Tras los incidentes en la quinta de San Vicente, el camionero insistió en que no piensa renunciar. Los Gordos empezaron los movimientos para desplazarlo, pero Luis Barrionuevo aparece como oscilante.
› Por Diego Schurman
Hugo Moyano aseguró que no piensa renunciar a la titularidad de la CGT por los incidentes ocurridos durante el traslado de los restos de Perón. Y buscará en una reunión del consejo directivo, convocada para la próxima semana, que la dirigencia sindical cierre filas detrás de su figura para congelar una movida impulsada por sectores internos con el propósito de vaciarlo de poder.
La autoridad de Moyano quedó deteriorada tras la batalla campal que protagonizaron camioneros y albañiles en la quinta de San Vicente. No sólo por la imposibilidad de controlar a una concurrencia de la que en gran medida fue responsable sino también por la detención de Emilio “Madonna” Quiroz, a la sazón chofer de su hijo y autor de la balacera durante el homenaje al líder máximo del peronismo.
Sectores históricamente enfrentados a Moyano, como los denominados Gordos, le exigieron ayer que diera un paso al costado. La mayoría lo hizo en voz baja, salvo algunas excepciones, como el ex jefe cegetista Rodolfo Daer y Juan Pablo “Pata” Medina, de la seccional platense de la Uocra.
Los rivales internos del camionero se valieron del archivo: después de los incidentes que camioneros y albañiles protagonizaron diez años atrás en el predio mercantil de Ezeiza, el titular de la Uocra a nivel nacional, Gerardo Martínez, presentó su renuncia a la conducción de la CGT. Anoche Moyano dejó en claro a los suyos que no piensa emularlo.
El camionero tiene tropa propia y prestada. Entre estos últimos están los gastronómicos de Luis Barrionuevo, al fin y al cabo la agrupación que lo ayudó a cumplir el sueño de manejar los hilos de la CGT. Una vez consolidado en la conducción, Moyano contó con un fuerte respaldo de Néstor Kirchner, al punto de obtener lugares estratégicos en distintas áreas del Ejecutivo.
Los detractores del camionero evalúan que en vísperas de un año electoral al Gobierno no le conviene la foto con el responsable del fallido homenaje a Perón. Los laderos de Moyano, en cambio, están convencidos de que el Presidente, a pesar de haber sido afectado por los hechos, no le soltará la mano a un sindicalista leal y de reconocida capacidad de protesta. De hecho, ya hubo contactos entre dirigentes moyanistas con el secretario de Legal y Técnica de la Nación, Carlos Zannini.
A diferencia del titular de la CGT, Barrionuevo mantiene una relación ambivalente con Kirchner. Así como es cierto que ambos sellaron una tregua –para evaluar la posibilidad de navegar con el mismo barco en las elecciones catamarqueñas– también lo es que el gastronómico repele a Cristina Kirchner y que la Casa Rosada no impidió que el PAMI alentara una investigación judicial que lo involucra en un caso de cohecho.
Los Gordos ya dan a Barrionuevo alejado de Moyano. Un emisario del gastronómico participó el miércoles de una reunión reservada en la sede de las 62 Organizaciones. Allí los sindicalistas hicieron catarsis, pero el representante barrionuevista no insinuó nada sobre una fractura. Otros dirigentes aparecen en una zona gris, entre ellos el albañil Martínez.
La reunión del consejo directivo programada por Moyano, en principio para el lunes, será entonces un tester de lealtades. Los gordos creen que finalmente no la va a convocar ante el riesgo de no reunir el quórum necesario, lo que se transformaría de hecho en un golpe a su liderazgo.
De los 24 miembros que integran el consejo directivo, técnicamente alcanza con 13 para sesionar. El camionero está convencido de contar con el número necesario. Transformaría así el respaldo informal expresado en las últimas horas por algunos sindicalistas, como Gerónimo Venegas (Uatre), Omar Maturano (La Fraternidad), Juan Carlos Schmid (Dragado y Balizamiento), José Luis Lingeri (obras sanitarias) y Andrés Rodríguez (UPCN), en otro de carácter institucional.
El encuentro también serviría para formular una autocrítica, un reclamo que excede a los rivales sindicales de Moyano. Desde su propio entorno asumen responsabilidades en las fallas de organización, aunque conservan cierta inquina con Felipe Solá por el cruce de facturas de los últimos días con varios de sus ministros.
La CGT admite haber diseñado un esquema donde los suyos se ocupaban de la seguridad dentro de la Quinta-Museo 17 de Octubre y el Estado provincial queda fuera de la misma. Pero también señalan al gobernador –claro que ahora, con los hechos consumados– por no hacerse cargo de una tarea indelegable, como es la protección de los bonaerenses.
El tironeo quedó resumido en una frase que Juan Carlos Schmid le regaló a Solá. “Hace un mes se le desapareció un tipo y no lo pudo encontrar”, chicaneó el titular del gremio de Dragado y Balizamiento en alusión a la desaparición de Julio López, el testigo clave del juicio al genocida Miguel Etchecolatz.
Moyano pidió a los suyos un silencio de radio durante las próximas horas, acaso como preludio del “retiro espiritual” que se tomarán varios de ellos para evaluar las responsabilidades por lo sucedido. Por ahora, lejos de la autocrítica, el camionero tomó distancia de los hechos y hasta se puso en víctima, apelando al fantasma de los “infiltrados”.
A tono con la teoría de Kirchner, el sindicalista mantuvo hasta ayer la sospecha de una mano duhaldista detrás de los hechos –la seccional Uocra de La Plata trabajó para la campaña de Chiche Duhalde– cuyo propósito sería esmerilar tanto su gestión en la CGT como la del Presidente. Nada indica que modifique esa creencia. Más aún: una anunciada presentación cegetista ante la Justicia pedirá que se investigue no sólo a los responsables materiales de los disturbios sino también a los intelectuales.
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