Mar 22.08.2006

EL PAíS  › LAURA REVELLI BEAUMONT, HIJA DEL EX PRESIDENTE DE FIAT

El secuestrado que salió recitando a Marx y Bakunin

Luchino Revelli-Beaumont era en 1977 el presidente de la Fiat-Francia y fue secuestrado por un grupo de guerrilleros argentinos. Su hija cuenta que su padre fue víctima de un insólito entramado de intereses políticos y económicos en el que se entremezclaron las relaciones con Perón. Pedirá la reapertura de la causa y que sea juzgado Héctor Villalón, radicado en Brasil y a quien ella estima como verdadero artífice del secuestro.

› Por Alejandra Dandan

Son las dos y media de la madrugada en París. Laura no duerme. Camina de la computadora al teléfono y marca el número de su marido, de viaje en Nueva York. El calor la agobia, dice, pero esa no es la única razón del insomnio de sus últimas semanas. Laura es la hija de Luchino Revelli -Beaumont, un personaje legendario de los años ’70. En 1977 él pasó 89 días secuestrado en París por un comando de guerrilleros argentinos, la mayoría oriundos del peronismo de izquierda. Para entonces, Luchino era presidente de la Fiat-Francia. Su secuestro repercutió en todo el mundo. Fue la única acción reivindicada políticamente fuera de Argentina y el primer y único secuestro político padecido por Francia. Cuando recuperó su libertad Luchino Revelli-Beaumont se instaló en las afueras de París, recluido en el silencio.

–Aún sigue ahí. Asustado –dice su hija–. Piensa que si los secuestradores saben dónde vive van a ir a matarlo.

Su padre tiene 87 años y aunque no quiere ver a nadie que le recuerde aquellos días, esa experiencia consiguió cambiarle la vida. Salió del lugar como loco, dice su hija. “Con el síndrome de Estocolmo: terminó convertido en un anárquico y con mi hermano no sabíamos si reír o llorar cuando nos decía que había que proteger a los operarios de las estaciones de trenes ¡porque iban a ser asaltadas!” Repetía esas cosas con las teorías anarquistas de Bakunin y Malatesta. “Porque durante el encierro le hicieron un proceso político en el cual le hablaron muchísimo de Marx, de comunismo, pero mucho de anarquía también.” El caso terminó juzgado y cerrado por prescripción en 2002. Pero ahora algo pasó. Laura está buscando la reapertura de la causa y la extradición de un peronista histórico: el multifacético Héctor Villalón, el Pájaro, radicado en Brasil y a quien ella estima como verdadero artífice del secuestro.

La relación entre Villalón y Revelli-Beaumont merecería un libro. Juan Domingo Perón los presentó en Puerta de Hierro. Villalón había dejado de ser un descamisado de Santa Fe entusiasmado con el peronismo para convertirse en un empresario notable. Gracias a John William Cooke explotaba la concesión oficial de tabacos cubanos en España y Europa. Algunos dicen que la relación con los cubanos terminó por una presunta estafa y que fue el origen de una cuantiosa fortuna que le permitió financiar los primeros cuadros políticos de la izquierda peronista. En la presentación, el General le dio a Revelli-Beaumont un verdadero presagio: “Dijo algo así como que no le tuviera confianza porque Villalón era un traidor”, dice treinta años después la hija del ejecutivo de la Fiat.

¿Quién era Revelli-Beaumont? ¿Qué hacía con Perón? ¿Qué era la Fiat en América Latina? ¿Por qué el Pájaro Villalón está metido en la historia de este secuestro? ¿Y por qué puede hablarse de esta historia 30 años más tarde? Laura Revelli responde a Página/12.

–¿Quién es Luchino Revelli Beaumont?

–Nosotros somos una familia de Torino, mi padre nació en Génova. Era un abogado, un buen abogado. Cuando tenía 39 años un primo lo llamó a París a trabajar en una sociedad que años más tarde fue comprada por Fiat. Pero hay algo de aristocrático en mi padre, ¡el dinero le da asco!

–¿Cómo pasó a la Fiat?

