EL PAíS › PANORAMA POLITICO
› Por J. M. Pasquini Durán
Desde hace décadas, la pesca de trucha azul patagónica, una de las más preciadas entre los aficionados, atrae turismo de fin de semana procedente de Estados Unidos y Europa. Además de la inmigración tradicional, con notoria presencia germánica, sobre el final del siglo XX aparecieron los extranjeros interesados en comprar grandes estancias, como el italiano Benetton, que exporta la lana de su rebaño de trescientas mil ovejas, y también de norteamericanos ricos y famosos que adquirían sus porciones de “paraíso natural” a precio de ganga si se lo compara con el costo de un rancho de iguales proporciones en el medio oeste estadounidense. En los años ’90 ganó espacios en las crónicas la aparición del magnate mediático Ted Turner, aún casado con Jane Fonda, y de su interés por comprar incluso el volcán Lanín debido a la afición de la actriz por el montañismo. Es conocido el caso del propietario norteamericano que compró las tierras aledañas al Lago Escondido y cerró el paso público de acceso con la promesa, incumplida hasta hoy, de construir otro camino de alternativa. Mientras los antiguos latifundistas hacían la diferencia en el negocio inmobiliario debido a esta nueva demanda, en los ámbitos de los poderes públicos había más de una voz dispuesta a reconocer, en la intimidad de los salones, que recibían a los compradores con satisfacción y alivio porque suponían que protegerían los dones naturales de esas áreas, ya que las políticas y los recursos destinados a parques nacionales fueron siempre más que insuficientes. Encima, suponían los lugareños, los yanquis pagarían bien a sus trabajadores nativos. No sucedió así con la experiencia en La Pampa donde los propietarios cedían la explotación del suelo a cambio de una renta mensual, el comercio local se empobrecía puesto que las empresas internacionales traían de sus países de origen desde las semillas hasta los clavos que necesitaban, en los mismos contenedores donde luego se llevaban la producción agrícola.
En el clima de época, sin embargo, aquellas extravagancias y con mayor razón los negocios eran recibidos con el alborozo que se le dedicaba a esa evanescente categoría de “inversión extranjera” que pone cachondos a ciertos conservadores que son equiparables a los soldados indios de los siglos XVIII y XIX que servían a los imperios de Francia, Portugal y Gran Bretaña, conocidos como cipayos. En la acepción despectiva, el vocablo también significa “secuaz a sueldo”. Las advertencias de la diputada Elisa Carrió que vendrían por la tierra y el agua los mismos que ya habían saqueado otros bienes del patrimonio nacional eran recibidas por muchos como parte de la campaña de agitación y propaganda de una política que, por ese tiempo, hablaba desde el centro hacia la izquierda. Otras demandas, como las de Pino Solanas, por el petróleo y el gas, eran escuchadas como el eco nostálgico de antiguas reivindicaciones que habían perdido la ocasión de subirse al tren transformador de la empresa privada moderna, según los dogmas de la idolatría del mercado que predicaban los púlpitos de la derecha cipaya llamada “neoliberal”. Bajo el amparo de esa gesta modernizante, la compraventa de tierras, incluidos rutas y caminos, fue expandiéndose hacia otros puntos estratégicos del mapa nacional. Así fue como el “inversor” Douglas Tompkins hizo sus movidas correspondientes, entre otras, la adquisición de tierras en la zona de Concepción, Corrientes, en los Esteros del Iberá, donde está localizado el enorme acuífero guaraní, la tercera fuente mundial de agua dulce. A menos de cien kilómetros se ubica la base de tropas norteamericanas con autorización paraguaya para vigilar los movimientos del “terrorismo internacional” en la triple frontera. En nombre de sus derechos patrimoniales, Tompkins cortó una ruta provincial y varios caminos rurales que son de tránsito obligado para los vecinos de la zona, algunos en uso desde que allí circulaban poblaciones originarias.
El subsecretario de Tierras para el Hábitat Social, Luis D’Elía, dependiente del ministro Julio De Vido, viajó hasta allí para cometer el acto simbólico de cortar cadenas y alambres que impedían circular y que ya habían merecido, pocas semanas atrás, el mandamiento judicial para la apertura. El dirigente de la Federación de Tierra y Vivienda (FTV) que organizó cortes de ruta, piquetes, porque era la única forma legítima de protesta de los trabajadores desocupados, como funcionario abre caminos en nombre de los que no tienen otro recurso que la Justicia y la autoridad pública. Anteayer, un proyecto de ley que tiene el auspicio de treinta diputados del Frente para la Victoria y del ARI propone la expropiación de las tierras en cuestión y de los inmuebles ubicados en los Esteros del Iberá para convertirlos en Parque y Reserva Nacionales, sin que ello implique limitar “ninguna actividad productiva primaria (...) siempre y cuando se hallen signadas por la racionalidad de su uso y la conservación de sus atributos físicos y químicos”. Dirigentes de derechos humanos, de movimientos sociales, intelectuales y artistas respaldaron la iniciativa. De inmediato, se agitaron los púlpitos neoliberales, como si alguien los hubiera sacudido gritándoles al oído aquellas canciones que mandaban “a desalambrar, a desalambrar...”
