EL PAíS › OPINION
› Por Ricardo Ariel Arédez*
Ayer se cumplieron 30 años de una de las experiencias más aterradoras que viví en mi adolescencia en Libertador General San Martín, que depende totalmente de la actividad del ingenio Ledesma. Aquel mediodía, cuando salí de la escuela secundaria, ya estaba instalado el rumor de que algo pasaría a la noche. Mi padre, Luis Ramón Arédez, estaba detenido en el penal de Villa Gorriti, en San Salvador de Jujuy. Era médico y asesor del Sindicato de Obreros y Empleados del Ingenio Ledesma. Fue el primer detenido del 24 de marzo de 1976, a las 3 de la mañana, y se lo llevaron en una camioneta de la empresa Ledesma que manejaba un empleado.
El 27 de julio, decidí encontrarme a las 21 en la plaza de Libertador con algunos de mis compañeros de escuela. Cosa de adolescentes, nos sentamos en los bancos y a las 22 de pronto se cortó la luz en todo Libertador. Todos corríamos aterrorizados por las calles, a mí me detuvieron en medio de la oscuridad y me alumbraron con los focos de las camionetas. Gente de civil dijo “no, a éste no, suéltenlo”. Corrí hasta mi casa y vi las camionetas de Ledesma actuando con total impunidad, acorralando gente y llevándosela en sus móviles. Luego eran conducidas a la base de Gendarmería que estaba adentro del ingenio. En lugar de estar cuidando nuestras fronteras vigilaba las fronteras de las instalaciones de Ledesma. Toda la noche duró el operativo, porque los apagones se produjeron desde el 22 de julio en El Talar, Calilegua y Libertador General San Martín. Recuerdo los ruidos de las gomas de las camionetas cuando arrancaban, los gritos de la gente, de las mujeres pidiendo que no se los llevaran. Con el tiempo Madres de Detenidos-Desaparecidos del departamento de Ledesma decidieron recordar este hecho violento. Destaco la valentía de esas madres que salieron a la calle, a la plaza y marcharon uniendo las dos localidades que fueron castigadas por los apagones. Mi madre, Olga Márquez de Arédez, ya no está físicamente y cuando recuerdo que murió producto de un cáncer provocado por bagazosis, por los desechos de la caña de azúcar, tengo la absoluta certeza de que Ledesma contamina el medio ambiente desde siempre. Una muestra de cómo piensan estos dueños de latifundios en el norte argentino está en la carta de lectores que mandó el presidente de Ledesma, Carlos Pedro Blaquier, al diario La Nación, titulada “La envidia igualitaria”: “La naturaleza ha puesto en los hombres muchísimas y muy grandes desigualdades. No es igual su salud, ni su inteligencia, ni su voluntad, ni su talento para sus diversas funciones, y de esta inevitable desigualdad deriva como consecuencia la desigualdad de las situaciones de vida. Además, los hombres mejor dotados han sido siempre minoría. De todo lo cual resulta que son muchos menos los que están en los sectores más altos que los que se encuentran más abajo. Pretender eliminar estas desigualdades es ir contra el orden natural de las cosas y desalentaría a los más aptos para realizar la labor creadora del progreso a la que están llamados”.
*Hijo de la Madre de Plaza de Mayo Olga Arédez
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