–Ese primo era un dibujante de coches, así que mi padre tuvo que resignar su trabajo de abogado en Italia para irse a París. Dos años más tarde, la Fiat compró esa fábrica. Allí conoció a Umberto Agnelli, el menor de los hermanos dueños de la Fiat y verdaderos dueños de Italia. Mi padre ya tenía 41 o 42 años, era un hombre distinguido, de confianza, un diplomático. Fue director general de Fiat-Francia bastante rápido, y empezó a ser el diplomático itinerante de Fiat en el mundo. Entonces, las multinacionales norteamericanas tenían dificultades para implantarse en América Latina y el Este europeo. Mi padre convenció a los soviéticos paraabrir una planta en Rusia (con la ex LADA). Se fue a China, a Corea y a todos los países de la esfera soviética. Se fue a la Argentina por primera vez en 1971.

–Poco más tarde, un grupo armado del PRT-ERP secuestró en Argentina al entonces presidente de la FIAT, Oberdan Sallustro.

–Hay otra información que a nosotros nos llegó ahora. Mi padre estaba cerca de Córdoba e intentaron secuestrarlo pero nadie se lo dijo. Lo supo años después. El era muy útil para la Fiat. (Valentín) Carro Alvarez, del directorio, no le dijo nada, porque tenían miedo de que se asustara. Este hecho, que todos sabían excepto nosotros, revela que existió una gran responsabilidad de Fiat, que desde entonces jugaron con su piel. Fiat era como un Estado.

–Como un Estado dentro de otro Estado.

–Sí. Porque luego la Fiat lo maltrató. Es como si le hubiesen enseñado una cara de benevolencia cuando por atrás estaba pasando otra cosa.

–Su padre estaba en Argentina en 1972.

–En ese momento, el verdadero jefe de Argentina era (Aurelio) Peccei, pero nunca estaba. Sallustro fue secuestrado y matado. Mi padre lo conocía y no le gustaba mucho porque era muy duro con los obreros. Y eso era contrario a los principios de mi padre, pero también daba una imagen pésima de Fiat. Así que cuando Sallustro fue secuestrado, Fiat envió a mi padre a la Argentina. Y cuando mataron a Sallustro, fue nombrado presidente de Argentina: el cargo más importante de la Fiat en el extranjero.

–¿Cuáles eran las funciones de su padre?

–Seguía siendo ese diplomático itinerante. Por ejemplo, conoció a (Salvador) Allende y pasó unos días hablando con él. También estaba desarrollando negocios en Panamá y en Brasil, donde Fiat empezó a invertir y crear otra planta. Ese dato fue incluso una de las cosas que Renato le recriminó a mi padre durante el secuestro: “Dieron trabajo en Brasil y no se quedaron sólo en Argentina”, decía. En ese tiempo, mi padre también fue nombrado presidente en Brasil. En estas empresas no toma mucho tiempo, por lo tanto él seguía siendo director general en París y con esas funciones en Río de Janeiro y en Buenos Aires.

–Mantenía las tres funciones. ¿En la Fiat existía una puja entre la Democracia Cristina, el Vaticano y entre quienes querían expandirse detrás de la Cortina de Hierro?

–Sí, también, claro. La única motivación era la expansión y el dinero. En este período ellos estaban en el momento culminante de su expansión.

–Pero la puja interna ¿por qué era?, ¿por negocios o porque la Democracia Cristina de la Fiat no quería la expansión en los países comunistas?

–No creo, a la Democracia Cristiana no le importaba nada. Fiat podía comprar a cualquier persona. No sé si contesto su pregunta.

–Una vez que llega a ser presidente de Fiat-Argentina se produce el secuestro.

–Su carrera fue muy rápida. Mi padre estuvo entre París, Río y Argentina y digo Argentina porque viajaba entre Buenos Aires y Córdoba, y había anudado una relación con Perón unos años antes. Y esa relación se la aportó Héctor Aristy (N. de R.: ex diplomático de República Dominicana refugiado en París, amigo de Revelli-Beaumont.)

–¿Cuándo comenzó la relación de su padre con Perón?

