EL PAíS
› HABLA UN TESTIGO PRESENCIAL
“Vi un fusilamiento”
Alejandro García Carabajal testificó ayer ante el fiscal que vio cómo los policías apuntaban y disparaban contra Santillán en la estación Avellaneda. “No le pude sacar los ojos de encima.”
› Por Adriana Meyer
“Lo que vi fue un fusilamiento, al flaco lo mataron por la espalda como a un perro. Y había salido a reclamar porque tenía hambre igual que yo.” Así describió Alejandro García Carabajal el asesinato de los dos piqueteros en la estación de Avellaneda, a manos de la policía bonaerense, ante Página/12 y la Justicia. “Tenía miedo de que me tiren por la espalda. Y veo cómo efectúa un disparo con esa escopeta que la cargás de abajo. Escucho y veo la detonación. No lo veo al flaco caer porque al milico no le saqué más la mirada. Mis ojos estaban en la escopeta. Veo que tira con rumbo a este pibe.”
–¿No pensaste que podía pasar lo que pasó?
–Pensé que iba a haber palos si alguno se hace el loquito, y ahí no me iba a meter. Pero lo que vi fue espantoso, Lo que vi fue un fusilamiento.
Fue uno de los cinco testigos que declaró ayer ante el fiscal Juan José González, que investiga el hecho. Los abogados de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi) presentaron su testimonio y el de otros cuatro testigos de los homicidios, entre ellos el del fotógrafo Sergio Kowalewski publicado por este diario en exclusiva el viernes. Carabajal es técnico en radiocomunicaciones, tiene 32 años, está casado con tres hijos. Su esposa vende productos cosméticos y viven en Villa Dominico. Hace changas reparando equipos de radio. Tenía un auto con el que trabajaba de remisero pero lo tuvo que vender. Está anotado para obtener el beneficio de los planes de Jefas y Jefes de Hogar pero no se lo dieron. “Es jodida la situación, pero resulta que no conozco a nadie importante. Si no ya tendría custodia”, afirma.
–Sin embargo, rechazaste la custodia que te ofrecieron desde el Gobierno.
–Ese del 0800, el tipo ése (el vocero del secretario de Seguridad le ofreció protección por radio) lo que dice es una pavada porque vos sabés que queda todo en la nada, sos carne de cañón. Les creo más a los medios que a lo que te pueda decir un funcionario de lejos. Nadie me quiso tomar declaración cuando fui caminando desde Avellaneda a gritar como un loco a Plaza de Mayo. A nadie le importa. Murieron dos negros. Podría haber sido yo porque estaba en el mismo lugar. Si corría y les daba la espalda a mí también me tiraban. Entraron tirando sin decir ni “alto”.
–¿Cómo decidiste ir a la marcha? ¿Cuál fue tu relato ante el fiscal?
–Apenas bajo en la estación de Avellaneda pasa un malón. Pregunté qué pasaba y me dijeron que estaban reprimiendo. Seguí igual y antes de llegar al hall escucho un flaco gritando en forma desgarradora, desesperante. Pedía un médico para otro flaco que estaba tirado en el suelo, que después me dijeron era Maximiliano Kosteki. En las baldosas había mucha sangre. Estaba cerca de la boletería cuando escucho un estruendo y empiezo a caminar hacia la entrada de Pavón. Pero no llego a salir. Ahí el gas ya me jodía, no podía respirar. En ese momento veo siluetas de policías bonaerenses con escopetas y escucho un disparo. Se acercan unos cuatro policías y le gritan algo al flaco que estaba agachado frente a ese cuerpo, que ya ni se movía. El flaco les da la espalda y atina como a correr. Ahí vuelvo a mirar a los policías, ese era mi terror porque tenía miedo de que me tiren por la espalda. Y veo cómo efectúa un disparo con esa escopeta que la cargás de abajo. Escucho y veo la detonación. No lo veo al flaco caer porque al milico no le saqué más la mirada. Mis ojos estaban en la escopeta. Veo que tira con rumbo a este pibe que a esa altura ya estaba en movimiento, a cuatro o cinco pasos. Me aterroricé por el estruendo, me quería ir de ahí. No soy tan valiente. La situación me superó, para mi represión era palo. Apenas le tiran se meten a correrlo a él y a otra gente. Aprovecho y salgo pero escucho una o dos detonaciones más. Era una matanza. Entraron tirando y si yo corría también me hubieran tirado. Julepeado, loco, salgo hacia la Municipalidad y ahí viene la tropacon palos. A una señora boliviana le pegan un palazo en la cabeza. Todo esto en medio de gases y explosiones.
–Y te fuiste a la Plaza de Mayo...
–Yo no justifico la violencia de ninguno de los dos lados, ni tirar piedras ni ir con palos pero menos justifico la muerte. Menos que maten a alguien que no te está haciendo frente sino pidiendo un médico. Y ahí no había armas, que quede claro. Me fui a putearlo a Duhalde. Llegué solo a la plaza. Empecé a gritar contra la reja de la Casa de Gobierno. Duhalde tenés sangre en las manos, mataste gente por la espalda, yo lo vi y no me voy a callar, esto no es democracia, la Constitución no es papel higiénico, quiero elecciones.. Estuve dos horas gritando. Les dije a los policías, que me miraban como a un loco, que el uniforme no les daba derecho a matar. Entonces se me acerca uno y me dice que Duhalde estaba en Olivos. Le contesté que no tenía plata para irme hasta allá, que me dejara gritar un rato porque estaba loco y tenía que putear un poco más hasta que se me fuera la bronca. Después, cuando vi al comisario haciéndose la víctima por televisión casi rompo el aparato. Decía que los piqueteros son todos delincuentes y que no eran de Avellaneda. Por eso quiero dar mi versión.
–¿Por qué decidiste declarar?
–Esa noche cuando volvía a casa hablé con mi señora y le dije que lo mejor era callarme porque era la policía de la provincia y me iban a matar. Después pensamos que cuando nuestro hijo tenga 15 o 20 años y me lo maten en un supuesto enfrentamiento como arman los milicos, van a decir que fue chorro o piquetero y les van a creer. No sabía qué hacer. Le contaba a mi esposa que los mataron como perros. Acá no hay justicia y cuando salgan estos tipos me van a hacer mierda. Ella me dice que tenía miedo pero le contesté que no iba a poder dormir con eso. Antes que mañana maten a mi hijo por algo que se que no hizo prefiero que me maten a mí por decir la verdad, sino vamos a una guerra civil, le dije. Y pensé que si me callaba iba a ser cómplice. Ese flaco salió a reclamar porque tenía hambre igual que yo. Mi paradoja es ésa. Dicen que fue con un palo, puede ser, pero la razón era la misma que la mía. Tenía hambre, no tenía laburo y lo mataron como un perro. Y si yo dentro de dos semanas no tengo para darle de comer a mi familia quizás también agarro un palo.
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