A la par del Plan Cóndor, los torturadores de Automotores Orletti invitaron a participar de la represión a colegas de la inteligencia norteamericana. Una nota de The Miami Herald cuenta de cubanos que trabajaban para la CIA e hicieron desaparecer a dos diplomáticos de Cuba.
Desde que el juez federal Daniel Rafecas decidió investigar a fondo las actividades del centro clandestino de detención Automotores Orletti, empezaron a sumarse voces que consolidan las versiones de que allí funcionó, además del Plan Cóndor que coordinaba el accionar represivo sudamericano, una especie de embajada del terror en donde los torturadores invitaban a practicar a colegas de la inteligencia norteamericana. Es el caso de los grupos cubanos de Miami que, trabajando para la CIA, llevaron adelante en los ’60 la llamada “guerra por los caminos del mundo” para cometer centenares de atentados y crímenes, en diversos países, con absoluta impunidad. Los mercenarios también pasaron por Orletti para torturar a dos diplomáticos cubanos desaparecidos: Crescencio Galañega Hernández, de 26 años, y Jesús Cejas Arias, de 22.
El dato aportado por una investigación del periodista norteamericano John Dinge, publicada en The Miami Herald, da cuenta de la íntima relación que mantuvieron los represores argentinos, el FBI y la CIA, quienes estaban al tanto del secuestro de los jóvenes cubanos, ocurrido el 9 de agosto de 1976 mientras caminaban por una zona cercana a la embajada de Cuba. Recién a mediados de los años ’90 se supo, tras la confesión del represor Manuel Contreras Sepúlveda (número uno de la Operación Cóndor y jefe de la DINA, policía secreta chilena), que dos días después del secuestro, el agente Michael Townley y el cubano-estadounidense Guillermo Novo Sampoll viajaron a la Argentina para interrogarlos. “Ellos cooperaron en la tortura y el asesinato de los dos diplomáticos cubanos”, sostuvo Sepúlveda ante la jueza argentina María Servini de Cubría, que lo indagó en Santiago. Un mes después del secuestro, el coronel Robert Scherrer, del FBI, despachaba un informe a sus superiores sobre el resultado de esos “interrogatorios”.
La “guerra por los caminos del mundo” es considerada uno de los antecedentes básicos del Plan Cóndor, que fue bendecido en 1974 por el general Vernon Walters, subdirector de la CIA. Los dos torturadores invitados a Orletti tienen un prontuario digno de sus anfitriones. Novo ganó notoriedad por haber disparado una bazuka a la sede de la ONU en Nueva York, durante una intervención del Che Guevara. Townley, que además de trabajar para la CIA colaboraba con la DINA, estuvo a cargo del atentado que costó la vida de Orlando Letelier, ex ministro de Salvador Allende, en septiembre de 1976 en Washington.
Las relaciones entre los órganos de inteligencia norteamericanos y los del Cono Sur no eran ignorados por el gobierno estadounidense. En su extensa declaración, Sepúlveda señaló al ex presidente George Bush –padre del actual mandatario estadounidense–, a la CIA y a los grupos cubanos de Miami como activos participantes del Plan Cóndor y fundadores, en 1976, de la Coordinadora Revolucionaria Unificada. Allí cumplieron funciones, entre otros, Novo y su hermano Ignacio, Gaspar Jiménez Escobedo, Dionisio Suárez, Virgilio Paz y Luis Posadas Carriles, que en su autobiografía se enorgullece del asesinato de los dos diplomáticos cubanos porque fue un “éxito” en su lucha contra el “comunismo castrista”. Muchos de estos criminales, amparados y protegidos por el actual gobierno estadounidense, fueron apresados en 2000 con toneladas de dinamita y detonadores en Panamá, cuando preparaban un atentado contra el presidente Fidel Castro durante la Cumbre Iberoamericana.
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