–En el ’72 mi padre empezó a frecuentar a Perón, yo misma conocí a Perón. Un día, mi padre tenía una carta, quería que fuera dada en mano y me pidió que yo fuera a Madrid. Y fui, y fue un poco decepcionante porque me habló de su admiración por Mussolini y yo me quedé sin palabras. Ahí vi a Isabel, a quien Perón la trataba como una niña tonta y sin cultura.

–¿En qué lo notaba?

–Me acuerdo de un detalle, yo estaba mirando el vaso de China que ellos tenían en la casa y pregunté de dónde venía. Isabel confundió la época en la que estaba hecho. Así que Perón, riendo con un poquito de desprecio la corrigió como a una niña estúpida y sin cultura. Pero eso sí, era muy galante. Cortó una rosa de su jardín y me la dio. Por esa relación, mi padre ayudó a Perón a organizar el viaje de vuelta a Argentina. El avión lo pagó la Fiat. Por lo menos en parte. (El charter voló a Buenos Aires el 17 de noviembre de 1972. Para premiarlo, Perón lo invitó al vuelo de su retorno definitivo el 20 de junio de 1973, cuando la masacre de Ezeiza.)

–¿Cuál era el interés de la Fiat?

–A Fiat le interesaba mucho tener un clima social tranquilo. La vuelta de Perón funcionaba. Se hacía ese tipo de cálculos. Fue un error pero la vuelta de Perón iba a garantizar un clima social más tranquilo, mejor para los industriales extranjeros.

–¿Existía un acuerdo comercial?

–Cuando Perón volvió a la Argentina, la Fiat empezó a pagar a Aristy para dar información sobre la izquierda en América latina. Y Aristy logró incluso parar una huelga, no sé si fue en Córdoba o dónde, en 24 horas.

–¿Como hombre a sueldo de la Fiat?

–Sí, aunque se presentaba como un revolucionario.

–¿Eso lo contó tu padre?

–Esto lo supe por mi padre. Mi padre escribió unas memorias. No sé si lo escribió ahí. No es un libro público. Cuando quiso escribir sus memorias había muchas editoriales italianas dispuestas a publicarlo pero no quiso. Lo publicó por cuenta de autor.

–Luego se produjo el secuestro.

–Mi papá fue secuestrado un 13 de abril de 1977. Yo estaba embarazada. Tenía que dar a luz a un niño el 15 de abril. El secuestro duró 89 días. La persona que siempre llamaba a la casa durante un mes y medio fue presentado como Renato. Ese era su nombre de guerra.

–Renato era Caffatti. El contó que secuestraron a su padre luego de varios días de guardia, un miércoles en el pasillo de su casa de la calle Le Pompe cuando regresaba de Fiat.

–Hubo un primer ultimátum dos semanas después. Y cuando el plazo terminó y yo me di cuenta de que nada le había pasado a mi padre, mi cuerpo reaccionó: empecé a perder las aguas una hora después de saber que él todavía estaba vivo.

–Luego, ¿siguió de cerca lo que sucedía con su padre?

–Traté. Me quedé en la clínica el mayor tiempo posible. Me acuerdo que Aristy vino a verme. Me trajo flores. Con su cara de siempre, que era una cara de farabute y bandido.

–La Justicia sindicó a Aristy como cerebro del secuestro de su padre. ¿Tenían una relación cercana?

–El era el amigo de la familia. Estaba todo el tiempo en la casa. Desde el primer minuto del secuestro la casa se convirtió en una asamblea permanente. A la noche hacíamos turnos para estar atentos a las noticias y Aristy siempre estaba ahí, para oír todo. Mi hermano Paolo tenía que seguir con las negociaciones. Lo único que yo podía hacer era ayudar a buscar otros teléfonos libres, teléfonos que la policía no conocía.

–¿Por qué?

–Ni el gobierno italiano ni el francés querían que el dinero para liberar a mi papá fuera pagado en su suelo. Villalón fue tan inteligente que planificó y mostró todo como un secuestro político, y ese papel cumplió Renato, pobre. El secuestro era una idea criminal porque Villalón quería crear un banco. Y esto explica la locura de la suma del dinero que nos pidieron: ¡30 millones de dólares en 1977! Si los Estados Unidos pidieron 20 millones por Sadam Hussein hace unos años, alguien estaba loco. Y loshermanos Agnelli, que siempre dijeron que iban a pagar, esa vez dijeron que no. Era una locura.