No se trata de la reforma agraria, por cierto, aunque en más de una provincia la tendrían merecida, sino de un acto de defensa del patrimonio público. “Este es el doble discurso: mientras una delegación encabezada por la senadora Cristina Fernández de Kirchner asiste a las sesiones del Council of America exhortando a la llegada de inversores, con la otra mano atropellan a un inversor”, predicaron los cachondos cipayos, como si fuera lo mismo invertir que expoliar. No hacer esta diferencia hubiera destruido a la hermosa Cartagena de Indias si sus pobladores confundían a los piratas sin bandera con delegaciones turísticas del Primer Mundo. Otros plañen: “No hay respeto por la propiedad privada”, cuando aquí se trata de una violación por la propiedad pública, con absoluta indiferencia por el veredicto de la autoridad judicial y por el derecho natural. Son los mismos que critican las flamantes disposiciones sobre créditos hipotecarios y alquileres porque el Gobierno no subsidia a los bancos para que bajen las tasas de interés: ¿Quién pone vallas para que no aumente el número de propietarios privados? “Nos aislamos del mundo” profetizan los que creen que si no hay relaciones carnales abusivas la nación será considerada estrecha o frígida. Son los que a los dificultosos esfuerzos del Mercosur oponen el ejemplo de los Tratados de Libre Comercio (TLC): un reciente informe sobre empleo juvenil indica que “esos acuerdos constituyen una puerta abierta al trabajo precario”, de acuerdo con los datos recopilados por la Organización Regional Interamericana de Trabajadores (ORIT) y reproducidos en el boletín de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (Ciosl), una de las centrales sindicales de Estados Unidos. Por suerte, la tradición argentina también la hizo la Doctrina Drago de no intervención y hasta hoy la mayoría del pueblo, según los estudios sociológicos de todo sesgo, conserva una alerta hostilidad hacia todo lo que tenga tufillo a expansión imperial norteamericana.
Los recursos naturales (agua, tierra, petróleo, gas, minerales) son hoy por hoy la más moderna hipótesis de conflicto para cualquier Estado, incluso en las soberanías relativas que impone la llamada “globalización económica”. Esa hipótesis compromete al Estado pleno, incluida a las fuerzas armadas subordinadas al poder civil, como lo mostró la experiencia boliviana de la nacionalización de los hidrocarburos con ocupación territorial cívico-militar de yacimientos y plantas pero, como impone la época, sin expropiación de la propiedad de las empresas consignatarias las que tienen, además, la opción de nuevos acuerdos de explotación. Dado que los Esteros de Iberá están en la jurisdicción del III Cuerpo de Ejército, este año hubo ejercicios en la zona de la IV Brigada de Infantería Aerotransportada, con asiento en Córdoba, cuyos oficiales llevaron víveres y otros elementos de solidaridad para las poblaciones originarias más pobres de la zona, con elementos recolectados voluntariamente en la capilla militar. En Bolivia, como lo destacó varias veces el presidente Evo Morales, las fuerzas armadas participaron con disciplinada subordinación al operativo nacionalizador diseñado y ejecutado por el gobierno nacional surgido de las urnas. En rigor, cualquier buen lector puede descubrir que la mejor tradición militar está vinculada en el país con la promoción y defensa de los recursos naturales, con la integridad territorial y con la defensa de sus poblaciones. Sólo la nefasta influencia de los intereses más reaccionarios y cipayos del conservadurismo criollo torcieron el destino de los soldados de la Patria para convertirlos en ejército de ocupación para garantizar la entrega a intereses ajenos y oligárquicos y en verdugos de sus compatriotas. No sobra subrayar estos trazos gruesos de la historia, en momentos que la Justicia sigue su camino para impartir castigo al terrorismo de Estado y a la corrupción civil, dos máscaras aterradoras y antinaturales de toda sociedad libre y civilizada, porque no es sólo asunto de remover las aguas sucias del pasado, como pretenden los que prefieren el olvido, sino en fijar mojones del buen camino hacia el futuro.
Ojalá temas como el de la mejor defensa de los recursos naturales del país fueran una preocupación central de las fuerzas políticas, tanto del oficialismo como de la oposición, con la mirada más alta en lugar de fijarla en un episodio particular para ver qué tajada electoral puede sacar cada uno en el barullo instantáneo y pasajero. Para todo el que siga las noticias, está claro que en el pequeño mundo de los partidos políticos hay esbozos de cambios, cuyos resultados finales es demasiado pronto para pronosticar. La fractura interna en la UCR, desde la base hasta la cúspide, tal vez dé lugar a la formación de alguna nueva expresión política multipartidaria, que no se agota en el bipartidismo, ya que todavía quedan otros partidos, algunos de carácter nacional, pero otros que son provinciales y aun vecinalistas, un mosaico interminable de colores diferentes, que necesariamente tendrán que converger en pluralidad para dar paso a una nueva realidad. No es una estrategia restringida a los sueños oficiales, ya que en la oposición también son varias las voces que buscan caminos de confluencia. Carrió habla de “acuerdos de conductas”, Alfonsín de Lavagna, Lavagna se reúne con Blumberg, Macri y López Murphy reclaman marca registrada... el caleidoscopio no dejará de moverse en los próximos meses. Ojalá que tanta movida valga la pena en términos de bienestar general.
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