EL PAíS › PANORAMA POLITICO
› Por J. M. Pasquini Durán
Las acechanzas sobre la realidad nacional de estos días tienen origen adentro y afuera del país, aunque sea porque en el mundo contemporáneo es inevitable la interconexión de los principales sucesos de cada día. Algunos de esos signos, internos y externos, han sido leídos por diferentes grupos hostiles al gobierno de Néstor Kirchner como propicios para la ofensiva. Aunque ocurran al mismo tiempo, es preciso distinguir las diferencias entre ellos, aún los matices, para no considerarlos un bloque único, brazos articulados que responden a un comando central, y dar por el pito más de lo que vale o, por el contrario, descalificarlos por subestimación. No son lo mismo Macri y López Murphy en busca de votos para competir en los comicios que los grupos clandestinos que organizan cadenas de amenazas o intimidaciones anónimas. Las invocaciones satánicas del cardenal Bergoglio y la vocación político-institucional del obispo Piña en Misiones tienen motivos distintos a las minorías nostálgicas que invocan la protección de Dios para conseguir el olvido de los crímenes cometidos por el terrorismo de Estado, a pesar de tantos puntos de encuentro entre las cúpulas eclesiásticas y las Fuerzas Armadas en el pasado, incluso en las épocas más crueles. ¿Hay contactos premeditados entre la prolongada ausencia de J. J. López y las exhortaciones de Reynaldo Bignone a que alguien “complete” las tareas del genocidio?
Nadie puede asegurar que entre dos o más gajos de ese abanico, enunciado aquí de manera incompleta, no existan vasos comunicantes y, por las dudas, es una buena respuesta la movilización convocada ayer por Madres y Abuelas de Plaza de Mayo para demandar la aparición con vida de López, no importa cuál haya sido la razón de su ausencia, porque es una manera de contestar a los que pretenden organizar una defensa de la impunidad desparramando miedo sobre la convivencia democrática, queriendo descalificar la búsqueda tenaz de verdad y justicia. Desde un mitin en un pequeño pueblo cordillerano de Chubut, el presidente Kirchner hizo pública su adhesión a esa marcha, una actitud que deberían imitar todos los líderes políticos de la “convergencia plural” y de la oposición. Hay que decir, en verdad, que ayer concurrieron varios intendentes y dirigentes políticos y llegaron adhesiones de algunos partidos con representación legislativa, lo que ya es un paso adelante y muestra las posibilidades futuras. La movilización fue multitudinaria y pese a la variedad ideológica de sus participantes respetaron los principios de la convocatoria: “Buscamos verdad, buscamos justicia, buscamos a Julio”.
La verdad, la justicia y el castigo a los culpables son patrimonio de los defensores de los derechos humanos y de las izquierdas, pero deberían abarcar sin reticencias a todos los que de verdad quieren vivir en libertad, en dignidad y con seguridad. Las posibles divisiones de hoy en el país deberían separar a los que respetan las libertades del individuo y la sociedad de los que quieren justificar los crímenes de lesa humanidad, en lugar de mezclar esas categorías con las vetustas motivaciones del antiperonismo cerril de hace más de medio siglo. Ningún “exceso” del peronismo en el gobierno justifica la oposición al compromiso oficial con los derechos humanos, como tampoco este aspecto de la gestión implica que el Gobierno lo use de escudo para rechazar cualquier crítica a su gestión, porque si no hay malicia en la intención más de una vez debería atenderlas con los oídos bien abiertos. Todo lo que el poder no maneja o controla no siempre es una conspiración de los contrarios.
Es para lamentar que el arzobispo de Buenos Aires no haya encontrado espacio en su homilía de Luján para rogar por la vida de López con la misma energía que le dedicó a las defecciones gubernamentales. Este tipo de estrepitosas omisiones desmerecen la cualidad política de las punzantes reflexiones cardenalicias en favor de la concordia nacional, porque las restringe al estrecho espacio donde los derechos individuales tropiezan con algunos dogmas del Vaticano sobre el uso de preservativos, la educación sexual en las escuelas o la planificación familiar responsable (que no es lo mismo, otra vez, que fomentar el aborto). ¿Acaso la armonía que propone Bergoglio excluye a todos los que no comparten esos criterios elaborados por el pensamiento humano de la autoridad católica romana?