–¿Por qué la elección de su padre?

–Mi padre era muy importante. Hubiera sido un gran diplomático. Así que era difícil encontrar a alguien así para Fiat. Otro de los potenciales secuestrados iba a ser la hija de Onasis, según un compañero de Renato. Y mi padre era muy importante pero Villalón se equivocó porque debió haber secuestrado a uno de los Agnelli porque sólo ellos estaban a la altura de Onasis.

–¿Cómo probaron la relación de Villalón con el secuestro?

–Es que Juan Gasparini en su último libro -"Manuscrito de un desaparecido en la ESMA. El libro de Jorge Caffatti", Norma, 2006- brindó una revelación. Villalón había sido detenido en París porque la policía francesa había encontrado trazos de llamados suyos a dos secuestradores. Pero él tenía cuatro abogados, dos muy famosos. La policía no encontró la grabación sino la traza. Cuando le preguntaron por esos llamados él respondió: “Claro que hice esos llamados, porque mi gran amiga Madame Revelli Beaumont me lo pidió”. Pero mi madre nunca conoció a Villalón. Ese es el elemento nuevo más importante que hay en la investigación. El obtuvo una falta de mérito. En este momento es difícil abrir una causa prescripta. Pero cuando la razón de Estado va contra el Estado de derecho, hay una denegación de justicia: es como una fabricación de una prueba falsa que se usó para liberar a Villalón. Es un crimen. Cuando detuvieron a Villalón nadie llamó a mi madre, la única que podía chequear esa versión. Pero eso se puede hacer ahora y se pueda pedir la extradición de Villalón. Si hay posibilidad vamos a pedir la extradición o que sea juzgado en Argentina. O que sea juzgado en Brasil. No sé.

–¿Conocieron a Villalón?

–Perón se lo había presentado a mi padre. Durante el secuestro, yo me encontré con él porque Aristy me insistió. Me dijo: “Cuídese señora, cuídese, cuídese”. Durante el secuestro, mi padre fue forzado a escribir una especie de historia negra de Fiat que es como la de casi todas las multinacionales: la tesis de Gasparini es que ese manuscrito lo tiene Villalón.

–Albert Chambón era un jubilado embajador francés en Brasil y Perú y un sobreviviente de un campo de exterminio nazi de Buchemwald. Tuvo un lugar destacado en la negociación del secuestro ¿Cómo fue?

–Renato le pidió a mi padre una persona de confianza, porque todo estaba bloqueado. Mi papá le dio el nombre de Chambón. Empezó negociaciones paralelas que incluyeron un encuentro en su casa entre mi ex marido y Renato. Renato estaba a cara descubierta, no tenía miedo porque no era un delincuente común. Hablaron de cómo efectuar el pago.

–También se menciona a Oliver, hermano del entonces presidente de Francia Valery Giscard D’Estaing.

–Chambón nos lo dijo más tarde. Chambón, Oliver y mi padre habían fundado el Centro Europeo de Cooperación Internacional, un club de ayuda a los países del Tercer Mundo.

–¿Oliver hizo alguna gestión por su padre?

–No podíamos creer que la policía francesa nunca hubiese encontrado el sitio donde estuvo secuestrado mi padre. Fue el primer y único secuestro político de Francia y la policía no encontró el sitio que sí encontró mi padre años después. Y Chambón, entonces, le contó a mi padre que Oliver se fue a ver a su hermano Valery. El presidente le dijo que la policía había localizado el sitio pero que no iban a hacer nada hasta no saber qué quería hacer el presidente ¿Por qué?, preguntó Oliver. Y Valery le contestó: ‘Esto es una historia entre italianos y argentinos’. El gobierno francés quiso aprovecharlo. Porque el secuestro fue organizado por Villalón, pero después hay otros intereses. Chambón estaba convencido de que la CIA había sido el cerebro del secuestro a través de Aristy.

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