque me hacía la dura para hablar”.
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