De ser así, el discurso debería sincerarse para no confundir ese debate con el de la reforma constitucional en Misiones para la reelección indefinida del gobernador, una aspiración reprobable en un país necesitado de la renovación política como parte de las tareas indispensables para asentar sobre bases firmes la gobernabilidad democrática y para la reconciliación verdadera entre los ciudadanos y los sistemas de representación institucional. La concepción dinástica de los Saadi de Catamarca o de los Juárez de Santiago del Estero no debería ser recuperada por nadie en el país diverso que enuncia Kirchner, ni siquiera en nombre de las alianzas por conveniencia del mismo Presidente. De cualquier modo, esa renovación y el nuevo contrato de la política con la sociedad no surgirá de ninguna iglesia sino de la sociedad civil en su conjunto. Sería deseable que la vocación de los religiosos que quieren comprometerse en la vida cívica –como sucedió desde los remotos tiempos de la emancipación de Mayo en el siglo XIX– sea cumplida sin ánimo de sustituir ni de relevar a nadie que haya sido electo en libertad por el voto de los ciudadanos. Desde la ribera laica, estos hombres de fe deberían ser recibidos con los brazos abiertos, porque si bien es cierto que en la memoria existe el rastro de complicidades varias de religiosos con las dictaduras militares, también en el recuerdo popular figuran los sacerdotes que dieron hasta la vida por servir a los desamparados y a los perseguidos, alineados con los sueños de un mundo mejor.
El caso de López ya recorrió el mundo y mientras el país sigue pendiente del desenlace, desde el exterior también llegan noticias que atañen al futuro nacional. Si, por ejemplo, Lula da Silva gana por un estrecho margen, con ese inmenso país dividido social y geográficamente, su segundo mandato estará plagado de dificultades, cuando su energía es decisiva para el destino de la unión sudamericana. Ni qué decir el retroceso que significaría una derrota en la segunda vuelta del 29 de octubre, alternativa que está abierta ya que los escándalos de corrupción en el partido de gobierno hicieron mucho daño de las capas medias hacia arriba, que optaron en la primera vuelta por el rival, Geraldo Alckmin, quien se declara socialdemócrata. Para fortuna de Lula, el aspirante a reemplazarlo buscó esta semana el apoyo de la gobernadora de Río de Janeiro, desacreditada en el pueblo por graves casos de corrupción en la que aparece implicada, lo mismo que su marido, ex mandatario del mismo estado carioca.
Después que se defina Brasil, será el turno de Chávez en Venezuela, pero antes de ambos, el 15 de octubre, Ecuador elegirá presidente y un aliado del venezolano, Rafael Correa del Movimiento Alianza País, figura vencedor en las encuestas, si es que todavía se puede confiar en esas mediciones. Para noviembre, los pronósticos norteamericanos auguran la pérdida de la mayoría en el Congreso de los leales a George W. Bush, que tendría que completar su mandato, dos años más, en minoría. Acaba de difundirse por la cadena CBS una lista de posibles terroristas elaborada por la seguridad de Washington que incluye al presidente de Bolivia, Evo Morales, quien ha tenido en su propio país la primera sangre de trabajadores en su gestión, después de una terrible riña entre grupos de mineros por el control de un yacimiento de estaño. Por fin, el 1º de diciembre asumirá la presidencia de México Felipe Calderón, quien acaba de visitar Buenos Aires en busca de contactos y eventuales respaldos, pero hasta hoy ningún analista se atreve a predecir lo que podrá pasar con la presidencia virtual de López Obrador que sigue sin reconocer la victoria del sucesor de Fox, que abrió la economía de México al “libre comercio” con lo que logró mayor concentración de la riqueza, estancó la movilidad social y empobreció a la clase media, mientras en Oaxaca una huelga de maestros desde hace cuatro meses está al borde de una tragedia represiva de consecuencias incalculables.
Cada uno de estos hechos políticos tendrá influencia, directa o indirecta, sobre las circunstancias argentinas y fortalecerán las tendencias en pugna o no, según los resultados. Son momentos complicados para todos y la búsqueda de mejor porvenir depende de los aciertos nacionales, pero también de lo que pasa más allá de sus fronteras. Son etapas en las que los indiferentes y los neutrales ayudan poco y nada a evitar la condena sentenciada por el insigne narrador, el de los “cien años de soledad”.
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